A finales de los años 70, Jean Marc DeMatteis (también conocido como John Marc DeMatteis o JM DeMatteis) tenía dos aspiraciones en la vida: ser músico de rock o dibujante de cómics. No consiguió ninguna de las dos cosas. Sin embargo, estos esfuerzos sí le granjearon la posibilidad de iniciar una carrera como crítico musical, y, aunque ya veía que el potencial para el dibujo que había mostrado en su infancia iba desapareciendo a medida que se iba haciendo mayor y no practicaba, fue ideando una gran historia de ciencia ficción para plasmar en viñetas. Aquello en un principio iba a llevar por título Stardust, probablemente en homenaje al apellido del personaje de David Bowie de nombre Ziggy, pero acabó cambiándolo a Moonshadow, inspirándose en una canción de Cat Stevens.
No sería la única desviación respecto al concepto original que sufriría el proyecto antes de ser publicado a mediados de la siguiente década, ya que, por ejemplo, el protagonista inicialmente iba a gozar de super poderes. Como curiosidad, años después Neil Gaiman utilizaría aquel nombre desechado, Stardust, para un relato ilustrado por Charles Vess, que además fue adaptado al cine en 2007 por Matthew Vaughn.
El caso es que para 1980, DeMatteis consiguió entrar a trabajar en DC Comics, aunque no como dibujante sino como guionista, cosa que le vino bastante bien considerando que por aquella época publicó en la revista Rolling Stone una reseña tan negativa del Go to heaven de los Grateful Dead, que sentó fatal entre los fans de la banda y que terminó con su carrera como crítico de rock. En DC guionizó seriales de Hawkman y Red Tornado y creó otros bastante interesantes como Creature Commados o Yo, Vampiro.
Pronto saltó a trabajar para la competencia en Marvel Comics, encargándose de escribir las series de Los Defensores, Marvel Team-Up y Capitán América. Y aunque sus primeros números eran bastante del montón, JM pronto empezó a desplegar una calidad encomiable, plasmando caracterizaciones, escritura, y líneas argumentales bastante por encima de la media.
Mientras tanto, seguía dándole vueltas al concepto de Moonshadow, y a cómo publicarlo. Dado que en 1984 su contrato en exclusividad con Marvel estaba a punto de finalizar, y que DC había empezado a lanzar obras algo más de autor, como el Ronin de Frank Miller o el Camelot 3000 de Mike W Barr y Brian Bolland, DeMatteis se puso en contacto con Jenette Khan, la cabeza visible de la editorial de Superman, por si estaba interesada en su proyecto. A Khan le pareció bien, y llegó a sugerir que lo dibujase un artista británico llamado Dave Gibbons.
También en DC, el editor Len Wein, que estaba buscando un guionista para sustituir a Martin Pasko en la serie de la Cosa del Pantano, planteó que DeMatteis se encargase. Tiene gracia que al final fuese el también británico Alan Moore quien acabase encargándose de esta serie, considerando que Gibbons y él firmarían un tiempo después una obra llamada Watchmen. Porque DeMatteis no se pasó a DC en ese momento y continuó en Marvel hasta 1986.
Y es que aquello llegó a los oídos de Jim Shooter, el editor en jefe de Marvel, que ofreció a DeMatteis que se quedase en Marvel y que sacase Moonshadow (junto a otro proyecto del escritor, Greenberg, the vampire) bajo su sello editorial Epic, de contenidos más adultos y con la posibilidad de que los autores retuviesen los derechos intelectuales de las obras. DeMatteis siempre ha mostrado un enorme agradecimiento a Shooter por apostar en ese momento por él y por Moonshadow.
Archie Goodwin, editor de Epic, empezó a poner en marcha el proyecto, y al oír el artista Jon Jay Muth sobre ello a través del entintador Dan Green, interesado, se reunió con DeMatteis para ofrecerse a realizar él el apartado gráfico. Y de ese modo, en 1985, apareció a la venta el primer número de Moonshadow, que tiene el honor de ser la primera serie de cómics con viñetas pintadas como si fuesen cuadros en lugar de la habitual cuatricromía, del mercado estadounidense.
Aparte del maravilloso aspecto visual con el que JJ Muth dotó a Moonshadow, a nivel escritura, para estar guionizado por alguien que venía de hacer superhéroes, la obra resultó ser tremendamente personal y lírica. No parecía un tebeo de la época, sino algo mucho más experimental e introspectivo, incluso para los estándares de Epic Comics. Y efectivamente, DeMatteis decidió plasmar allí su faceta no tanto de guionista sino de escritor literario, tirando en el lenguaje y en el tono, no de referencias habituales en el medio del cómic, sino más bien de otras pasiones suyas como Charles Dickens, Kurt Vonnegut, JD Sallinger, William Blake, Fedor Dostoyevsky, Ray Bradbury, o Frank L Baum.
Sí, Moonshadow fue un cómic creativamente ambicioso de un autor que siempre ha dejado pistas de esos intereses en sus obras más superheroicas. Pero DeMatteis nunca ha mirado por encima por encima del hombro al género pijamero, y, al contrario, a lo largo de toda su carrera lo ha abrazado de lleno y ha hecho progresar sus premisas, sin descuidar el entretenimiento visceral que debe proporcionar. Simplemente, aquí quería hacer otra cosa, dedicar de lleno la que iba a ser su obra más personal a darse el gusto de plasmar otra faceta suya como autor alejada de la que conocíamos. A partir de Moonshadow, eso sí, se planteó usar un pseudónimo para cuando firmase cómics superheroicos, y diferenciar así de sus trabajos más personales, que irían firmados con su verdadero nombre. De hecho, cuando por fin empezó a trabajar para DC en 1986, sustituyendo a Gerry Conway en Justice League of América #255, figuró en los títulos de crédito como Mike Ellis. Pero para la siguiente entrega, ya había desechado la idea y apareció como JM DeMatteis.
Moonshadow es una historia coming of age con tintes de ciencia ficción, o más bien de fantasía. En las portadas de once de sus doce entregas se podía leer la frase Un cuento de hadas para adultos. De Matteis dijo una vez que era como mezclar el David Copperfield de Charles Dickens con el Siddhartha de Herman Hesse, y que todo ello transcurriese en el espacio. Quizás también se puedan establecer paralelismo con El Principito de Antoine de Saint-Exupéry o el Peter Pan de JM Barrie. No estamos por tanto ante una historia de acción y aventuras, sino ante una lectura pausada, emocional y reflexiva. Nos cuenta la historia de un niño de quince años que deambula por las galaxias acompañado por un elenco de secundarios intermitente, encontrándose con situaciones en las que explorarán temas como la religión, el horror de la guerra, el existencialismo, los intereses económicos tras el poder, la censura como herramienta de control, el nihilismo, la existencia (o no) de dios, la pérdida de seres queridos, o el descubrimiento del sexo en la pubertad.
Cada episodio de los doce que compusieron esta maxiserie tiene una estructura peculiar y común: comienza con ese niño, llamado precisamente Moonshadow, ya de anciano, que hace de narrador de la serie, haciendo una reflexión sobre una cita o cuestión literaria. Después, el viejo Moonshadow destina unas páginas a contar la historia de su madre, que nos dará normalmente cierto contexto emocional para lo que viene a continuación, para pasar ya luego al grueso de la saga, una recapitulación de sus primeros años de vida y su periplo espacial.
Así, en el primer capítulo, descubrimos que su madre fue una joven hippie terrestre conocida como Sunflower (Girasol), que fue abducida en los años 60 o 70 por una especie alienígena de capacidades cuasidivinas llamados los G’i Doses. Éstos, inescrutables en sus actuaciones, benévolos para unas civilizaciones, destructores sin aparente motivo para otras, la llevan a un zoo galáctico en el que tienen recluidos a miembros de diferentes procedencias planetarias. Uno de los G’i Doses y Sunflower se casaron en una extraña ceremonia, y fruto de este matrimonio nació Moonshadow, que a pesar de su alienígena progenitor es un niño humano totalmente normal. O todo lo normal que se puede ser al resultar criado por una hippie (tranquilos, no estamos tampoco ante ninguna caricatura enajenada, sino ante una mujer inquieta que no ha conseguido encontrar su lugar en la existencia) en un zoológico alienígena, en el que resto de cautivos saben que tu padre es uno de sus captores. Y es que éste, el padre de Moonshadow no le saca a él ni a su madre de esa prisión, y está ausente durante prácticamente toda la vida del muchacho, como si solo se acordase de él en contadas ocasiones para simplemente aparecer y atormentarle con su silencio.
De ese modo, la única compañía de Moonshadow mientras crece la componen su madre, el gato de ésta, Frodo, que fue abducido junto a ella, y un alienígena cubierto de pelo, fumador de puros, bebedor, pendenciero y llamado Ira. DeMatteis reconoce que este personaje inicialmente estaba inspirado del todo en uno creado por Jim Starlin aunque luego evolucionó hacia derroteros totalmente distintos: Pip el Troll, el compañero de Adam Warlock de Marvel en sus aventuras contra Thanos. Y ciertamente, entre el puro y otros elementos visuales humorísticos hay un aire.
Y esto nos lleva a otras cuestiones: a pesar de lo sórdido que toda esta premisa, y lo que viene a continuación, pueda sonar, el libreto de DeMatteis sabe tener cierto sentido del humor surrealista que baja el tono haciéndolo mucho más digerible. Muth además muta de estilo a conveniencia, a veces de viñeta a viñeta, según la escena lo requiera: de lo pictórico más o menos realista, a lo caricaturesco, a lo expresionista, y volviendo a las anteriores tendencias, pero con estilos nuevos. Es un auténtico festín visual, una montaña rusa gráfica, que nos deja boquiabiertos página tras página, por mucho que tras treinta años se haya perdido el impacto de la novedad de los cómics pictóricos. Cuando se publicó por primera vez, tuvo que ser verdaderamente estremecedor. Eso sí, le ayudan puntualmente a veces autores célebres también por los cómics pintados, como Kent Wiliams o George Pratt así que quizás todo el mérito de esa variabilidad visual no sea exclusivamente suyo.
Las bellísimas ilustraciones de Muth suelen ir en viñetas acompañadas de cartuchos de texto, muy raramente de bocadillos, lo cual a veces puede dar la impresión de que no estamos exactamente ante un cómic, sino a una suerte de libro ilustrado. Pero se trata más bien de una mixtura de medios en la que sigue saliendo ganador en el balance el noveno arte, ya que cuando la historia lo requiere, la narrativa fluye como debe. Es solo que los tempos, las reflexiones, dan pie a esas escenas pausadas en las que Moonshadow relata como en un cuento.
DeMatteis siempre recalca en entrevistas la importancia de Muth inspirándole con su sinergia creativa, animándole a hacer crecer la obra. Y es que el esplendor de Moonshadow no puede ser entendido sin el apartado gráfico, cuyo tono literario, introspectivo, queda subrayado por la rotulación en minúsculas de los textos, que llevó a cabo nada menos que el prestigioso dibujante Kevin Nowlan.
Volviendo a la trama de la obra, lógicamente el joven Moonshadow crece bastante aislado dadas sus circunstancias, pero tiene una vía de escape: la literatura. En la estancia que comparte con su madre y con el gato Frodo, hay una extensísima biblioteca con las obras fundamentales escritas en La Tierra, las cuales aborda con pasión. La forma de entender el mundo del protagonista está por tanto mediatizada por las lecturas de Cervantes, Bradbury, Shelley, Keats, Byron, Blake, Dumas y tantos otros, que le sirven de ventana a la creación. Y esa excusa narrativa también le servirá a DeMatteis para plasmar su propio amor por esa romántica idea de la literatura, justificando el tono de la obra, ya que, como hemos comentado, está narrada por el propio Moonshadow.
El caso es que cuando Moonshadow cumple quince años, su distante padre se le aparece, y le anuncia que ya no vivirá en el zoo que ha conocido toda la vida: junto a su madre, Frodo e Ira, se embarcará en una nave espacial y a partir de entonces experimentará un periplo galáctico, conociendo otras civilizaciones y situaciones, y completando el tránsito de niño a adulto. Y así, los protagonistas se toparán durante la saga con sectores espaciales aislados por una plaga, giros macabros, mundos comerciales, manicomios galácticos, prisiones espaciales, absurdas guerras entre imperios, campos de prisioneros, intrigas cortesanas, o breves interludios de vida idílica en el campo.
Estos encuentros, y los que tienen con personajes como Lord Gaylord, Lady Shady, el Rey Macha, la Reina Dibbich, el comandante Eban, o los diversos integrantes de la familia del taimado Podiah Unkshuss, ponen en marcha las reflexiones mediante metáforas de DeMatties sobre las cuestiones humanas de calado universal sobre las que quiere hablar. Los comienzos de cada número, centrados en el pasado de su madre en La Tierra, servirán al mismo efecto, incluyendo temas un poco más coyunturales e inmediatamente reconocibles acerca de las circunstancias de las décadas inmediatamente anteriores a la publicación de la obra, y de inquietudes personales del autor. Y así, tenemos por ejemplo el verano del amor hippie, la pérdida de rumbo existencial, la guerra de Vietnam, el amor, la pasión por lo creativo, o la incompresión intergeneracional.
En lo gráfico, conviene destacar, aparte de la ya comentada excelencia de Muth, que la estética se aleja de la que cabría esperar dada la aparente temática de ciencia ficción: ésta no es sino una leve excusa para plasmar un viaje de fábula, onírico, evocador. Lo espacial se reimagina mediante iconografía de libro ilustrado infantil de los siglos XIX y XX, y por ejemplo los ejércitos intergalácticos parecen más bien napoleónicos. Ni siquiera podemos hablar de Planetary Romance, ya que, si hubiese que establecer por ejemplo alguna referencia al cómic, correspondería tal vez más al Little Nemo in Slumberland de Windsor McKay que al Flash Gordon de Alex Raymond.
A medida que Moonshadow fue publicándose en Estados Unidos entre 1985 y 1987, fue ganando reconocimiento crítico. Esto se iba reflejando en las portadas de cada entrega, que empezaron a plasmar promocionalmente citas alabando la obra, provenientes de prestigiosas revistas como Amazing Heroes, otros reputados profesionales como Denny O’Neill y Frank Miller, o incluso del escritor de ciencia ficción Ray Bradbury, uno de los referentes de DeMatteis para la obra.
Con la duodécima entrega, el relato de Moonshadow llegó a su final: el joven protagonista completaba su transición al mundo adulto, aunque de un modo un tanto críptico y místico, como el propio personaje, en su virtud de narrador anciano desde el futuro, reconocía. Sin duda, eran palabras de DeMatteis, que prefirió no abundar de manera explícita en qué es lo que hace que pases de ser un niño a un adulto, cuál es ese cambio fundamental de perspectiva y pensamiento, y mejor dejarlo a la reflexión de cada lector.
Se completaba el círculo por tanto tan solo en una medida, ya que quizás los lectores imaginábamos que la historia nos contaría toda la vida de Moonshadow, desde su infancia a esa vitalista senectud del narrador que vislumbrábamos al comienzo de cada episodio. Sin embargo, esa etapa de vivencias adultas y de fundar una familia hasta llegar a viejo estaba ausente: no era lo que DeMatteis nos quería contar, aunque en sus primeros esbozos de la obra sí que contemplase aquella posibilidad. El escritor reconoce que uno de los ejercicios más arduos de este trabajo era marcarse límites en lo que contarnos, y que no paraba de desbordarse con ideas de la trayectoria vital del protagonista, como si hubiese cobrado vida propia y él solo fuese su biógrafo. Que tuvo que realizar un ejercicio de contención redactando, para no abrumar con información al lector en una obra que ya veía que le iba resultando demasiado recargada de ella.
Así que, aunque decidió que se centraría en ese importante tránsito de la vida de Moonshadow, en su cabeza quedaron multitud de ideas sobre cómo había sido la trayectoria posterior que no habíamos visto del personaje. DeMatteis realizó a continuación otro proyecto de cómic pintado, publicado también bajo el paraguas de Epic Comics, titulado Blood: A Tale, con apartado gráfico de Kent Williams. Fueron pasando los años, y se consagró no solo como digamos autor elevado, sino también como guionista de cómics de superhéroes, cambiando de registro con los descacharrantes diálogos de la Liga de la Justicia realizada con Keith Giffen y Kevin Maguire, hasta las más taciturnas e impresionantes historias de Spider-Man, como la Ultima Cacería de Kraven con Mike Zeck o El Niño que llevas Dentro con Sal Buscema.
Moonshadow fue reeditada primero en Trade Paperback en 1989 y luego, ese mismo año, en un tomo en tapa dura de edición limitada de Graphitti Designs. Y en 1994, dado que los derechos de la obra le pertenecían a él y a Muth, la obra volvió a pasar por imprenta, entrega a entrega, gracias al sello Vertigo de DC. La buena onda resultante entre DeMatteis y las editoras de Vertigo Karen Berger y Shelly Bond hizo que el escritor se plantease por fin plasmar ya lo último que tenía que decir sobre aquella historia, y contarnos a los lectores cómo había sido la vida de Moonshadow desde el final de la maxiserie hasta su vejez, y más allá.
De nuevo con JJ Muth en el apartado gráfico, lanzaron una novela gráfica titulada Farewell to Moonshadow, en la que ya directamente podemos hablar de un relato ilustrado: mayormente, está compuesta por grupos de una página de textos a la que acompaña otra con una maravillosa imagen creada por Muth. Su tono, muy costumbrista, efectivamente nos cuenta esa parte de la vida del personaje, sin grandes gestas: simplemente su transcurrir en una vida sencilla, pero tan llena de victorias y de tragedias como la de cualquier persona.
Y a pesar de ello, o quizás debido precisamente a ello, Farewell to Moonshadow es una historia de una potencia emocional inusitada. Sin contarnos quiénes son los personajes ni recapitulando la historia anterior, juega en una medida con el conocimiento y conexión afectiva que el lector que se aproxime a la obra va a tener ya con ellos, pero no depende de ésta. Podría ser un relato aislado y funcionar perfectamente. Y es complicado no sonreír con calidez al presenciar cómo el protagonista edifica su vida, su familia, sus aficiones, o no soltar una lágrima cuando sufre bruscas y desgarradoras pérdidas. Nos hundimos con él, cuando desespera y pierde la voluntad de vivir; y junto a él, nos vamos levantando según la va recobrando poco a poco, reconstruye, y envejece. Farewell to Moonshadow es un relato simplemente precioso, la más bella de las despedidas, y consigue que perdonemos gustosamente que no nos expliquen algunas cosas como cómo es posible que Frodo el gato llega a vivir más tiempo que el propio protagonista.
Vertigo recopiló la obra completa en 1998, incluyendo Farewell to Moonshadow, en un volumen titulado The Compleat Moonshadow, que llevaba algunas correcciones en los textos. Y el año pasado, Dark Horse Comics la reeditó en un volumen en tapa dura llamado Moonshadow: the definitive edition, que incluía notas y una introducción de DeMatteis y bocetos de Muth. Es esa edición la que sirve como base para la que ha anunciado Panini Comics que publicará en castellano a través de su sello Evolution Comics, saldando una deuda de décadas con el lector en el idioma de Cervantes, ya que esta prestigiosa y fundamental obra del cómic norteamericano permanecía incomprensiblemente inédita por estos lares.
Quizás su lectura no sea para todos los paladares, y resulte ardua o directamente aburrida para algunos. Pero les aseguramos que, si les interesan estos temas, experimentos y enfoques, y están ustedes dispuestos a entrar en el juego de DeMatteis y Muth, y realizar el esfuerzo lector que Moonshadow requiere, ésta puede convertirse en una de sus obras favoritas. Empaque artístico y emocional, desde luego, no le falta.