Seguro que habéis tenido la sensación de que cuando creéis que todo está vendido, viene algo que te da viento fresco en toda tu cara. Más bien un huracán. Algo que te revienta tu prejuiciosa cabeza con algo que siempre ha estado ahí pero no te diste cuenta. Una revelación cultural que, a su vez, no se parece a nada que conoces porque a nadie se le había ocurrido hacerlo antes. Y, sin embargo, ahí lo tienes delante de ti. Mirándote desafiante cada vez que aproximas a él.
Eso supone Rick y Morty. Algo que no existía y que el hecho de que esté aquí y que haya durado cuatro temporadas es algo completamente inexplicable. Es la energía del punk dentro de la televisión. Es de las series menos vendibles y más difíciles de explicar, puesto que debe ser experimentada.
Tratar de entender un éxito es como capturar un trueno en una botella. Nadie sabe nada en las profesiones artísticas y por qué funciona tal o cual cosa. Pero lo que sí podemos entender es qué es lo que ha aportado lo que nos llega, qué hueco rellena, se hubiesen planteado o no así desde el principio.
El origen está en una serie de cortometrajes que produjo Justin Roiland en 2006, bajo el título The Real Animated Adventures of Doc and Mharti En ellos vemos una versión pedófila, soez y cómicamente incómoda de los icónicos Doc y Marty, de la influyente trilogía de Regreso al Futuro. No tuvo mucho éxito y pasó sin pena ni gloria, por motivos más que evidentes. Pero aquí está el primer acercamiento a lo que se terminaría convirtiendo en una de los contenidos televisivos más vigorosos de esta década.
Corte a: 2015. Dan Harmon es despedido como showrunner de la serie de culto Community. Justin Roiland ha trabajado brevemente en dicha serie. El segundo le enseña sus cortos al primero, que queda fascinado por cierto potencial ahí visto. Ambos deciden elaborar ese concepto. Eliminan todos los aspectos más facilones y de mal gusto, para darle una perspectiva más trabajada. Nace Rick y Morty y es vendida a Adult Swim, una de las cadenas televisivas más aguerridas del mercado estadounidense.
Entendiendo el lento proceso hasta dar con el concepto adecuado en un momento en el que sus creadores estaban en un momento de crisis rabiosa. Pero con la perspectiva temporal y, a pesar de tener un carácter eminentemente episódico, se deja entrever un fondo. Esos patrones tal vez expliquen porque ha tenido tanto calado. Tal vez no. Pero, desde luego, permiten comprender todo lo que significa la presencia de esta extraña pareja dentro de la caja tonta.
Complicidad metalingüística
Una de las cosas que más premia el espectador es esta ficción referencia, como modo de identificar a los creadores como uno de los tuyos. Como sí que al creador le guste las mismas coas que a ti, significase que te tiene que gustar cualquier cosa que haga, que interpretas siempre como algo de calidad.
Rick y Morty se sirve de esa tendencia, evidentemente. De hecho, su concepción, desde el principio, siempre ha sido una parodia de los protagonistas de Regreso al Futuro. Pero lo hace desde el cinismo y la necesidad de dinamitar todo. Sin pedir perdón ni permiso, como si invitases a Sid Vicious a una misa.
Esta propuesta conoce perfectamente la situación cultural que nos engloba y el lugar que ocupa en dicho panorama. No quiere eliminar dicha cultura, si no celebrarla desde la parodia más desenfrenada. Solo así se puede entender que tengan capítulos enteros dedicados a sagas como La Purga o Mad Max. Y sabe que este tipo ficciones referenciando a otras son del trato favorable del público y, por ese motivo, busca ser reformista ya que siempre que es tratado, subraya lo absurdo que es hacer algo así.
Tampoco duda en ningún momento acerca de la frivolidad con la que planteamos nuestras vidas a través de productos emitidos en la caja tonta de dudoso gusto, que alabamos constantemente en exceso. Rick y Morty no duda en matar las vacas sagradas de la cultura popular contemporánea como son los superhéroes, los realities o las propias series televisivas. Pero logra ser del agrado del espectador gracias a que no lo hace desde un elitismo esnob, si no mirándolo de tú a tú, sabiendo que forma parte de las cosas que critica. Es un acto de honestidad pocas veces visto en un mundillo audiovisual en el que los egos son tan imperantes como sensibles.
Eliminación de las premisas
La serie tiene que partir de una premisa, aún las episódicas. Tienen que tener algo a lo que atenerse quienes ponen la pasta, para ver si se ajusta o no a lo prometido. Con Rick y Morty las cosas no funcionan así.
¿Es una serie de un abuelo y su nieto viviendo aventuras locas de ciencia ficción? Sí, pero, de este modo, se omite el poco filosófico que se esconde por debajo. Tampoco se logra hacer hincapié en su iconoclasia. Y esos puntos son tan esenciales como el incluido en la pregunta. ¿Se trata de una sitcom familiar convencional? En parte, sí. Pero esa etiqueta también se queda corta. Es difícil encontrar un encaje justo para esta serie, ya que su ambición genérica es muy grande.
Esta serie no cabe en una logline. Es algo que se desborda por todas partes. La serie parte de una premisa y unos objetivos para los personajes clarísimos. Pero la serie tiene mil giros por minuto y termina en un lugar que no guarda ninguna relación con el punto de partida.

A priori, puede sonar sencillo, al fin y al cabo, a nivel estructural para escrito por la febrilidad de un niño de 7 años jugando con muñecos. O por alguien muy, muy colocado. Pero el engaño entraña más complicaciones de lo que parecen. El caos controlado hace que finalmente sea satisfactorio y no decepcionante.
Una de las primeras cosas que te das cuenta cuando se ahonda en la creación de ficción audiovisual es que nada es aleatorio ni improvisado. Y es la habilidad de quien está detrás de las cámaras para que parezca que no es así, que, como espectador, te veas transportado a un mundo que funciona se forma orgánica sin que veas los hilos. Y si pretendes simular que tu historia no tiene ningún sentido, las habilidades se tensan mucho más. Y si lo haces en todos y cada uno de los episodios, es simple y llanamente, algo que está por delante de todo lo demás.
Posicionamiento de la animación televisiva
La animación televisiva siempre se ha entendido como algo que tiene un target principalmente infantil. Si pensamos en dibujos animados de la caja tonta, seguramente lo primero que se nos pase por la cabeza sea nuestra infancia. No hay fallo.
Pero hubo un cambio importantísimo con la llegada de Los Simpsons. Su mordaz crítica satírica a los clichés de las familias estadounidenses con un formato de sitcom corrosiva fue un punto de inflexión para la ficción seriada cuya sombra todavía sigue más que patente en las producciones que han venido después.
Dan Harmon, de hecho, al concebir la serie, quiso hacer una mezcla de la mencionada serie y otra célebre aportación de Matt Groening: Futurama. Pero va más allá de lo que jamás se han atrevido sus referentes.
Entre Los Simpsons y Rick y Morty hay décadas de distancia. Por el camino, MTV se lanzó a producir series tan recordadas como el Rey de la Colina, South Park se atrevió a ser más hiriente de la que ha sido ninguna, cosa que todavía sigue siéndolo, y el continuismo soez de Padre de Familia ,
Y Cartoon Network lanzó un sello para adultos llamado Adult Swim. Esa ha sido de algunas de las producciones más audaces y disruptivas que se han podido encontrar en el panorama televisivo. De las parodias fresquísimas y macarras de Robot Chicken a cualquier producto de relevancia popular a The Eric André Show, todo lo que le gustaría ser La Resistencia y jamás se atreverá a serlo, pasando por las genialidades físicas de Genndy Tartakovsky.
Sin embargo, Rick y Morty brilla con luz propia por atreverse a hacer cosas que ninguna lo había hecho hasta ese momento. Si bien, no quiere ser tan honda como Bojack Horseman, logra serlo sin proponérselo. Y si necesidad de abrazar contenido dramático, salvo contadas ocasiones. Va más allá en la experimentación argumental gracias a las herramientas que le proporciona el género de la ciencia ficción. Y en la constelación de los iconos televisivos va a quedarse.
Del posmodernismo al nihilismo
Las estrategias narrativas cinematográficas clasicistas pasan porque los personajes al final de un relato, más o menos extenso, haya sufrido una serie de peripecias que le llevan a terminar su arco de transformación. Eso sucede de forma independiente a si el personaje logra o no sus objetivos o, dicho de otro modo, si el final es feliz o amargo. Además, la figura protagonista debía ser un héroe de la blanca armadura cuya moralidad le conduzca a un final deseado. La ficción debía ser ejemplarizante. Al fin y al cabo, toda la familia es quien ve la televisión y los niños no deberían tener malos ejemplos de conducta.
Sin embargo, las series televisivas se mantienen en otros mecanismos. Tal y como he señalado, buscan una estabilidad constante. Los cambios no deben ser profundos. Y sí los son, deben suponer un gesto rupturista. Eso ha sido lo canónico, aunque el acercamiento a una estética puramente cinematográfica ha llevado a cambiar todos estos aspectos. Las series están en otra fase ahora mismo en la que se demandan narrativas más adultas y complejas. Eso significa que esa regla no escrita se está conservando, principalmente, en las series en abierto, que tienen que buscar una audiencia más mayoritaria.
Pero ese tipo de contenido no busca competir respecto a las producciones que nos llegan de canales o plataformas de pago, que gozan de mayor libertad, en ese sentido. El público contemporáneo ha pasado por David Simon, por Steve Bochco, por David Chase, por Michael Mann, por Matthew Weiner, por Vince Gilligan, por David Lynch, por Nicholas Winding-Refn, por Noah Hawley, por Pheobe Waller-Brige y por Brian Fuller. Está más que dispuesto a que les desafíen como espectadores, que les conduzcan fuera de su sala de confort. Es más, lo demandan.

Además, esa forma de entender cómo deben ser construidos los personajes, como individuos con una moralidad bien definida, se rompió absolutamente. Tal vez sea por el duro golpe a la conciencia americana que fue el 11S, pero los personajes pasaron a ser más ambiguos o, incluso, despreciables. Los personajes masculinos han pasado a ser cuestionados y a ser más vulnerables y corruptos. El espectador perdió la inocencia de algún modo y se volvió cínico. Y la televisión pasó a ser una traducción de ese cambio social que llega hasta nuestros días (aunque la tendencia ahora se ha visto más afectada por ciertas políticas de género y raciales, en búsqueda de una mayor representación de colectivos tradicionalmente silenciados por la ficción).
¿En qué punto de estos dos extremos se ubica una la propuesta de Harmon y Roiland? En ninguna. No le hace falta. Esta serie es como el niño marginado al fondo que ve todos los shows que se organizan en su clase sin que a él le hagan caso, salvo si tiene que llevarse una colleja. Pero nosotros le hacemos caso. ¿Por qué? Pues probablemente porque sea más interesante que lo que preside la escena.
Con esto se pretende señalar que Rick y Morty no busca contentar ni a los que busquen algo familiar y tradicional ni a los que alucinen con las mayores pretenciosidades. Pero, porque no lo pretenda, puede terminar siendo consumida por ambos. Y eso es porque tiene distintas capas de lecturas comprensibles para todo el mundo, dependiendo de lo que quiera encontrar.
En su capa más superficial, nos encontramos una serie absolutamente desternillante que gustará especialmente al creciente público que sufra trastorno de déficit de atención. Aventuras con muchas peripecias y un humor negrísimo. No da respiro, no tienes tiempo a aburrirte un solo segundo.
Pero en cuanto te pares a reflexionar mínimamente sobre la serie, te das cuenta de que la serie tiene más huecos que rellenar de los que están visibles. No hay absolutamente ningún producto cultural que no tenga una ideología (no confundir con postura política). Ni siquiera las comedias más superfluas.
La serie se mueve, por tanto, entre el anarquismo y el nihilismo. La serie asume que nada importa. Que, al lado del universo, no somos absolutamente nada. Ninguna vida tiene valor. Todo es una fiesta presidida por un Rick Sánchez que, como el superhombre de Nietzsche, no se rige por ninguna imposición social ni por ningún impedimento moral. Si no es el personaje más extremo que da un paso más alrededor del cuestionamiento moral de las acciones de los personajes televisivos, poco le queda.
Por otro lado, reevalúa esta idea de las series que todo debe conducir a un estatus quo. En este caso, eso supone que un viaje con mil millones de loopings solo ha servido para que los personajes terminen en el punto de partida, imposibilitando que avancen o tengan ni el más mínimo atisbo de cambio, como si de una revisión del mito de Sísifo fuese.
Es constante la lluvia de ideas que debería hacernos releer nuestros principios morales, precisamente, a través de la falta de ellos. Es una serie hecha para hacernos disfrutar del daño ajeno que percibimos con indiferencia o con risas. Y no nos remueve absolutamente nada.
No hay aprendizajes
Vale. Una vez hemos asumido que la ideología de Nietzsche es el principal posicionamiento moral de esta serie, eso nos conduce a un relativismo absoluto. Esta declaración de intenciones, también llegó pronto. Concretamente en esta escena:
Lejos de que los personajes busquen redención por sus actos, o puedan sacar alguna moraleja de sus aventuras, asumen que nada tiene ningún sentido. Y no van a llorar ni a celebrarlo. Tan solo les deja absolutamente indiferentes, como si vivieran absolutamente anestesiados intelectualmente y se movieran completamente por impulsos.
Ese acercamiento relativista conduce, tal y como se ve, a una ley del más fuerte darwinista, encarnada por un Rick que nos cae bien, a pesar de ser, como mínimo, un genocida sin escrúpulos. ¿Dónde nos coloca eso como espectadores?
Pues Rick y Morty es el reflejo distorsionado de nosotros mismos. Estamos replanteándonos el funcionamiento del mundo constantemente. Estamos sobrepasado de estímulos y de información, lo cual nos ha conducido a una falta de ella. Estamos acomodándonos cada vez en unas trincheras políticas inamovibles y cada más distantes. Estamos escuchando moralina barata por todas partes porque eso es a lo que nos agarramos para sentirnos mejor. En resumen, estamos totalmente mareados y confundidos. Y esta serie nos recuerda que nada de lo que nos atormenta tiene la más mínima relevancia.
El hecho de que en esta generación sin futuro haya tenido tal aceptación esta serie solo puede indicar que estamos ante una crisis de valores. Las personas de las que más podemos aprender, son, precisamente, los que nos ha conducido a estos severos problemas que estamos teniendo, a la vez que nos exigen más de lo que se les ha demandado a ellos. Estamos confusos y no hemos sacado de una crisis para conducirnos a otra mayor. Riámonos y veamos la tele.
Su corazón late
Sí, vale. Tenemos asumido que su humor es caca-culo-pedo-pis refinadísimo. Pero ello no tapan las evidencias de que es un universo completamente amoral, que los personajes son tan capullos que hacen que Walter White parezca una hermanita de la caridad. Si, el espectador es cómplice de todo esto. Porque en el fondo, su acidísimo comedia juega con las fantasías en las que nos gustaría vivir.
Pero, cuando crees que ya le has pillado el tranquillo, esta serie te plantea este final:
O el inflexivo, emocional y trascendental final de la segunda temporada:
Son dos finales que rompen el tono de una serie en la que, la mayoría de las escenas, reman en otra dirección. Casi la contraria. Pero estas secuencias simbolizan a la perfección todo aquello, que finalmente, deje un poso emocional la serie.
Que, en una serie absolutamente radical, en el que los personajes son totalmente cartoonescos, hagan escenas que rompan con la rave que es la tónica que predomina en un episodio de esta serie, es arriesgado. Que además funcione, es inaudito.
Tras una revisión, te das cuenta que el humor alocado, en verdad, es consustancial a los conflictos de los personajes. Sí, el espectador se ríe de ellos, de sus miserias y de su patetismo. Pero también entiendes que sufres el estrés y la ansiedad que tiene Morty ante las situaciones que le superan, que las dificultades de Jerry para encontrar y mantener un trabajo es algo a lo que todos nos hemos enfrentados, que el divorcio de los padres es algo traumático para un niño y que, por muy cafre, antisociales y misántropos, siempre necesitamos a otra persona para vivir aventuras, tal y como le pasa a Rick.
Esas cuestiones emocionales son las que hacen que al final del día hagan que una serie nos llegue. Y, a nivel inconsciente, es lo que ha hecho que esta serie, frente a tantas otras, haya tenido un calado emocional.
Rick and Morty es contradictoria, es errática, es caótica, es ambivalente y es impredecible. Como lo somos todos nosotros. Lo que han hecho Roiland y Harmon es ponernos frente a un espejo para que, por un momento, podamos reírnos de todo lo que nos hace sufrir sin que nos demos cuenta.
En el documental Harmontown, el creador de la serie de culto Community, expone que para él tanto la creación del podcast como la ficción parten de una misma finalidad: exponer su complicadísima personalidad. Y que ha generado una comunidad de gente difícil de tratar que por ese motivo se han visto solos y se han sentido culpables por ello. Harmon solo puede entender a un marginado porque es uno de ellos y así es percibido. Sus creaciones, por extremas que sean, son la zona de confort de sus fans.

Ese sentimiento de comunidad, basado en las complicaciones de conectar con nadie, es algo que está presente sutilmente en esta obra. Rick y Morty trasciende la ficción. Y por eso hay gente con tatuajes de la serie, legiones de personas con ropajes con la serie y cómics publicándose. Al fin y al cabo, es uno de los pilares de la cultura popular contemporánea. Lo cual habla mucho de la sociedad en la que vivimos. Y de la necesidad que tenemos de sentir algo de verdad en un mundo que tiende a lo contrario.
Tampoco deja de ser bastante explicativo respecto a la esquizofrenia planetaria el hecho de que un gran estudio de Hollywood como es Marvel Studios, con producciones millonarias que, de fracasar, provocarían cierto seísmo en Disney, haya puesto la lupa en el equipo que ha acompañado a Dan Harmon durante toda su carrera. Tras el acierto de contratar a los hermanos Russo para dirigir las que han terminado siendo sus producciones más lucrativas, han contratado a algunos de los imaginativos guionistas de esta serie, como Jeff Loveness.
El siete de mayo de este año tendremos la esperada segunda mitad de la cuarta temporada Rick and Morty. Son pocas las series de emisión semanal tradicional que ahora mismo se hayan convertido en un fenómeno, con Juego de Tronos pasando a mejor vida. Que una serie semanal de veinte minutos y con una periodicidad de emisión aleatoria y antipática sea uno de esos tsunamis es (eructo) increíble.