Image United, lo que pudo ser y casi fue

Rob Liefeld, Todd McFarlane, Jim Lee, Jim Valentino, Whilce Portacio, Erik Larsen y Marc Silvestri. Solo hacían falta siete artistas para poder discutir la hegemonía de las dos grandes editoriales estadounidense. Pero no son unos siete nombres cualesquiera, son los dibujantes que dieron la vuelta a eso del dibujante/estrella. Ninguno, con su edad, había llegado a donde habían llegado. Tampoco ninguno se atrevió de romper de una forma tan drástica con estas editoriales.

Puesto que entendieron que el trato y la repartición de los beneficios no era del todo justa, aun siendo más generosa que la que tuvieron muchos de los que les precedieron, optaron por crear Image Comics. Una editorial independiente que ha terminado siendo en, casi, otra suerte de major. El nombre de su proyecto se debe a que ponían en entredicho la necesidad tanto de los guionistas como de las intromisiones de los editores. Eran dibujantes jóvenes y no iban faltos de ego, precisamente.

El nombre de la editorial era una declaración de intenciones en sí misma. Aunque con el tiempo, y con la llegada de otros grandes nombres deseosos de colaborar ahí, se ha desvirtuado este principio editorial, lo cierto es que no fue así con los fundadores que han mantenido cierta linealidad y autoría que se ajusta exactamente a ese espíritu.

No tardaron cada uno en crear su propio sello en el que poder desarrollar con libertad todos aquellos que quisieran sin interferir en el trabajo. De hecho, se han retroalimentado en una competencia entre unos y otros más o menos sana. Pero han mantenido las distancias, salvo en ocasiones contadas en las que se han producido algunos cruces o, incluso, colaboraciones entre ellos.

Su modelo de negocio no podría ser más diferente al que se aplicaba en las dos grandes editoriales. Lo era hasta tal punto que, seguramente, sus responsables desconocían las implicaciones que han terminado teniendo. Aquí el artista es quien retiene los derechos, lo cual ha sido un imán para muchos creadores que se terminan quemando de crear personajes y conceptos para las majors por no percibir ningún reconocimiento monetario o legar sobre sus creaciones, más allá de los salarios o primas. Aquí todo pertenece a los artistas. Esta es su casa.

Tal y como relatan en el documental The Image Revolution o el documental que les dedicó la cadena televisiva SyFy para su canal de Youtube, fue un momento sin precedentes que hizo que la industria avanzase hasta llegar a un punto más amable para los creadores, aún con todos los errores y demenciales estupideces cometidas por el camino.

La concepción de Image puede ser entendida un crossover revolucionario. 1992. Los artistas que vendieron más cómics de los que jamás se habían llegado a vender, deciden que no tienen suficiente con su trabajo en Marvel. Y optan por lanzar la primera editorial estadounidense creada por artistas para que sus compañeros tengan un lugar amigable en el que trabajar. Simple y llanamente. Y viéndolo así, cabría preguntarse, ¿Por qué es imposible que se unieran para producir un cómic en conjunto?

Robert Kirkman tiene 13 años cuando sucede este movimiento. Sus artistas favoritos pegan la espantada a una de las dos grandes, para montárselo por su cuenta. No había sucedido un movimiento tan extremo en la industria del cómic ni ha vuelto a suceder. Nunca antes había pasado nada remotamente similar.

Desde esa perspectiva, no cuesta imaginarse el impacto que tuvo esa jugada sobre este adolescente que aspiraba a convertirse en uno de los guionistas más importantes del principio de siglo. Quedó fascinado de tal manera que escogería siempre la opción de publicar sus cómics de forma independiente antes de pasar a formar parte de las dos majors. Es un compromiso bastante peculiar que, si bien no ha logrado cumplir del todo, es principalmente conocido por sus trabajos fuera de estas.

En segundo lugar, su objetivo principal era poder trabajar en Image Comics. El movimiento iniciado por estos hot artists del momento, hizo que el joven Kirkman los considerase sus héroes personales.  Mientras que el sueño de la mayoría de las personas que quieres hacer cómics, es poder trabajar en Marvel o DC, el creador de Invencible puso su punto de mira en acercarse a estos creadores rebeldes.

Prueba de ella es una de sus primeras obras, Battle Pope, un cómic de culto en el que iba de superhéroes, pero que no daba ninguna concesión al convencionalismo. Se puede apreciar claramente que no está hecho para llamar la atención ni de Marvel ni de DC Comics.

Si bien no fue un gran éxito apabullante, sí que le permitió poder acceder a las convenciones americanas y, de este modo, lograr establecer contacto con algunos de las personas que han estado detrás de Image. No tardaría en formar parte de esa “casa”, cumpliendo todos sus objetivos.

Pues ha quedado preciosa la nueva realidad.

Rápidamente Kirkman conseguiría publicar dos duraderos y jugosos títulos como son Invencible (2002) o The Walking Dead (2003). Ambas series se convertirían en grandes éxitos para la compañía que, gracias a estos títulos, entre otros, no solo se convertiría en una de las más lucrativas del mercado, si no que ganó un prestigio del que hasta ahora no terminaba de gozar.

Llegados a este punto, Kirkman ya se había ganado de sobra el respeto de los fundadores. Hasta tal punto fue así que fue el primer creador que podría tener un sello propio dentro de la editorial, aparte de los fundadores: Skybound, donde no solo ha publicado sus propios títulos si no que ha hecho las veces de editor de trabajos ajenos. No solo eso, sino que, además, lo nombraron partner de la editorial. Fue un ascenso exponencial y muy veloz que demuestra la confianza que logró labrarse entre los fundadores.

Y llegamos a 2007. Los fundadores, tras años sin mantener ningún contacto, se reencuentran en una sesión de firmas para la librería especializada californiana Atomic Comics. En una reunión justo después de la sesión de firmas llegaron a la idea de que sería una buena idea hacer un crossover con todos los fundadores (salvo por el bueno de Jim Lee, que ya había vendido Wildstorm, su sello dentro de Image, a DC Comics, lugar en el que ha venido desarrollando su trabajo desde ese momento). Eso supondría una especie de refundación, asentamiento y recordatorio de los principios en los que se fundó la compañía.

Además, partieron del número 39 de Los Cuatro Fantásticos como referencia. Este número contó con una singularidad: hay un encuentro de la familia marvelita por excelencia con Daredevil. ¿Cómo lograron que la personalidad tanto de los anfitriones como del invitado quedase diluida? Pues invitaron a Wally Wood, dibujante de la serie del diablo guardián por aquella época, para dibujar al personaje sobre el trabajo de Jack Kirby. Como resultado se obtuvo un cómic bastante orgánico en el que no chirría este aspecto. Ellos querían hacer un cómic en el que cada uno dibujase sus personajes.

Después del reencuentro y de esa conversación, Erik Larsen hizo una llamada a Eric Stephenson, principal responsable editorial de Image, para proponerle la idea. Este quedó entusiasmado y comenzó a mover los hilos para hacerlo posible.

Lo primero que se decretó es cuáles son las presencias de qué personajes eran necesarias para que todos pudieran participar: Youngblood (Liefeld), Spawn (McFarlane), Savage Dragon (Larsen), Shadowhawk (Valentino), Witchblade, Cyberforce y The Darkness (Silvestri). Una vez configurado el equipo, y con los artistas manos a la obra comenzando a diseñar el aspecto gráfico, habría que encontrar a alguien que sea capaz de otorgar una “excusa argumental” que justificase e hilase todo este desfile de personajes.

Dicen de mí que soy un tanto animal, pero en el fondo soy un sentimental.

¿Quién sería la persona adecuada para ejercer las labores de guion en este proyecto tan faraónico? Pues, en este caso, la respuesta fue tan obvia que tampoco se lo tuvieron que pensar demasiado. Antes de dejarlo en manos de uno de los seis dibujantes y que el proyecto muriese por una lucha de egos, se escogió al hijo adoptivo y predilecto de la compañía: Robert Kirkman. Y este, obviamente, aceptó porque para él era un caramelo la posibilidad de poder colaborar con sus seis grandes héroes. De hecho, terminará siendo una figura fundamental, más allá del puesto por el que está requerido.

Se publicaron tres números y un número cero especial que sirvió a modo de prólogo. Se nos pone en el punto de vista de un personaje creado para la ocasión: Fortress. Es un joven con poderes derivados de un traje que comienza a usar. No se explica nada de su background ni de cómo ha obtenido el traje. Simplemente está ahí porque para contar la historia se necesita tanto un hilo conductor entre todos los personajes, como para ser algo “amable” para el lector primerizo o, mejor, dicho un personaje que vaya descubriendo las cosas a medida que él.

El cliffhanger del número especial de prólogo publicado en 2008, Fortress termina teniendo una visión en el que presencia que va a ser necesaria una reunión de todos los iconos de Image para detener un apocalipsis cada vez más próximo.

El primer número de la serie retoma la línea argumental justo en el punto en el que termina el prólogo. El protagonista hace un cambio brusquísimo de personalidad tras esta visión. Y se presentan a los distintos héroes que han descubierto todo el percal. Fortress pasa a tener un rol más secundario como alguien que tiene más información que el resto. Además, al final de este número, hace acto de presencia el que terminará siendo el villano principal: Spawn Omega.

Argumentalmente, los dos primeros números, priman completamente la peripecia, sin importar particularmente la verosimilitud de ellas. Es un cómic muy dinámico en el que no hay apenas momentos que permitan una profundización de los personajes o su función dentro de la historia.

Gráficamente, tampoco se podría decir que estuviese inspirado. Sus composiciones con totalmente convencionales e insípidas. No hay ningún truco para todo conocedor de las obras de estos artistas. En el mejor de los casos, se puede decir que hay un barroquismo y un mínimo esfuerzo por crear imágenes epatantes.

También es destacable el modo en el que han logrado integrar tanto las similitudes como las diferencias de siete distintos estilos conviviendo en una misma viñeta de un modo bastante impecable. En ningún momento se nota una estridencia que choque a los ojos del lector, si no que se ha conseguido que todo encaje. Además, también se ha conseguido que funcionen de forma orgánica los distintos tonos que tienen los distintos personajes. Esta serie se siente como si todo fuese una única pieza, en lugar de una suma de varias. Manejando trozos de aquí y de allá tan dispares, es un logro.

Uno que no tardaría en hacer aguas. Un proyecto tan ambicioso, con unos artistas tan difícilmente manejables colaborando juntos estaba destinado a estrellarse contra un iceberg. Y así fue: después del tercer número, Todd McFarlane se rajó y no quiso continuar haciendo sus dibujos. Y eso condujo a la paralización en 2010 de un proyecto que, además, ya iba contando múltiples retrasos. Una situación en la que todavía permanece.

De hecho, si la serie ha aguantado durante tres números ha sido, en buena medida, gracias a Kirkman. En primer lugar, ejerció una presión necesaria para que los dibujantes acabasen las páginas. Y ejercerla era necesario para que todos cumplieran. Pero siempre se corre el riesgo de que alguien se tire por la borda, como pasó. Y sumado al hecho de que esto nació como un proyecto en busca de ser un divertimento, casi como una broma, pues no terminó de calar esta forma de proceder.

El mundo es bien pequeño para que terminen coincidiendo más de lo que parece.

Tal y como contó Larsen en una entrevista de 2011, muchas veces acababan las páginas para evitar la vergüenza de ser el último en acabarlas. Y que esa fuente de motivación era una que no les gustó a algunos.

También le contó que se ha seguido avanzando para intentar que el resto de números vean la luz, pero que algunos de los siete ya han cerrado este capítulo de su trabajo y no tienen el más mínimo interés en volver a él. Elocuentemente, comentó que ha lanzado algunas piezas de Savage Dragon junto con Spider-Man a ver si, de este modo, consigue picar al artista que se plantó y sin el cual, no se puede continuar.

Aunque, la verdad, es que los problemas no estuvieron a partir del cuarto. Ya venían de atrás. Kirkman tuvo que llamar a su compañero de Invencible, Ryan Ottley, para pegar un repaso y hacer algunos terminados del tercer número. Además de pegar un repaso para que se homogeneizasen los distintos estilos y no hubiera grandes estridencias. Fue un trabajo por el que no fue acreditado en ningún momento, pero que fue fundamental para que se pudiera publicar el tercer número.  

También es cierto que Kirkman terminó en su momento todos los guiones de la serie y que, si no está acabada la serie, no se puede decir que fuera por una falta de implicación de este. Él ejerció funciones que no le correspondían por hacer lo posible por llevar a buen puerto este proyecto. Pero luchar contra una tormenta o un volcán es imposible. Esta es una derrota que está escrita se haga lo que se haga.

Si este proyecto no ha conseguido terminarse se debe a dos principales factores: el primero de ellos es una falta concepción más claramente definida. Creo que los distintos implicados tenían distintas expectativas y objetivos respecto al alcance y proyección de Image United. Eso supone distintos grados de implicación y distintas motivaciones entre los que tienen que levantar un proyecto. Si se hubiese definido más claramente, tal vez, habría ayudado a que todos remasen en la misma dirección, que es lo deseable en cualquier tarea de índole colaborativo.

Por otro lado, cuando hay mucho gallo en un mismo establo, es difícil que no se produzcan roces entre unos y otros. Como con cualquier cosa, solo se puede acceder a información pública y, por tanto, hay cierto aspecto de oficialidad en ella. No sabemos realmente si se produjo algún problema interno porque todos son lo suficientemente profesionales y elegantes como para no comentarlo. Pero eso no quiere decir que se pueda descartar nada. Como alguien que se ha involucrado en algunos proyectos creativos, muchas veces fracasan por una falta de entendimiento entre las distintas partes. De hecho, el que algo funcione y termina en buenas condiciones es la excepción y no la norma.  

Y este cómic contiene varias singularidades que provocan que este cómic que a todos ojos mínimamente exigentes deja bastante que desear si no es anodino directamente, sí que tiene bastantes puntos argumentables de por qué es una obra que valdría la pena tener cierta consideración y respeto.

Lo primero que hay que explicar es que, filias o fobias aparte, este es un cómic eminentemente noventero. Para lo bueno o para lo malo. Nos encontramos mucha peripecia, personajes musculosos y con pocas ganas de establecer diálogos teniendo la opción de golpear, tramas tan innecesariamente hecho por todos aquellos que han definido, precisamente, este acercamiento estético y narrativo. No hay ni una sola evolución desde entonces y hay cierto estoicismo que ignora los cambios de tendencia.

Cuando uno lee el cómic no deja de tener la sensación de que está presenciando una rara avis. Es como alguien intentando avivar la llama de una chimenea que está apagada dese hace años. Cuando se observa eso, es imposible no sentir distancia ante el esfuerzo acometido en vano. Pero, aunque esto cueste más reconocerlo, también nos topamos algo de ternura por el acto de insistencia. Se intentan recuperar un modo de hacer que ya no funciona.

Aquí también amamos los pies de Liefeld y sus naturales y nada forzadas poses.

El cambio como tal, sea personal o del entorno, no es ni bueno ni malo. Simplemente es un acontecimiento objetivo que sucede y que nos fuerza a reaccionar. De lo contrario, nos encontramos en un estancamiento del que es difícil salir. Y esa es la impresión que deja a uno cuando lee Image United. Que está frente a un anacronismo. Pero uno bastante singular.

A pesar de que, si se analiza como únicamente como cómic, es ampliamente cuestionable, que no mejorable (la diferencia está en lo siguiente: contenido es exactamente lo que se puede esperar de este proyecto. Ni más ni menos. Otra cosa es que se conecte con esta propuesta). Es una obra que sabe perfectamente lo que es, no engaña ni aspira a ir más allá del mero entretenimiento. Y, en ese sentido, esa falta de pretensiones artísticas hace que, para determinados momentos, pueda ser algo que conecte con las necesidades de varios lectores. Lectores que admiran muchísimo, sin ninguna ironía, a todos los implicados. No es algo despreciable.  

Sumado a todo ello, el hecho de que haya quedado inacabada siendo un proyecto del calibre que tiene, hace que se dirija al reino de las obras “malditas”. Eso confiere a la obra una forma de leerlo que, de haber estado terminada, hubiese sido distinta. Las obras que volaron tan cerca del sol que se les derritieron las alas, hay que percibirlas como una pieza imposible de existir. Y eso le da un aire mitificador inevitable a este tipo intentonas fallidas.  

Lo que está fuera de toda discusión es que es una de esas obras que es necesario el contexto para sacar todo el jugo. Si un lector primerizo se acerca a ella, puede quedar fascinado por el dibujo, pero no entenderá nada. Es la primera vez que estos titanes se unieron para hacer un cómic en conjunto.  Ha habido colaboraciones puntuales previas (el máximo exponente precursor es el Image Comics: The 10th Anniversary Book, que se publicó cuatro años después de la celebración de la década de la editorial. Image y sus retrasos. Y tampoco contaba con Portacio) y posteriores (de hecho, en esta misma serie, se incluye una preview de la denostada Haunt, de Kirkman y McFarlane. También Kirkman publicaría una miniserie de cuatro números ilustrada por Rob Liefeld, The Infinite). Pero jamás había coincidido semejante lista de nombres.

En mayo de 2019, Rob Liefeld publicó un post en Instagram en el que calificaba a Image United como un Comic Book sin otro igual. Y, aun siendo bastante mejorable en la forma, en el fondo, tiene toda la razón: es uno de los proyectos más ambiciosos y quijotescos que jamás se hayan producido en este medio. Y como el personaje de Cervantes yéndose a pegársela contra los molinos creyendo que son gigantes, fueron bastante ilusos creyendo que su destino sería otro que recibir un golpe en el intento. No dejó pasar la oportunidad y explicó que haría una intentona definitiva para intentar hacer que esto volviera pronto.

El intento más reciente, al menos de carácter público, de resucitar el proyecto lo realizó Rob Liefeld en septiembre de 2019. Duró poco esa presión. Indicó que el cuarto número está completo en un 60% pero que también se encuentra trabajando en bocetos de los siguientes números. Prometió a sus fans que iba a volver pronto y que habría noticias.

Este señor y las promesas incumplidas… Igual su verdadera vocación era la política.

Sin embargo, para complicar todavía más esa remota posibilidad, Rob Liefeld perdió los derechos de Youngblood en favor de Terrific Productions LLC. Ya no eran personajes de Image, con lo que no podría seguir publicando más historias de ese grupo. Era el último clavo en el ataúd para esta Image United que parece destinada a no existir, a pesar de la persistencia de algunos de sus implicados en dar un cierre al proyecto.

Si algún día llegará a cerrarse o no, solo el tiempo lo dirá. Pero ahora mismo parece que está más lejos que nunca de que pueda llegar a producirse. Pero que sea una miniserie inconclusa de la que, diez años después, todavía sigamos hablando de ella supone que se ha logrado que haya conectado con un público determinado. Y, al fin y al cabo, ese es el gran objetivo de cualquier creación: ser recordada y vencer el paso del tiempo.  

Un proyecto como Image United estuvo alimentado principalmente de la megalomanía. Y murió por obesidad mórbida. Si se piensa en ella, no se piensa en los recursos narrativos manejaos o por el impacto de su dibujo. Se piensa como una conjunción de astros con un ego de un tamaño similar. Un retorno de viejas glorias haciendo lo que han estado haciendo su vida: llevando el exceso a niveles insospechados. Bendita locura.