Título: Cemetery Beach (La Playa Cementerio) |
Guion: Warren Ellis |
Dibujo y color: Jason Howard |
Edición Nacional: Norma Editorial |
Formato: cartoné, 160 páginas a color |
Precio: 20,00€ |
A todos nos atrae la idea de la huida. En algún momento u otro nos vemos atrapados en nuestras existencias. Asfixiados, incluso. Dándonos cuenta de que el mundo que nos rodea no tiene por qué ser amable con nosotros. O que estamos fuera de sitio, que no pertenecemos al contexto en el que hemos tenido que movernos. A todos nos gustaría escapar.
Tal vez, por eso el género carcelario, tendente a narrar como el ansia de libertad conduce a los/las reos a intentar salir de ahí, tenga tanto predicamento. Es un género que. al final, es una metáfora de la fantasía, de la evasión como vía de escape de la prisión que puede ser la realidad. Porque apela a facetas de nuestro fuero interno que todos tememos confesar.
Cemetery Beach (La Playa Cementerio), título perfecto dado el carácter simbólico de ambos escenarios, es un cómic que debe leerse en esos términos para ser disfrutado realmente. La capa de lectura más superficial puede ser un divertimento, pero el entendimiento más profundo precisa de cierto bagaje referencial.
No es difícil ver a un Warren Ellis cada vez más metido en el audiovisual (a la serie de Castlevania, en Netflix, de la que es showrunner nos remitimos), inspirarse en la magnífica Mad Max: Furia en la Carretera (que, a su vez, es deudora de películas como La Huida de Sam Peckinpah). La frenética película dirigida por George Miller es una pieza, a todas luces, ejemplar. Es un blockbuster espectacular que no da respiro al espectador, pero que sabe que lo que verdaderamente marca la diferencia (aparte de las imágenes espectaculares) es el saber dotar a la creación de un contenido dramático estimulante. Si no, no serían más que meros fuegos de artificio.
O, incluso, también puede llegar a recordad a la imprescindible novela La Carretera, de Cormac McCarthy, salvando las hondas intenciones de la creación literaria. Entiéndase en el sentido de que tenemos a un par de personajes protagonistas recorriendo mil y una adversidades en búsqueda de, precisamente, un lugar seguro en el que poder asentarse (y ambas comparten climax en una playa). El personaje protagonista de mayor edad, en ambos casos, representa a los valores del pasado que ya han desaparecido frente a la barbarie y el otro personaje es quien traerá un nuevo y, con suerte, mejor mundo.
El concepto del que parte no podría ser más consciente de los referentes que maneja, tanto en forma como en fondo. Pero pasándolos por el filtro de apasionado de la ciencia ficción y por las investigaciones científicas que posee Warren Ellis. Y lo cierto es que consigue contar algo de interés.
El guionista de Essex, a estas alturas ya no tiene absolutamente nada que demostrar a nadie y, tal vez, por eso esté centrado en proyectos que a él le interesa hacer, sin tanta necesidad de ambiciones de trascendencia. Cemetery Beach (La Playa Cementerio) es una propuesta que creo que se ajusta a ese perfil de saber hacer malabares para conseguir tenerlo todo, incluso momentos emocionales, en una historia que si por algo está marcada es por ser una suma de peripecias en un constante crescendo. Y eso solo lo consigue hacer de forma satisfactoria alguien con espolones a la hora de contar historias.
Sin embargo, el veterano viejo bastardo, consigue alcanzar cierto equilibrio entre la acción más desenfrenada (al fin y al cabo, estamos ante una persecución. Y ese es un recurso dramático que te conduce a ello) y, sin detener el ritmo, logra ahondar en el universo que se nos presenta. No es un cómic de grandes giros dramáticos ni de desarrollos complejos. No busca serlo. Es un cómic que entre peripecias nos veamos sobrecogidos por la belleza del mundo que se ha construido y por las características de los personajes.
Warren Ellis nos explica esos conceptos de un modo que se podría discutir: a través de los diálogos. En los medios visuales, se debería dar más valor a mostrar en lugar de contar. Pero lo explicativo es la forma más directa de introducir determinados conceptos sin tener que romper con el ritmo. Lo que es seguro, es que se tendrían que narrar de una forma distinta. Y las intenciones de la obra variarían. Si seguimos el referente de Mad Max, tiene menor grado de verbalización. Pero estamos en un mundo conocido. Aquí pasa todo en, tan solo, tiene números imparables.
El guion, por tanto, es sumamente creativo, no tanto por los recursos que maneja, si no por cómo es capaz de plantear y desarrollar tantísimo con tan poco espacio de páginas y de recursos. Además de manejar un tono y una narrativa muy fina y particular que solo puede manejar el guionista inglés. Cuando uno lee un cómic suyo, sabe que lo es. Y esta no es una excepción.
Los dibujos de Jason Howard se aprecian que tienen menor experimentación y mayor precisión respecto a su otra colaboración con Warren Ellis: Trees. No es difícil imaginarse al dibujante concentrado en conseguir trasladar todo el dinamismo y la agilidad que una historia de estas características precisa. La mayor pega que se le podría achacar es que, tal vez, sea demasiado convencional y cuadriculado en sus recursos. Pero aún así, se nota ese esmero en sus lineas a la hora de alcanzar esa especacularidad y esa sensación de movimiento impulsivo que esta narrativa precisa. Al final, tanto guion como dibujo, nadan hacia un mismo rumbo.
La edición de Norma Editorial, aparte de los números que componen la miniserie, las siete portadas originales y las alternativas. Estas últimas, no tienen desperdicio, ya que todas y cada una de ellas se tratan de homenajes a otras portadas icónicas del cómic. Todas ellas realizadas por Howard, que hace gala de su versatilidad a la hora de emular el estilo de otros dibujantes.
A veces cuando abres un cómic, no buscas que te cambie la vida. Tan solo esperar ideas locas, acción imposible, dinamismo gráfico, personajes que solo tendrían cabida en este medio, una historia bien contada. En definitiva, una evasión. Una huida.