Para encabezar esta reseña, lo primero que hay que reconocer que servidor no es el mayor admirador de la saga elaborada por George Lucas. De hecho, la única película episódica de las nueve es el episodio VII, precisamente, por la subversión que plantea Rian Johnson. Sin embargo, es una saga a la que, a pesar de todo, se le debe reconocer una serie de méritos. Y es de las pocas películas de las que se podría decir cambió la forma de hacer cine (lo cual no quiere decir que haya sido para bien) y es de las pocos blockbusters que despiertan el interés tanto de la crítica como del gran público.
Otra cuestión que es difícil discutir cuando se habla de Star Wars es de su potencial de contar historias. Aunque tenga un título que indica que estamos ante un género bélico, es engañoso. Si observamos a línea principal, nos encontraremos con una space opera basado en El Héroe de las Mil Caras de Joseph Campbell. Pero, personalmente, la saga es infinitamente más interesante cuanto más se aleja de ello.
La compra de Lucasfilms por parte Disney y la explotación de Star Wars, nos ha llevado a un mayor grado de producción. Con mayor o menor acierto, nos ha traído una serie que tontea con el western, como The Mandalorian, una película que se centra en el aspecto bélico (Rogue One) y una película de robos y aventuras (Solo). Y el denominador común en todas ellas han tenido la virtud de no invitar a ningún jedi (y la cosa es que tampoco se le ha echado de menos) y restringir el uso de sables de luz.
La mencionada adquisición de la compañía del ratón, también supuso que Marvel volviese a publicar los cómics de la franquicia. Fue un evento que no se produjo desde 1987. Las primeras propuestas serían: Star Wars de Jason Aaron y John Cassaday, Princesa Leia de Mark Waid y el matrimonio Dodson y Darth Vader, con Kieron Gillen y Salvador Larroca. Estas nuevas series comenzarían su andadura en 2015.
Doctora Aphra no tardó mucho en convertirse en uno de los personajes más queridos de esta nueva etapa de Star Wars. Apareciendo en el tercer número del Vader de Gillen, fue un personaje llamado a ganar más protagonismo. ¿En base a qué? A ser un personaje femenino muy carismático e inteligente que ha sabido poner en apuros a grandes poderes y salir airosa de los suyos propios. Por no hablar de que siempre estaba acompañada por unas versiones oscuras y psicopáticas de C3PO y R2D2. Fue uno de esos secundarios de los que te gustaría saber más.
Y, tan solo un año después, consiguió su spin of. El apartar a un personaje de la serie matriz, donde juega un rol secundario, para darle el suyo propio en el que pasa a ser el principal, siempre es un salto de fe. Un personaje principal, pide una mayor profundización y arcos evolutivos. En definitiva, que el personaje con tantísima chispa del que nos enamoramos, puede perderla porque queramos conocerlo mejor.
Pero este no es uno de esos casos. Doctora Aphra tiene bastantes decisiones tomadas correctamente. Argumentalmente, es una de las series más trepidantes y mejor construidas de todas las publicadas recientemente por la editorial. Y eso es mérito de la colaboración de dos guionistas tan interesantes como Kieron Gillen y Simon Spurrier.
Respecto a qué es lo que le interesa de Aphra, Kieron Gillen comentó lo siguiente:
“La cosa con Aphra, para mí… Es, ¿Qué hará y que no hará? Nunca puedes estar seguro de que es lo que va a hacer y lo que no. Tiene esos momentos de terror en los que va a hacer algo terrible y también los tiene de “¡Oh, no! Ha decidido no hacerlo”.
Kieron Gillen
Con ello, se detecta una cosa que sirve tanto para el personaje, como para la serie y para la saga: estamos ante uno de esos casos en los que se subvierte los arquetipos que son la seña de identidad de Star Wars. Es un personaje gris, que no se decide enrolar con nadie y que ha sido bastante independiente de todos los acontecimientos.
Este primer volumen de Doctora Aphra se ubica entre el Episodio IV y el quinto. Retoma los acontecimientos poco después de que viéramos al personaje fingir su muerte en la serie de Darth Vader. Se nos define al personaje como una arqueóloga que trata de enriquecerse de las reliquias antiguas en este contexto de guerra. Y en la primera escena, la vemos actuar de forma un tanto tramposa y oportunista, ayudada de un par de robots que le hacen el trabajo sucio, solucionándole la vida en más de una ocasión.
Sin embargo, la serie a medida que avanza, se torna en una serie de espionaje a dos bandas. Y de supervivencia en una constante huida hacia adelante. Aunque Kieron Gillen se mantiene los primeros diecinueve números para ayudar a Simon Spurrier para entienda bien el tono y el personaje, lo cierto es que la serie explota todo su potencial en cuanto el primero abandona la serie en el número 19.
Es a partir de ahí en el momento en que se toman las decisiones más complicadas: la liberación y posterior conversión de 0-0-0 en una figura villanesca temible, el hacer que el personaje tenga una sexualidad abiertamente lésbica (cosa que el cine todavía no se ha atrevido a hacer, salvo por un castísimo beso de un extra de fondo en un único plano que cortar cuando se estrene la película en China), el hacer que el personaje se mueva fuera de su zona de confort, el establecimiento de las relaciones entre los dos bandos, trabajando a dos bandas en muchas ocasiones, las decisiones mal tomadas que conducen a la protagonista a posiciones complicadas… Y es ahí cuando la serie gana interés. Con Gillen, se intuía algo de ello, pero no lo exploró en toda su profundidad. Teníamos una serie de aventuras, con mucha peripecia, y, orgánicamente, pasó a convertirse en otra cosa.
Simon Spurrier no es nada complaciente con su personaje y la hace evolucionar por las malas. Este guionista ha sabido crear una atmosfera en la que la protagonista siempre está en serios apuros de los que sale gracias a su ingenio, aunque sea para conducirle a problemas mayores. El hecho de que no sea más que una persona, con defectos y virtudes, hace que se vea sobrepasada constantemente por todo. Y ese efecto, ayuda mucho a la empatía hacia un personaje al que le sobra el carisma. Es una fórmula ganadora.
Sin embargo, una de las mayores pegas que se le podría achacar es el baile de dibujantes que tiene esta serie (mal de la serialidad contemporánea de los cómics y sus exigentes plazos de entrega). Por esta serie, inaugurada por Kev Walker y Salvador Larroca, han pasado Emilio Laiso, Wilton Santos, Caspar Wjingraard, Will Silney o incluso, la prestigiosa Elsa Charretier. Y ese baile resiente esa unidad gráfica, puesto que tienen estilos bien diferenciados. Sin embargo, en lo positivo, todos están a un nivel considerable. Pero el todo es disonante.
Esta serie gustará hasta a los más desencantados con la franquicia, como servidor. Nos encontramos una cosa muy atípica respecto a las otras propuestas o a lo que uno piensa cuando piensa en Star Wars. Y eso demuestra que muchas veces, nos movemos por prejuicios, y que, si dejamos todos los peros de lado, nos encontramos con un universo con un potencial que no parece tener fin. Y eso siempre es algo fértil a la hora de contar historias tan desenfrenadas y divertidas como las narradas en Doctora Aphra.
La buena Doctora Aphra es un personaje memorable y una adición en la saga que ha sido de las que mayor aceptación han tenido por los fans. Su presencia hace que esta franquicia gane en complejidad y ambigüedad en muchos términos. Esperemos que la nueva serie capitaneada por la guionista Alyssa Wong y por la dibujante Marika Crest logre seguir la estela que le precede y que dé el salto al audiovisual. Este es un personaje que lo merece. Ah, y que finalmente consiga sacarse el maldito doctorado.
May the 4th… Ya sabéis el resto.