Un juguete narrativo de extraordinaria complejidad inaugura la segunda parte de la cuarta temporada de Rick and Morty.
(Atención: Incluye spoilers, reflexiones apenas justificadas sobre las intenciones de los creadores de una serie de ficción enormemente popular y mucho más brillantes que el autor de estas líneas, análisis baratos sobre la relación entre el cartoon y el mundo de la mercadotecnia, esquemas mentales apenas esbozados basados en la experiencia del autor como objeto de la narrativa más meta y una mala digestión de Ende, Joseph Campbell y Mircea Eliade, ganas frustradas de hablar sobre el monomito y la catábasis, ciertas dudas sobre si Dan Harmon puede seguir jugando a lo mismo durante mucho más tiempo y pánico ante la posibilidad de que uno de los genios de la televisión de este siglo empiece a repetirse, probablemente fruto de un cierto sentimiento de inevitabilidad dramática tras casi dos meses de encierro. No recomendado para menores a menos que quieras explicar a tu hijo qué es una canaleta de l&fa. Las piezas se venden aparte, normalmente en funkos fáciles de encontrar en El Corte Inglés y rara vez utilizando la web de la serie que los creadores intentan colarte con alevosía. Esto no es un resumen de lo que ya has visto)
Ha vuelto Rick and Morty, y el episodio de la serie que nos ocupa se titula Never Ricking Morty, en una alusión directa al nombre en inglés de La Historia Interminable. Esto no deja de tener sentido porque hablamos no sólo de una maravilla de la literatura juvenil sino, quizá, al mejor exponente iniciático de la metaliteratura. Es imposible terminar el episodio y no pensar que el Auryn, como el uroboro, también podría ser un tren. Y que Dan Harmon es el señor supremo de lo Meta. De lo Meta, no de la meta. Eso es Breaking Bad.
El episodio es, y nos lo dicen desde el principio, un instrumento narrativo. Y ese instrumento narrativo, que también recuerda al que vimos en Snowpiercer, es un tren. En dicho tren, los pasajeros cuentan sus historias sobre Rick and Morty, todas ellas completamente nuevas. Algo que Harmon ya hizo en el episodio de Community Paradigmas de la memoria humana.
Sin embargo, dos figuras narrativas que hacen las veces de Rick and Morty, secuestran la antología (“¡Para eso tenemos la televisión interdimensional!”) y hacen avanzar narrativamente la trama.
En ese momento, aunque aún no lo sabemos, tenemos oculta una gran continuidad de Rick and Morty y la microcontinuidad que se nos presenta. En esta microcontinuidad se encuentra un tren que está rodeado a su vez de un campo de lo que llamaremos “anticontinuidad”. Es importante señalar, de nuevo, que no estamos viendo a los Rick y Morty paradigmáticos de la continuidad regular, son sólo los avatares narrativos que forman parte del juguete del guionista, apenas un poco mejores que los que sirven para las pequeñas viñetas de acompañamiento.
Lo divertido es que los guionistas juegan con las aspiraciones de Harmon hasta el punto de llegar a plasmar en pantalla las propias teorías narrativas del autor, que siempre plantea conceptos circulares y juega con ellos, y con las ideas de Joseph Campbell, siguiendo unas normas claras y subvirtiéndolas a la vez.
El primer microverso de continuidad
En el momento en el que los protagonistas arrojan por la ventana al campo de anticontinuidad al revisor, éste aparece en un microverso independiente en el que existe un videojuego de Rick and Morty muy similar al de Roy, una vida bien vivida. En dicho microverso tenemos tres tramas. La del propio Revisor, en su forma suburbana, la de los medios que informan sobre la situación y la globalizan y la del joven que explica a su novia que no puede tener sexo porque él y otros reprimen su energía sexual para salvar el universo. Justo cuando flojea y se deja seducir, el Universo se destruye.
Un aparte rápido. Este microverso no se destruye porque el joven haya tenido sexo, sino porque Morty ha matado a tiros al Revisor. Sin embargo, el joven siente culpa mientras desaparece de la existencia. ¿A qué se debe? A otra constante harmoniana: la coincidencia entre correlación y causalidad. Ya lo vimos con la historia de la secta y las cabezas gigantes de Get Schwifty.
El siguiente giro tiene que ver con la necesidad de salir del tren con trajes defectuosos para generar una disrupción del campo narrativo. ¿Cómo lograrlo? Contando una historia que no tiene nada que ver con Rick y Morty. Básicamente, los autores juegan con sus supuestos incumplimientos en el test de Bechdel y Morty se ve obligado a inventarse una historia en la que su madre y su hermana tienen una conversación que no tiene nada que ver con los dos protagonistas. Una en la que su “momento especial” se convierte en periodos arcoiris capaz de matar a escorpiones gigantes con lacitos rosa. «Una obra maestra del feminismo».
Lo paradójico es que Rick and Morty, con sus limitaciones, sí cumple a menudo el test de Bechdel. O eso creo. Juraría que en el episodio de la app para ligar, toda la trama entre Beth y su hija no tiene que ver con los hombres, sino con su relación entre madre e hija y con cómo se configuran las dinámicas de poder entre ambas. Pero quizá soy sólo yo. En el episodio de Rickinillo la psiquiatra y Beth mantienen un intercambio elaborado, aunque Morty esté presente como espectador casual. La trama de Bethany y Nancy en Ricksy Business es menor, pero juraría que también cumpliría con el test.
- Aparecen al menos dos personajes femeninos,
- las cuales se hablan entre ellas,
- sobre algo distinto a un hombre.
Así que, si en Rick, Die, Repeat, los creadores nos dejaban claro que no están dispuestos a convertirse en una herramienta para sus granujientos fans ultras, y lamentaban de forma explícita el giro que estamos viendo hacia la extrema derecha en las sociedades occidentales -“¿Desde cuándo esto (lo nazi) se ha convertido en la versión por defecto?”-, en este episodio te dejan claro que tampoco están especialmente ilusionados con la idea de convertirse en los chicos de carpeta del feminismo. Aunque esto no deja de ser interesante, porque muchos de los personajes más desarrollados, complejos, poderosos y fascinantes de Rick and Morty son mujeres.
Llega, ¡el Story Lord!
A partir de ahí, se nos presenta al Story Lord, que no deja de ser una forma de representar al Viejo de la Montaña Errante de la Historia Interminable, un avatar de la parte autoral responsable de Rick and Morty, o al menos de la que está a cargo de esta trama en concreto.
El Story Lord, interpretado por Paul Giamatti, hace dos cosas con Rick and Morty. Por un lado, saca de la continuidad (del tren) a Morty y le recrea en un mundo en el que sale de un huevo de estasis. Dura poco. Poco después, nos presenta a un Morty en plena guerra. A continuación, saca a Rick a la anticontinuidad para convertirle en un profesor con bigote que ha encontrado la respuesta a (¿algo?). Pero como ambos están fuera del tren al mismo tiempo, terminan encontrándose, aunque no tardan en volver juntos al vehículo para seguir recibiendo una tunda. En todas estas escenas hablamos de secuencias alternativas que no pertenecen en modo ninguno al canon.
Y ahí nos encontramos con la segunda intervención del Story Lord, que amarra a los protagonistas a la pared y les extrae su “potencial narrativo”. Ahí, vemos secuencias de lo que me ha dado por llamar el «trailerverso”, básicamente porque muchas de las escenas aparecían en el trailer de la temporada. Ahí aparecen cosas que no son canon sino que tienen POTENCIAL DE CANON. Cosas por la que los personajes podrían pasar o no, pero que integran arcos que colean en el cuarto de escritores. Snowball, Tammy, Abradolf Lincler, Evil Morty… De hecho, juega con las expectativas de los fans que esperan más resolución y menos locuras.
La serie no nos está diciendo que esas cosas no vayan a pasar, o que no vayan a analizarse, sino que forman parte de un futuro posible. Otra cosa es que vayan a llegar ahí. O cómo lo harán. En todo caso, que el mismo personaje que te saca de tu continuidad sea el mismo que te plantea escenario factibles de la misma no deja de ser un ejercicio de flexibilidad narrativa olímpica.
Porque además, mientras la trama avanza, los protagonistas han ido cumpliendo con las etapas fijadas por el círculo narrativo de Harmon hasta llegar a una conclusión razonableemente satisfactoria. ¿Y cómo vencen a su némesis? Como se supera a cualquiera en ficción: con su mayor debilidad.
Si la motivación del Señor de las Historias es encontrar el potencial ilimitado de los personajes para mover su herramienta narrativa, el hecho de que Rick recurra a Jesús supone, básicamente, frenar cualquier avance. Y no es una crítica intrínseca a la religión. De hecho, el propio ‘Rick’ juguetea con la idea de que, más allá de cómo se plantea la historia, en realidad Jesús les ha salvado, lo que no deja de ser una repetición del tópico de la salvación en culturas muy cristianizadas. Y le sirve de escudo frente a los comentarios de Internet.
Lo que sí se denuncia es que la religión plantea historias limitadas, en el sentido de que no te permiten jugar porque todo es canon absoluto. Canon divino, de hecho. Son historias con las que no se puede trastear sin terminar consiguiendo tu propia congregación y deducciones fiscales. Buena parte de nuestra cultura y de las diferencias entre naciones occidentales tiene que ver con que un señor alemán decidió crearse una fan fiction del catolicismo.
*Inserte aquí el lector profundamente católico todas sus reflexiones sobre por qué los autores no habrían hecho lo mismo con Mahoma*
Harmon ya había jugado con esto en el episodio de Community en el que Shirley encarga a Abed un vídeo religioso. Ahí, la única posibilidad que tenía el creador para resultar original era, literalmente, usurpar el relato cristiano e imitarlo desde el principio hasta el final con todas sus fases, muerte y resurrección incorporadas. Al final, como hace en otros momentos de la serie, Abed entrega a Shirley no el fruto de sus aspiraciones creativas, sino lo que pide su público. Y así bajan los niveles de relacionabilidad, atractivo para las masas y mercadotecnia…
Finalmente, el Story Lord termina en la pesadilla de cualquier guionista: atrapado en la biblia de sus personajes, de manera literal y figurada. ¿Pero se quedará atrapado ahí? No sería la primera vez que un personaje surgido en una subcapa de Rick and Morty termina elevándose y llegando a la superficie de la cebolla. Lo vimos en Los Ricks deben estar locos. Me sorprendería que ésta fuese la última vez que nos encontramos con Story Lord y su nuevo sidekick, Jesucristo.
Es en este momento cuando subimos al núcleo de la continuidad ‘natural‘ de Rick and Morty. Los autores nos presentan las tres naturalezas del tren de las que hemos hablado -herramienta para que avance la historia, juguete literal y juguete para el cuarto de guionistas-. Pero, además, se aseguran de que la conversación entre los protagonistas vuelve a dejar temblando la cuarta pared.
Llegamos a la superficie
Rick, evidentemente borracho y pidiendo besitos a su nieto, insiste en la importancia de que Morty ejerza como consumidor y “mire a la cara las fauces del capitalismo” en un momento en el que nadie compra nada “por el maldito virus”. Cuando el Story Lord y Jesús hacen descarrilar el tren de la metahistoria, Morty se plantea si habría que devolverlo. No, le responde Rick, lo que tiene que hacer es comprar otro.
Y aquí nos presentan el falso anuncio del Story Train (www.story-train.com) en el que, repitiendo la fórmula del final de Community, nos hacen querer comprar un producto inexistente. Con la broma adicional de enviarte a la web oficial de Rick and Morty, desde la que se pueden comprar productos de la serie.
Todo esto no deja de ser otra broma relacionada con Harmon, que en ocasiones ha comentado que la diferencia entre Rick and Morty y Community es que con la ciencia-ficción se están hinchando a vender juguetes. La relación del autor con la mercadotecnia en sus obras no es casual y sí rupturista. La vimos ya con algunos de los branded content más inteligentes de la historia de la televisión, con las tramas de Subway y el influencer de Honda. Y no nos olvidemos de cuál era el verdadero nombre de ambos personajes: Rick.
Nótese, por último, que me he escrito del tirón una serie indecente de páginas y reflexiones para una serie de 22 minutos. Lo que nos demuestra el esfuerzo que vuelcan en ella. Hasta el punto de que no sería raro que hubiese manuales y clases universitarias totalmente dedicadas a desgranar su estructura. ¿Dónde hemos visto eso? También en Community, hablando de ¿Quién es el jefe?
Porque para Harmon es fundamental que estemos hablando de esto. En su manera de escribir está contemplando de antemano que yo intentaré analizar sus intenciones y todos sus herramientas. Lo que me convierte, en cierta forma, en uno de sus personajes, una de las marionetas sin alma del tren narrativo de Rick and Morty. ¿Existe Mauricio o sólo es un producto de la mente de alguien que quiere hablar de tebeos? ¿Existís vosotros?
Os espero en el vagón restaurante.
Nota: No tengo ni idea de cómo lo traducirán en España, pero cuando hablan de ‘Cum gutters’ se están refiriendo a las líneas oblicuas que marcan el inicio de unos abdominales bien definidos. “Canaletas de l%fa” sería una traducción, a mi juicio, correcta. Sorprende el homoerotismo subyacente de todo el episodio, que se filtra incluso en la relación entre abuelo o su nieto. Probablemente, ya llegan a un punto de que lo hacen, como todo, “porque pueden”. Y que sigan así.