Midnight Gospel, lo nuevo del creador de Hora de Aventuras para Netflix es de lo más psicodélico

Encontrar un sentido a nuestras existencias es algo tan inherente al ser humano como lo es su capacidad autodestructiva. Intentamos encontrar un motivo al todo con la esperanza de ser más transcendentales de lo que, tal vez, seamos. Y, paradójicamente, siendo un ejercicio que abarca toca la historia de la filosofía y la religión, seguimos exactamente en el mismo punto. Nada es demostrable (ni siquiera Tomás de Aquino y sus cinco vías para demostrar la existencia de Dios pueden sostenerse) ni pasa el filtro científico. Tan solo son un conjunto de creencias y, en consecuencia, son discutibles y matizables, no absolutas. Y, si tiramos del hilo, tampoco lo es la ciencia. Parte de una serie de axiomas que pueden ser contradichos si se logran demostrar otros que los superen.

Si partimos de esa base, todo se resume en dos opciones: nada tiene sentido y quedémonos en el hedonismo y en el nihilismo. Entendiendo nuestro paso por la realidad de este modo, cabe recordar que Rick y Morty es la serie que abraza esta postura. O bien, las cosas no son así: somos importantes y hay un más allá, todo tiene un sentido y debemos actuar en consecuencia. Y Midnight Gospel es la serie de animación que abraza esta postura.

La situación de animación ahora mismo es totalmente distinta a la que existía hace no tantos años. Ya no solo se pueden tratar temas profundos, si no que pueden ser series adultas y dramáticas perfectamente válidas. Bojack Horseman partió siendo como una parodia al estilo de vida frívolo y desenfrenado de las estrellas de Hollywood para convertirse en un tratamiento muy honesto sobre la depresión, las malas decisiones, las adicciones y las relaciones tóxicas. Una serie, que tenía tramas continuadas horizontalmente, en lugar de aceptar las características episódicas de este tipo de series.

No os droguéis pudiendo ver series como esta sin droga.

Y ahora nos ha llegado Midnight Gospel con una propuesta que es un paso más allá. Es una serie que ha sabido diferenciarse, tener una voz propia y convertirse en una serie de culto con una velocidad inusitada. Su premisa no podría ser más radical: un podcaster universal viaja a través de un simulador a distintos planetas para entrevistar a distintas personalidades mientras alrededor de la conversación, suceden mil peripecias. Pero no es a lo que se le pone el foco. Si no a unos diálogos tan profundos como new age entre entrevistador y entrevistado. Al final de cada episodio, vemos la vuelta del personaje y el volcado del material para su podcast.

Al igual que The Shivering Truth, trata, de este modo, de desentrañar las peculiaridades de la existencia con un formato episódico. Pero, en lugar de la peripecia, pone todas las cartas en el aspecto conversacional. Todos los acontecimientos y puntos de giro se construyen alrededor de esos diálogos: si en el primer episodio el tema principal son las adicciones, alrededor tenemos un apocalipsis zombie. Si el segundo es el no temer a la muerte, todo el episodio transcurre en una picadora de carnes en la que están procesando a los personajes parlantes.  Si se va a hablar acerca del sentimiento de comunidad, nos vamos a un territorio de fantasía a lo Dark Souls acompañando a una cazadora de monstruos.

Pero si hay algún episodio que destaca frente al resto, por romper las propias reglas de este formato, es el último. Quien haya perdido a alguien cercano o haya estado cerca de hacerlo, es todo un abrazo de ánimos. En ella, se estudia el ciclo de la vida desde la relación materno-filial. Ese episodio contiene unas conversaciones que apelan a lo emocional y son muy efectivas sin ningún rastro de efectismo Es entonces, cuando te das cuenta de que, inconscientemente, te has estado implicando con esta serie y esta ha decidido darte en la fibra sensible en lugar de la reflexión intelectual. Es una jugada muy interesante.

Es una propuesta profundamente radical y transgresora. Los personajes balbucean. Tan solo expresan sus posturas, pero lo hacen de un modo en el que no parecen tenerlo, tampoco, muy claro. Se escuchan y se convencen mutuamente. Sus argumentos son de una filosofía más oriental que occidental (el budismo, principalmente, que comenzó a tener una aceptación en occidente por influencia del cuestionamiento de la moral y los valores clásicos de los sesenta y los setenta). Se capta la esencia filosófica de la segunda mitad del siglo XX, con todo su aspecto más transgresor, y lo traslada crudamente al día de hoy.

Por ese motivo, es una serie radical y divisiva. No es para todo el mundo. Debes aceptar lo que estás viendo, ya que tiene un aspecto formal que no se ajusta en absoluto a las necesidades del voraz espectador contemporáneo que, entendiéndose de forma mayoritaria, busca más un entretenimiento sencillo que algo exigente.

Pelos de punta. Es lo que logra episodios como el de esta imagen.

Y esa ambigüedad también se traslada a la androginia del protagonista que solo puede ser leída como una aportación de la aceptación de la sociedad contemporánea de los géneros no binarios. Esta serie toma decisiones a conciencia para que todo encaje del modo en el que lo hace.  

Esta serie está capitaneada por un Pendleton Ward que está en posición de hacer este triple salto mortal. Tras su éxito con Hora de Aventuras y su participación en otras series recordadas como Historias Corrientes, es alguien que se ha ganado la libertad creativa. Y en animación es más valorada las posturas extremas. Y Midnight Gospel es un ejemplo de cómo emplear esa, siempre ansiada, libertad creativa de un modo inteligente. Se inspiró en el podcast de Duncan Trussell, del cual admiró su ritmo y su forma de tratar temas profundos de un modo divertido. Fue algo que escuchaba mientras producía la serie que le dio la fama.

Tras muchas tiras y aflojas, logró convencerle para adaptarlo de algún modo al formato de animación seriada. De hecho, la particularísima voz Duncan Trusell ha sido la que ha terminado doblando al personaje principal en su traslación.

Del podcast también ha tomado determinados temas, pero también la propuesta estética: psicodelia y lisergia. Eso es lo que caracteriza una animación en la que todo tiene colores muy llamativos y las leyes de la física son rotas constantemente. Pero no se hace con fines humorísticos (aunque contiene algún gag), si no que se busca trasladarnos a un lugar en el que todo es posible y todo brilla como luz propia. O lo que es lo mismo, como si hubiésemos tenido un viaje bueno de LSD.

El hecho de que Netflix haya aceptado que un proyecto tan agresivo y radical entre dentro de su catálogo, es tanto una demostración de que la característica principal de la plataforma es que quiere integrar un producto para cada uno de sus suscriptores, como algo esperanzador de cara a mantener viva la llama ese ideal de que es posible que tenga aceptación creaciones personales y libres. Y es una rara avis que debe ser celebrada.

Seguramente Midnight Gospel termine enterrado dentro de las toneladas de contenido de Netflix. Jamás tendrá una gran aceptación porque es una que te demanda a ti un modo de verla concreto por lo que muchos no estarán dispuestos a hacerlo. No es una serie que, como otras, busquen exponer unas ideas claras de una forma precisa. Es algo que busca plantear los temas, lanzar una serie de preguntas y posibles respuestas. Y solo con eso es más valioso que las de cualquiera de los abundantes vendehumos que tiene todo claro.