Una de las cosas que definen al arte como arte en sí mismo es el movimiento. Por ese motivo hay unos géneros y subgéneros más proclives a hacer que este medio pueda ser exprimido del todo frente a otros más estáticos. Y el western es el único puramente cinematográfico.
El cine de acción es una etiqueta para identificar un tipo de películas con unas características específicas. Pero no se puede entender como género, puesto que es demasiado amplio y la peripecia violenta también puede estar presente en otro tipo de filmes.
Sin ir más lejos, muchas películas de superhéroes tienen mucho de los elementos de la espectacularidad de las películas protagonizadas por actores icónicos como Silvester Stallone o Arnold Schwartzenegger, entre otros nombres que brillaron en los noventa. O, si tiramos del hilo, el cine de artes marciales encabezado por Bruce Lee sirvió de inspiración para crear personajes tales como Shang Chi y Puño de Hierro.
Buena parte del éxito del cine del asiático se debió a la agilidad de sus movimientos, de sus coreografías imposibles y, evidentemente, al especial carisma del actor. Sin embargo, cuando el cine de este tipo se convirtió en blockbusters del momento, todo se basó en el carisma del protagonista, dejando las coreografías más de lado. Hasta tal punto que ya no se podían apreciar puesto que contrataban a actores que no estaban especializados en la fisicalidad.
Llegados a este punto, se produjeron tres películas que cambiaron el escenario como fueron The Raid y, posteriormente, John Wick y Mad Max: Furia en la Carretera. La primera de ellas, por su brutalidad y la segunda por la elegancia y el artificio. Pero la apuesta de ambas viene a ser la misma: hacer escenas de acción con planos abiertos y sin mucho corte de modo que el espectador quede impresionado ante los “bailes” de las escenas de acción.
Los hermanos Russo son buenos conocedores de ello. Tras dirigir Capitán América: El Soldado de Invierno, una película en la que se le dio a la acción un cuidado inusual en una película de Marvel Studios, co-escribieron una miniserie de cinco números para Oni Press titulada Ciudad. Este cómic fue la forma de los directores de adaptar un concepto que querían estudiar como una película en su momento pero que lo decidieron pasar a un cómic. Para ello, contaron con el apoyo de Ande Parks, tras quedar impresionados por su trabajo en Union Station, y con los lápices en blanco y negro del argentino Fernando León González.
El cómic pasó sin pena ni gloria. Es una historia de espionaje, muy basada en la acción. Ambientada en la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. En ella se produce el secuestro de la hija de un narco local por parte de un teniente corrupto. Y contratan al protagonista para llevar a cabo el rescate.
Se trata de unos cómics muy deudores a las creaciones de otros escritores como Greg Rucka, Mark Millar o Garth Ennis, con lo que no llega a tener nada que no hayamos visto o leído con anterioridad. Sin embargo, sí que se puede decir que es frenético y de lectura ágil y bien narrado.
Es curioso cómo, en este caso, en lugar de que, al adaptar el cómic, sus creadores salten a la fama, sean estos quienes ya tengan una posición muy fuerte dentro de la industria cinematográfica. Los hermanos Russo tras Endgame, la película que ha destronado a Avatar, no son los mismos que fueron tras su primera colaboración con el estudio comandado por Kevin Feige.
Han formado su propia productora, con la que están produciendo thrillers (seguramente el tipo de películas que más disfrutan) interpretados por actores con los que han hecho buenas migas por su recorrido por Marvel Studios. La primera muestra fue la notable Manhattan sin Fronteras, junto con Chadwick Boseman, y ahora nos llega Tyler Rake, con Chris Hemsworth.
El actor que encarna a Thor no es el único miembro de confianza, ya que el director de la película es Sam Hargrave, coordinador y doble de acción de las películas de los Russo para Marvel. En su ópera prima, se muestra muy deudor de producciones como John Wick o Atómica, también basada en un cómic.
Tenemos una premisa sencilla: el protagonista es un mercenario que es contratado por un narco hindú para rescatar a su hijo secuestrado por una banda rival. Y, evidentemente, no será fácil lograrlo.
El director a su vez, opta por ubicar la película entre Bangladesh y la India, aportando un aire de frescura frente al cliché de los narcos latinoaméricano. También decide eliminar la subtrama amorosa de Tyler Rake al cambiar de sexo al objetivo: ahora tiene que rescatar a un niño. Se sustituye por una paterno-filial más creíble y efectiva que la presente en el cómic. También decide darle un trasfondo trágico y al personaje más seco y parco en palabras. Sin embargo, la esencia de la historia es la misma, ya que cuenta con la misma estructura y puntos de giro.
Todo ello hace la película más sugerente y a un protagonista más complejo y menos plano. El físico de Hemsworth no encaja con una especie de James Bond trasnochado. Y son aciertos ya que la película gana en ver al personaje como alguien más vulnerables y, por tanto, alguien con el que se puede empatizar más fácilmente.
Pero lo verdaderamente importante es que es una película rodada con bastante ritmo y un conocimiento de causa para las escenas con mayores peripecias que hace que el visionado sea vertiginoso. Muestra de ello, es un prodigioso falso secuencia de 11 minutos en los que no dejan de pasar cosas que nada tiene que envidiar a otros ejemplos, como el de la mencionada Atómica. Logra que se entienda toda la acción y absolutamente apabullante.
A su vez, es una película que deja respirar y no aburre en sus momentos de mayor calma, en la que los actores tienen más tiempo para mostrar de lo que son capaces. Hemsworth está más que solvente en este papel y aporta lo que tiene que aportar, pero no termina de ser efectiva en los momentos en los que decide ponerse más dramática. Tal vez se deba a que el guion es bastante escueto, raquítico y reiterativo. Con un pulido mayor a estas escenas, hubiesen funcionado mejor.
Es una película, a su vez, que se atreve a meterse en berenjenales a la hora de retratar un país absolutamente corrupto, tema que también estaba presente en Manhattan sin Salida y en Soldado de Invierno. Se nota el amor por los directores por el cine posterior al Watergate. Además, no toma al espectador por estúpido, y no lo hace desde una perspectiva en la que el héroe americano viene a salvarnos a todos. Aquí todos son moralmente reprobables. Víctimas de unos, verdugos de otros.
Tyler Rake, libre traducción del título original: Extraction, se ha convertido en la película original más vista del catálogo de Netflix. Con noventa millones de visionados en su haber, no han tardado en anunciar que entra en preproducción. Joe Russo ha comenzado a escribir el guion y hay la intención de que vuelvan tanto director como estrella, pero no se han hecho anuncios al respecto al respecto.
Tal vez no sea la mejor película de acción ni el pico de la montaña de todo el contenido de la plataforma de streaming, pero sí que es un entretenimiento de primer orden que puede aligerar una tarde de esta interminable cuarentena. Y, a veces, eso es más que suficiente para contentarse.