Los Muertos Vivientes, el fin del caos

16 años de nuestras vidas no son pocos. ¿Alguien puede recordar qué estaba haciendo en 2003? Quien fuera adolescente, ahora supera la treintena. Quien estuviera en la treintena ya es un cincuentón. Eso es exactamente la escala de la duración de Los Muertos Vivientes, el proyecto de Robert Kirkman y Charlie Adlard (aunque Terry Moore dibujase los seis primeros números, son minucias en comparación de la ristra del dibujante principal de la serie). Se ha envejecido, se ha llorado, se ha suspirado aliviados, se han tenido ganas de abrazar a los personajes, se ha estado tenso constantemente… Se ha tenido experiencias paralelas a esta serie que ha madurado con nosotros. En tantos años hay momentos para muchas cosas. Y ahora, como cualquier una relación tóxica, debe romperse.  

El fin de The Walking Dead es un acontecimiento de los que pasarán a la Historia del medio. Pocos proyectos independientes sin ninguna relación con los superhéroes han tenido la trascendencia de este. Es uno de los cómics que constan siempre cuando uno estudia el cómic indie de Estados Unidos del presente siglo. Y por algo será.

Cuando Robert Kirkman comenzó esta colección no tenía ni idea de lo lejos que podría llegar, del impacto que tendría en el público. Era difícil saberlo. Una serie personal, independiente con vocación de profundizar en las conductas humanas no es lo más apetecible, a priori, por un mercado dominado por la acción superheroica.

Las presiones del guionista.

Tal y como el auto reconoció, su pretensión era hacer una serie de zombies, ya que adoraba con todo su ser este subgénero, que no acabase nunca. Según explicó, el guionista siempre se ha preguntado qué pasaba con los personajes cuando salían los créditos finales al finalizar las películas. Especialmente en el género de terror, Se pude suponer que esa idea de una narrativa interminable también surge de los cómics de suoperhéroes de los que es aficionado (hasta tal punto que en cuanto Marvel le llamó, viendo el éxito de Los Muertos Vivientes, para hacer una miniserie de la versión “zombificada” de sus personajes no se lo pensó demasiado).

Al poco tiempo, esa ambición se disipó. Al comenzar a elaborar tramas, se dio cuenta de que esta serie necesitaba un final, algo que los personajes      hayan aprendido. Tantos números para que no hubiera una evolución clara, no tenía sentido. No es un procedimental, no había tramas que se agotaran sin repercusión alguna. Todo tenía su peso, todas las acciones de los personajes tenías consecuencias tanto externas como internas. Es una serie madura que seguía estrategias clasicistas y todo ello exige unos arcos construidos de forma paradigmática.

Aun así, no es una colección perfecta. Con tantos números, y teniendo en cuenta el subgénero que es y cómo funciona, es inevitable repetir esquemas y llevar a momentos de estancamientos en los que el lector termina sintiendo tedio. Y los giros efectistas no logran ser motor de lectura suficiente. Hay muchos valles que pueden desesperar y el interés no es el mismo. A pesar de todo ello, si se tiene la paciencia suficiente, y se llega hasta este punto, al contrario de otras propuestas, al final, tiene una recompensa.

Rick Grimes, genio y figura hasta la sepultura.

Sin embargo, y aunque parezca absurdo la serie fue quien indicó cuando debía finalizar al autor. La intención de Kirkman era alcanzar la cima de ser un cómic independiente que ha llegado al número 300 (solo logrado por Spawn). Pero muchas veces las cosas no salen como uno planea (si no, que se lo digan a los personajes de esta obra) y cayó en la cuenta de que sus arcos ya estaban contados, que la narrativa estaba agotada y que la única opción sería lanzar historias sin sustancia y forzar la maquinaria artificialmente para llegar a ese punto. Optó por la opción más respetuosa con el público y terminar, de forma sorpresiva y sin un anuncio oficial, la serie en el 193.

Y con eso, las expectativas, las dudas y, sobre todo, la pena de cerrar una serie tan duradera. Conseguir finales que logren ser efectivos es una tarea muy intrincada. Se suele decir que, si un tercer acto cojea, hay que revisar el primero. Pero, aun así, la fuente del mal puede provenir de otra parte. Lo que a uno de le parece maravilloso, a otro le puede defraudar. Hay que ser escrupulosos y puntillosos a la hora de pensarlo. Sin duda alguna, Kirkman lo ha sido.

 hace recurriendo a la misma técnica empleada un poco más allá de la mitad de la serie: con una elipsis muy marcada que lanza al lector a un tiempo futuro. Y es llevado con un extremismo que desconcierta al lector: un cambio absoluto de género de la serie que no es arbitrario. El hecho de que esto pase a ser un western es un modo de explicitar sutilmente la intención de la trama.

Para ello, exige un conocimiento mínimo del simbolismo intrínseco y de las intenciones que tiene. El western es un género propiamente americano (lo cual no quiere decir que no estuviese escrito por europeos colonos o que en Europa no se hayan hecho magníficos westerns) y el único innatamente cinematográfico. Si se dice que John Ford es algo así como un Homero para Estados Unidos es porque este género sirvió como relato mitificador sobre el que vertebrar la sociedad estadounidense, y por extensión del colonalismo cultural, occidental.

Al final solo quedan las historias. Y las historias son las que comienzan todo.

Eso conduce a posibles relecturas del título con una mentalidad distinta. A posibles interpretaciones respecto a esa búsqueda de una tierra prometida en un ambiente hostil, a esas sociedades fundadas sobre los esfuerzos de héroes salvadores de moralidad cuestionable (el hombre sin nombre, los personajes interpretados por John Wayne en los westerns crepusculares de John Ford…), a ese constante conflicto entre la ley natural y la ley civil… Si se para uno a reflexionar acerca de las intenciones, al cómo y al por qué de la obra, no son pocos los paralelismos que se pueden encontrar. De hecho, este último tomo, recogido por Planeta Cómic con un cuidado evidente y un precio más que atractivo, puede verse como una versión de El Hombre que Mató a Liberty Valance.

También es notable el aspecto metaficcional que con el que completa las últimas páginas. Kirkman demuestra tener un bagaje al respecto y es un final que, como él mismo explicó, lo vio de una forma muy clara que debía ser ese y no el que tenía pensado inicialmente, que, a pesar de ser más trágico, era contraproducente: indicaba que no se había aprendido nada. En este caso, funciona tanto intelectual como emotivamente. No es el más sorprendente, pero es el más satisfactorio.

Pero el legado de la serie es tan interesante como la propia narrativa. Entre otras cosas, se le debe uno de los pocos villanos de largo recorrido y de los que más rápido han calado en el fan: Negan, que no deja de ser una representación de la figura del superhombre de Nietzsche. Una fantasía de poder testosterónica que, como buen antagonista, es absolutamente ambiguo y un reflejo distorsionado del héroe de la historia.  

 

Iker, ¿Podrías explicarnos como se puede hacer algo tan aburrido con este material?

The Walking Dead también ha tenido un impacto incomparable en el género de terror. Tanto en el cómic, ya que su éxito recuerda a cuando estos cómics eran verdaderamente populares y ha encabezado un revival, como en la ficción audiovisual, siendo una de las series de género con una aceptación por el gran público y un recorrido sin precedentes. Si el terror se ha vuelto un poco más mainstream, en buena medida, es porque The Walking Dead contribuyó a hacerlo accesible al prejuicioso y escéptico público que se autoimpone barreras de entrada al género.

Solo eso puede explicar el nivel de integración en otros medios: tres series televisivas, una principal de más de diez temporadas y dos spin-offs, una webserie, varios videojuegos, en los que destaca una saga de videojuegos diseñados por Telltale Games (cuya primera entrega obtuvo el premio al juego del año), multitud de libros complementarios, juegos de mesa e, incluso, un cómic destinado a conocer el origen de Negan. Su presencia en distintos medios es un indicativo fiable de que se está ante algo que ha calado en diversos públicos.

El conformismo de estar satisfecho con lo que uno tiene no conduce a mucho. Es, incluso, un pensamiento conservador que induce a no cuestionar al sistema. Pero Los Muertos Vivientes siempre recordará que, por malo que sea, igual se deberían valorar lo que se tiene. Siempre se estará a tiempo de perderlo todo y arrepentirse de no haber aprovechado nuestra vida, y, sobre todo, a nuestros seres queridos.

P.d: Efectivamente, ¡Negan vive! Al menos lo hará en un especial que continuará su historia, ya que se abandonó al personaje muy lejos del fin de la serie en una emotiva conclusión del arco de transformación que no era el suyo. Merecía justicia.

¡Por Negan! Esta es un ejemplo paradigmático de presentación por todo lo alto.