Habían ganas de que llegase La Vieja Guardia. No en vano, es una adaptación de un cómic ambicioso y potente, creado por dos de los autores en activo más interesantes: Greg Rucka y Leandro Fernández. Y del cómic pocas cosas malas se pueden afear: es un cómic de acción, de calados y temas profundos, con un ritmo ágil, unos personajes muy carismáticos y un componente visual muy interesante.
El guion de la película está firmado por el propio Greg Rucka, algo poco habitual en adaptaciones del cómic. Por ello, la fidelidad se le da por supuesta. Al fin y al cabo, de todo el equipo, es quien más tiempo ha pasado con esa historia en mente. Y es cierto que, tanto por cuestiones técnicas como presupuestarias, una adaptación nunca jamás debe ser literal y hay que ajustarlo. Este guionista tampoco es ajeno al mundillo audiovisual y sabe lo que hace. Sin embargo, y aun manteniendo no pocas virtudes que tenía la historia original, el guion trae algunos cambios sobre la mesa que hace que funcione peor.
El principal pero no tiene tanto que ver con las diferencias de las motivaciones y de los puntos de giro en comparación. En algunos casos, es hasta mejor: es más interesante ver como una corporación farmacéutica trata de patentar y comercializar la inmortalidad, aporta cierta ambigüedad a las motivaciones de los antagonistas. Por el contrario, el guion tiene un defecto bastante común en el cine contemporáneo que traiciona la esencia misma de cualquier medio visual: caer en excesos de verbalización en lugar de mostrar lo que se quiera contar. Además, en este caso va en detrimento de unos personajes cuya esencia no termina de encajar bien con esa caracterización. Se puede entender que era inviable mostrar escenas históricas espectaculares (de hecho, los flashbacks del cómic están apenas presentes) pero Greg Rucka, siendo quien es, se podría haber esperado de él alguna solución más creativa para ese impedimento presupuestario.
Además, las peripecias y los avances dramáticos se sienten algo forzados, restando credibilidad al conjunto. Eso se debe a que algunos cambios generan nuevas situaciones que rompen el correcto funcionamiento que tenían en el material adaptado. Una verdadera lástima porque en este guion hay escenas y diálogos bastante interesantes y hay un potencial ahí que la película no logra alcanzar. Simplemente, podría haber carburado mejor con alguna reescritura más.
La dirección recae en Gina Prince-Bythewood. Su carrera es prácticamente televisiva y eso puede explicar algunos de los dejes de la dirección, tendente a convencionalismos más que sobados y a una dirección muy plana. Y cuando le toca dirigir las escenas de acción, la acción es titubeante y desmerece a un trabajo interesante de coreografías por parte del ritmo interno de los planos. Además, tiende a incluir constantemente música machacona que mata el tono de la película e incluso, la espectacularidad que podrían haber llegado a tener las escenas de acción.
Tampoco la fotografía logra salvar los muebles. El trabajo de Barry Ackroyd es totalmente impersonal. Algo raro en este hombre, puesto que ha estado en proyectos de enjundia en los que ha destacado su trabajo. Pero no se ve ninguna de las señas de identidad que ha identificado su trabajo: esa búsqueda de iluminación natural constante y de contener el menor número de artificios posibles en búsqueda del mayor realismo posible. Es el director de fotografía fetiche de Paul Greengrass y de Kathryn Bigelow. Sin embargo, parece querer acercarse a la estética proveniente de las viñetas, sin llegar a abrazarla del todo. Se queda en un término medio que termina haciendo de esta película visualmente aburrida.
El cine de acción está en proceso de renovación y de búsqueda de nuevas fórmulas que lo lancen al siglo XXI. Y parte responsable de ello es Charlize Theron, que ha participado en dos de las grandes películas que muestran ello: Mad Max: Furia en la Carretera y Atómica. Y por eso resulta altamente decepcionante que sea ella quien abandere un protagonice una película tan rutinaria como esta.
Eso no es óbice para decir que ella es lo mejor, de lejos, que tiene la película. Sin el carisma de esta consolidada actriz, que muestra una gran implicación con el papel. Sabe qué dosis exactas dar a cada momento y te la crees como principal motor que tira del carro del equipo y de la película. Es una de las actrices vivas más talentosas y esta película no deja de demostrarlo. Más rutinarios al resto del reparto, aunque estén todos acertados y, en verdad, hagan lo que pueden sin desentonar con los papeles secundarios que han recibido. Mas fragrante es lo desaprovechada que está Kiki Layne que, al igual que en el material adaptado, sirve como punto de vista del espectador. Pero frustrante ver como una actriz con tal potencial queda limitada a un papel tan esquelético.
La Vieja Guardia es la típica película que entra bien si buscas apagar el cerebro y no ver nada que te pida de más. Algo que ves si no tienes o no prefieres nada mejor. Pudo haber sido mucho más de lo que ha sido se haber tenido una visión más clara de lo que se buscaba. Parece una película hecha con prisas y sin ganas de hacer nada particularmente meritorio. Pero sin tirarlo todo por la borda. Y, por tanto, es anodina. Y, aun así, se vería gustosamente la continuación que aquí se deja intuir.