Berlín, la ambiciosa obra de Jason Lutes en la que la República de Weimar no es algo tan lejano

No hace tanto tiempo en el que la gente no dejaba de preguntarse incrédula, ¿Cómo es posible que nadie fuera a votar a un monstruo como Hitler para que gobernase Alemania? Los resultados sangrantes de esa irresponsabilidad colectiva, aun son más conocidos. Pero ahora ya nadie se pregunta eso. Y lo más probable, es que si no se hace es porque más de un millón de personas lo votaría sin pensárselo dos veces. De hecho, ya lo hace con sus “herederos”. Lo cual debería, por lo menos, perturbar.

Ante ello, es más necesario que nunca traer a coalición los grandes errores de la humanidad. La memoria histórica tiene dos patas fundamentales: hacer justicia a quiénes no la tuvieron en su momento y aprender de las calamidades de la historia para no volver a repetirlas. Y obras como Berlín, salvando las distancias históricas y geográficas, parece querer enmarcarse en esa tendencia tan española.

¿Es Berlín, por tanto, una obra política? La respuesta obvia es que sí, pero tiene imbricaciones totalmente humanistas que hace que sea una obra más interesada en comprender que en lanzar un mensaje con un posicionamiento claro. Es una obra que puede ser leída por personas de cualquier ideología y que no se vean agredidas. Y eso lo aproxima más a una realidad gris que a las piezas más estereotípicas.

Aunque eso no quiere decir que no haya una clara condena al fascismo o, más concretamente, al nazismo. Pero si se parte de un posicionamiento contemporáneo, esa búsqueda de recreación y entendimiento de un periodo histórico como el que abarca el trabajo de Jason Lutes, se quebraría. De hecho, en toda la obra hay un aire apocalíptico, de fin de una civilización, y se respira una ansiedad y una sensación de peligro inminente

Portada de la edición integral, a cargo de Astiberri.

Y ahí se llega a otra de las tesis de la obra: la importancia de la política en la vida cotidiana y privada de las personas. La política afecta a todos, guste o no. Hasta tal punto en el que ello no solo puede impedir una vida, sino que es la causa de mucha muerte injusta y prematura. Es una obra que llama al compromiso, a la lucha de derechos por hacer una sociedad en la que la vida y el amor, de todo tipo y clase, sea algo posible.

Quien haya estado en Berlín, habrá sabido apreciar que es una ciudad con unos contrastes muy peculiares y difícilmente extrapolables a otros lugares. Y que el carácter alemán, con esa apariencia de fría lógica cuadriculada, no deja de generar los mayores excesos y pruebas de irracionalidad que ha dado el mundo.  Berlín logra entender y capturar como pocos ejemplos la esencia de esa sociedad. Aunque se ambiente hace un siglo, solo alguien con pocas luces es incapaz de ver que los avances ideológicos han sido trágicamente escasos. Esta obra ofrece una poliédrica y cubista panorámica a la ciudad en la que hay una serie de puntos de vista para hablar de distintos temas: las luchas obreras, los ascensos totalitaristas, las trabas hacia el periodismo, la fragmentación política, el racismo, la homofobia, la separación entre el poder y el pueblo, la decadencia, el revanchismo, la pobreza, el nacionalismo exacerbado… ¿Os suena?

Aunque se tiene muchos puntos de vista muy dispares, hay dos protagonistas indiscutibles. Marthe, una estudiante que acude a Berlín para formarse. Ella ejerce del punto de vista del lector, al ser la nueva. Con ella llegamos y nos marchamos de la ciudad. Y Kurt, un periodista de izquierdas con tendencias depresivas que hará lo que pueda por sobrevivir en este contexto hostil. Se parte de estos personajes, pero el retrato a la República de Weimar va mucho más allá.

Ante tal ambición, Lutes no dudó en dividir la obra en tres novelas gráficas. La primera, publicada originalmente en el año 1996, es una introducción a ese mundo, de los temas y de sus personajes, de los que es fácil enamorarse. El tono está clarísimo, y las intenciones y el ambicioso alcance la obra, también. Bajo el título Ciudad de Piedra, muy descriptivo respecto a lo dura e implacable que puede llegar a ser, se adelantó a una tendencia revisionista que eclosionaría en las siguientes décadas. Habría que esperar 10 años para tener una continuación, Ciudad de Humo, que hace referencia a este conflictivo segundo acto. En él el avance dramático se hace más palpable y es donde se logra una mayor atmósfera. Y, finalmente, en 2018 cerraría la trilogía con Ciudad de Luz, una pieza que serviría de clímax definitivo. Tal vez todo resulte demasiado precipitado, pero es indudable que sabe qué teclas tocar respecto al contexto socio-político contemporáneo. Como un todo, es una pieza muy lineal, coherente y que cumple con las promesas.

Primeros encuentros.

El trazo de Jason Lutes es limpio y accesible. No busca llamar la atención de ninguna de las maneras, puesto que eso rompería con el naturalismo tan logrado que se respira. Es una narración totalmente orgánica y, precisamente, ahí radica la fortaleza de la serie y porque funciona en lo emocional. Es un trabajo solidísimo con innumerables méritos como el de una recreación histórica impecable (con particular cuidado a la arquitectura y al vestuario) o una serie de ideas visuales respecto al ritmo que demuestran que esta es una voz a la que conviene estar atento.

Astiberri tiene a su disposición dos ediciones de la obra de una calidad fuera de duda. Por un lado, en tres tomos cartoné y, por otro, en un tomo único rústica recopilatorio que ha salido a la venta más recientemente.

Berlín no es una obra cómoda ni de fácil lectura. Y tiene una aún más complicada digestión. El lector no va a salir extasiado estéticamente ni feliz ante lo que se cuenta. Y, por ese motivo, es de obligatoria lectura. Porque el Berlín de finales de los años veinte y principios de los treinta tiene que ver más de con tu ciudad a día de hoy de lo que puede llegar a parecer. Estos paralelismos asustan. ¿Qué vais a hacer para evitar volver a provocar otro desastre?