Los Nuevos Mutantes encuentra su camino alejándose del decálogo mutante de Fox y del espectáculo Marvel.

Dicen que la culpa fue del éxito de It (2017) de Andrés Muschietti. Los Nuevos Mutantes de Josh Boone había nacido como una película más terrorífica, alejada del canon de película de superhéroes, pero los capitostes de Fox no lo veían claro y pidieron más espectáculo y FX. Mientras se rodaban más planos en 2017, Pennywise se convirtió en uno de los personajes cinematográficos de aquel año y Stranger Things pasaba a ser la serie más comentada de Netflix. Fox vio claro que la moda era el terror fantástico protagonizados por jóvenes, y Boone había traído la película que ellos intentaban cambiar.

Luego vino la compra de Fox por parte de Disney y el Covid-19. Pero eso es otra historia. Por fin, después de haber sido aplazada tres veces en dos años, podemos ver en pantalla grande la versión más o menos definitiva que Josh Boone y el guionista Knate Lee soñaron cuando presentaron a Fox un dossier con su revisión de La Saga del Oso Místico (Nuevos Mutantes Vol. 01 18-21) de los míticos Chris Claremont y Bill Sienkiewicz, los dos autores a los que está dedicada la película junto a, por supuesto, el dibujante Bob McLeod, creador gráfico de la segunda franquicia mutante de Marvel.

Al contrario que en los tebeos de Claremont, McLeod y Sienkiewicz, la premisa de Boone es tan sencilla como preguntarse qué hubiera ocurrido si los Nuevos Mutantes originales no hubieran sido reclutados y entrenados por el profesor Charles Xavier y fueran retenidos, estudiados y manipulados por alguien menos bondadoso. Tras un extraño accidente con un monstruo, la joven cheyenne Danielle Moonstar (Blu Hunt) despierta encerrada en una especie de hospital para jóvenes mutantes. Allí, la doctora Cecilia Reyes le cuenta que su padre y su pueblo han perdido la vida por culpa de un tornado. Como se sospecha que tiene poderes mutantes, Moonstar será sometida a terapia junto a otros jóvenes con poderes demasiado grandes para su corta edad. Los chicos creen que el centro donde están encerrados se trata de una subsede de la Patrulla X de Charles Xavier, pero en realidad esta detrás una empresa llamada Essex Corporation, un apellido que le sonará a todo fan de la franquicia mutante de Marvel. Y si no os suena, buscad en google el nombre de Nathaniel Essex.

El problema de Los Nuevos Mutantes es que quiere funcionar como tres películas en una, y aunque no naufrague nunca y se mantenga bastante digna durante casi todo el metraje, se nota que la desaparición de muchas escenas claves para entender, sobre todo, los miedos de los jóvenes mutantes, lastran el peso dramático del film. Ensamblar una historia de terror con un coming of age es fácil y ha funcionado en muchas ocasiones. Solo hay que mirar el espejo en el que más se fija esta The New Mutants: Pesadilla en Elm Street 3: Los guerreros del sueño (1987) de Chuck Russell o esa Buffy Cazavampiros que los cachorrillos muties miran en la tele de ese extraño hospital-sanatorio en el que están encerrados.

Nuevos-Mutantes-Destacada

Pero lo siento, cuando aparece el tono superheroico, la película naufraga bastante. Los poderes de Danielle ‘Espejismo’ Moonstar e Illyana ‘Magik’ Nikolievna Rasputina (una excelente robaescenas Anya Taylor-Joy) son bastante adecuados para una película de terror. Incluso el componente de mujer loba de Rahne ‘Loba Venenosa’ Sinclair (la siempre niña Maisie Williams), con esos ojos a la Hammer, dan el pego. Pero la primera escena de los poderes de Sam ‘Bala de cañón’ Guthrie (Charlie Heaton) o el feo efecto Antorcha Humana de Roberto ‘Mancha Solar’ da Costa (Henry Zaga) me han echado, personalmente, de la película.

El principal problema de Boone como director es que tampoco tiene un sello autoral como autor de terror. Entiende la dinámica del género, pero no sabe explotarlo demasiado, quedándole unos sustos demasiado flojos. Los cortes de guion tampoco han ayudado demasiado al desarrollo del suspense. Como en It, gran parte de la trama de Los Nuevos Mutantes se basan en la explotación de los miedos de los cinco amigos, pero se nota que falta material para entender en profundidad sus miedos, sobre todo los de Illyana. Los hombres sonriente con voz de Marilyn Manson (sí, tienen la voz del Reverendo) que son la pesadilla de Magik no son explicado en ningún momento. Visualmente son una nueva revisión del slender man o los silencio del Doctor Who, pero con tatuajes de la mafia rusa. ¿Qué tienen que ver los Nikolievna, Magik y Coloso, su hermano, con la peligrosa bratvá? Nunca lo sabremos.

Los Nuevos Mutantes funciona perfectamente como un coming of age, algo que Claremont explotaba muy bien en las series de los X-Men y, sobre todo, The New Mutants. La vergüenza de ser mutantes, el miedo a los poderes, el despertar sexual o la amistad juvenil son muy bien radiografiados por Boone, sobre todo en los personajes de Moonstar y Sinclair, que tienen una bonita relación parecida a la de Willow Rosenberg y Tara Maclay en Buffy Cazavampiros. De hecho, sale una imagen de ellas dos besándose en la televisión del centro donde están los jóvenes recluidos. En el caso de los personajes protagonizados por Hunt y Williams, sus traumas parecen estar bien definidos, como los de Bala de Cañón. Pero la caricatura sexual de Mancha Solar, demasiada parecida a la de Axel ‘Zeitgeist’ Cluney del Fuerza X de Peter Milligan y Mike Allred, está tan mal definida como los Hombres Sonrientes, el Limbo y el dragón Loockheed de Magik.

Su pequeño tamaño, su control de personajes (la película solo está protagonizada por seis personas) y sus ganas de ser algo diferente dentro de la ya infinidad de blockbusters de superhéroes convierte a Los Nuevos Mutantes en una película simpática que, seguramente, hará las delicias de los fans de Chris Claremont y Bill Sienkiewicz, autores de una historia publicada en 1987, hace ya una eternidad. Pero creo que dejará bastante frío a los aficionados al género del terror por culpa, principalmente, de su director. Boone ha podido ver estrenada la versión de Los Nuevos Mutantes que quería, pero no es ningún artesano y ha creado una película con poca alma y sustancia que funciona como el episodio piloto de una franquicia televisiva que, desgraciadamente, Disney-Marvel nunca llegará a explotar. La prueba es que en un principio iba a tener un par de finales sorpresa con la aparición del misterioso Essex y nuestro Antonio Banderas como el padre de Roberto, Emmanuel da Costa, pero finalmente no existe ningún final sorpresa. Una lastima.