Cuando Marvel pasó por su último relanzamiento editorial se partió de un leitmotiv claramente definido y acotado: el legado. Al contrario que movimientos anteriores, aquí se buscaba reflexionar acerca el bagaje y la importancia de estos personajes en lugar de buscarles enfoques disruptivos. Un abrazo a la continuidad que, también, se está traduciendo en el retorno de leyendas para realizar trabajos dentro de la editorial.
Y, como viene siendo habitual, no han abandonado la posibilidad de lanzar un crossover en este extraño verano. De hecho, en cierto modo, se podría decir que hay ciertos paralelismos con aquello por lo que el mundo está pasando. Al fin y al cabo, las historias de apocalipsis y de la naturaleza reclamando lo que le corresponde se va pareciendo más que nunca a un documental.
Como todo evento de Marvel, tiene ramificaciones a lo largo y ancho del macrocosmos pero lo que aquí se va a reseñar es la miniserie principal de seis números. También cabe mencionar que este evento, como tantos otros, se ha ido preparando en otras series previas.
Lo que Dan Slott y Al Ewing han concebido tiene unas implicaciones interesantísimas que quedan diluidas. Este es un crossover con una ambición baja. Eso se traduce en que es una narrativa totalmente habitual. Nadie va a encontrar aquí nada que esté llamado en dejar una huella o un gran impacto emocional en el lector.
Tras el tratado de paz que pone fin a los milenios de guerra entre los kree y los skrull, se nombra líder ambos imperios a Hulkling, puesto que es el único que contiene codificación genética de ambos. El detonante parte en el momento en que deciden poner fin de una vez por todas a los Cotati, una raza vegetal proveniente del mismo planeta de los Kree, con el que los “azules” guardan una enemistad prácticamente legendaria. Los Vengadores deciden ayudar a los Cotati y el plan sale mal en el momento en que los héroes son traicionados y estos resultan ser mucho más fuertes de lo que cabría esperar. Y, por si fuera poco, lanzan una ofensiva contra la tierra.
Es un conflicto muy directo que funciona como un cañón. Es una historia con un high concept, con un ritmo muy ágil y que juega bien sus cartas.
A su vez, es una pieza que se nota que destila un gran conocimiento y amor por los personajes. Eso se ve en su capacidad de desarrollo y definición de unos personajes que ya los tienen tomados al dedillo. La narración cuenta con tres narraciones distintas. Y también se puede apreciar en una caracterización en función de resaltar las similitudes y diferencia entre ellos.
Dicho esto, este es un cómic de interés para el núcleo duro de conocedores del Universo Marvel. Solo se sabrán apreciar todos los cambios que aquí se proponen si se tiene una implicación emocional hacia los personajes y si se sabe cómo han sido las reglas tradicionales hasta el momento. Con ello, no es una saga accesible para el lector profano o, por lo menos, no ha estado diseñada para este.
Aquí se prioriza el entretenimiento por encima de todo y tiene un sabor clásico de cómic Marvel. Espectacularidad bombástica, un riesgo grandísimo para toda la humanidad, algún que otro ex machina (en este caso lo ha hecho literalmente un mago), superhéroes interactuando con otros que, de otro modo, apenas coincidirían, ascensos y caídas y un final feliz. Todo suena a camino conocido y se echa en falta algo más de riesgo en la propuesta, puesto que al final deja una sensación de irrelevancia.
Es muy satisfactorio en el sentido de que la construcción dramática está bien llevada. El guion es sólido, cosa que no se puede decir de otros eventos de estas características. Y tampoco es excesivamente complejo. Se tiene claro lo que se quiere contar y el modo en el que se va a hacer. Y lo cierto es que funciona mejor en cuanto menor es la escala de lo que se propone. Las interacciones que resaltan los contrasten entre personajes- Los temas: esa constante pregunta: ¿Qué es lo que convierte en alguien en rey? El modo en el que el revanchismo se puede ir de las manos o la importancia de la vida humana, están bien elegidos y planteados. Aunque se echa de menos unas reflexiones más arriesgadas y afiladas.
Las labores gráficas han corrido a cargo de Valerio Schiti. Se nota que ha sido consciente del peso de su trabajo en este proyecto y esto se aprecia en el mimo con el que ha creado sus páginas. No es alguien que tenga el punto innovador, de hecho, es un arte muy clásico. Pero ha logrado transmitir todo lo que la historia ha necesitado con detalles y ha creado páginas que, a pesar de su funcionalidad, tienen una aparatosidad luminosa propia de un evento de grandes dimensiones. El arte está al servicio del guion, en el mejor sentido.
Empyre ha terminado siendo un convencional y esquemático macroevento. Cumple con todo aquello que debe suceder en una historia de estas características y lanza al Universo Marvel a un nuevo escenario cósmico. Lástima que una premisa tan potente y con unas implicaciones tan trascendentales termine resultando en un desarrollo algo rutinario. Aunque, por desgracia, tampoco es un caso aislado. Pincha, pero no hace sangre.