The Boys. Temporada 2, la serie de Amazon Prime Video basada en un cómic de Garth Ennis y de Darick Robertson con la misma bilis

Cuando The Boys se estrenó pocos podrían anticipar la aceptación inmediata que tuvo. Más viniendo de Preacher, que pasó sin pena ni gloria. La propuesta de Eric Kripke (y apadrinada por el dúo creativo formado por Seth Rogen y Evan Goldberg) fue una mezcla muy extrema y explosiva que no dejaba espacio para el término medio. Era una serie que solo podía ser amada y odiada. Afortunadamente, pasó lo primero.

Un año después, nos ha llegado una segunda temporada muy continuista con los aciertos de la primera. Y eso no son malas noticias. Se sigue combinando una fidelidad hacia el espíritu del material original (que eso no quiere decir que sea una adaptación literal. Afortunadamente.) y una actualización y revisión constante de este. El contexto en el que nos movemos ahora mismo, es bastante diferente al que se dio cuando se publicó el cómic.

Y eso se traduce en que la serie pone el foco en aspectos en los que el material original pasó por encima (o ni tocó): la sexualización del cuerpo de la mujer en el mundo superheroico, la inclusividad posturetas de las macrocorporaciones que, como es obvio, lo hacen para ganar dinero, los traumas de los propios superhéroes… Evidentemente, en ello se ve un espíritu de satirizar la propia realidad socio-política a través de una ficción hiperbólica, lo cual es un decisión atinada.

La temporada parte de una elipsis respecto a los acontecimientos del primer episodio. En esta, el grupo tiene el objetivo subsistir como puedan sin la presencia de su líder, que está desaparecido tras el clímax de la primera temporada. Más adelante, se verán metidos en una trama de terrorismo que implica directamente a La Hembra y cuya resolución es de lo más espectacular (y gore) de estos episodios.

Superyonkis, que dirían los Pereza.

Las tramas de Los Siete tienen que ver con la pérdida del personaje interpretado por Elizabeth Shue y la de Traslúcido. Eso significa  mayor poder para El Patriota, que busca una escisión que no termina de cuajarse, y en la aparición de una Stormfront. Ella es una de las revelaciones de la temporada, puesto que contrasta con el resto de personajes. Y simboliza el modo en el que el sistema engulle cualquier mínima subversión. Y como ha demostrado Watchmen, los superhéroes son expertos en ello. A su vez, la relación entre A-Tren y Luz Estelar que va de la destrucción mutua asegurada y la complicidad forzada también resulta uno de los puntos fuertes.

Todo ello sin olvidarse de la tan fascinante como demencial y patética evolución de Profundo, un personaje que no deja de ir a más y que se ha ganado el cariño del espectador. Sus escenas contienen de las escenas más hilarantes y absurdas de esta temporada. Recuerda a las historias aisladas de personajes bizarros a los que les humaniza de algún modo, que son tan propias de Ennis

Antony Starr sigue reinando la función. Su Patriota sigue siendo el gran psicópata histriónico y carismático que puso los pelos de punta al espectador. El aspecto de chico fornido y rubio con los ojos azules contribuye a ello y es creíble como rostro público de una corporación. Pero donde demuestra sus habilidades es en las escenas más intimistas y ahí brilla totalmente. Por ese motivo, los guionistas han sido lo suficientemente hábiles como para colocar al personaje fuera de su zona de confort y darle un desafío para el que no está preparado: la paternidad. No es de extrañar que hayan necesitado a alguien del calibre de Giancarlo Esposito para que le plante cara. Y lo hace con la soltura habitual en este actor que parece que, desde que participó en Breaking Bad, es la encarnación del mal que no pierde la calma en ningún momento. Evidentemente, su papel como máximo responsable de Vought American es todo un añadido de lujo a esta serie que, a buen seguro, dará mucho juego como contrapeso a El Patriota.

Cada vez que entras a Twitter.

Y también sirve para constatar las brillantes decisiones del equipo de casting respecto al grupo que da nombre a la serie. Todos tienen tomada la medida y saben qué teclas tocar para ser creíbles con sus personajes. Pero Karl Urban parece pasárselo bien y disfrutar como un condenado con su personaje. Da gusto ver su Billy Carnicero, sin hacer de menos la labor de Jack Quaid, Karen Fukuhara, Tomer Kapon y de Laz Alonso. Son un grupo con mucha química y eso se nota en cada uno de los planos en los que interactúan.

El tono sigue siendo igual de negro y sabe exactamente qué funcionó en los episodios que le preceden. Se pierde todo aquello que pudo sorprender en primer lugar, pero hay unas nuevas piezas sobre el tablero que, a juzgar este arranque de temporada, son muy portentosas. Lo suficientes como para mantener interés en esta panda de supercolgados. No es una serie que pretenda cambiar la vida nadie y es en ese enfoque de entretenimiento sin pretensiones es donde se transmite una confianza ciega en los derroteros que cogerá esta temporada.

También se mantiene un ritmo muy ágil movido por temones muy escogidos que van del Pressure de Billy Joel al Psycho Killer de Talking Heads. Las tramas, en su suspensión total de incredulidad necesaria, son muy verosímiles y funcionan a las mil maravillas. Explotan todo el potencial y el juego que pueden dar unos personajes de estas características. 

The Boys tiene un arranque de segunda temporada que no va a pillar con el pie cambiado y va a sota caballo y rey. Pero eso no tienen por qué jugar en su contra ya que está lejos de agotarse. Tiene la misma mala baba, el mismo cinismo y el mismo aire totalmente punky. Y no hay muchos productos que nos lleguen con ese filtro destructivo .Bienvenida sea. Dadles por *** a esos ****ones.