La valentía del primer número de Three Jokers a la hora de trastocar todo lo que el lector experimentado cree conocer acerca de Batman dejó atónito a más de uno. Fue un primer número oscuro que lidió con temas problemáticos que no se suelen encontrar en el cómic de superhéroes contemporáneo, que parece más próximo a la celebración optimista del heroísmo.
El cómic escrito por Geoff Johns fue aguerrido, violento, crudo y oscuro. Se partió de whoddunit para llegar al ambicioso objetivo de replantear la mitología del murciélago y de su némesis. Batgirl, Capucha Roja y Batman debían desbaratar a los tres Jokers, pero algo se torció. Y el punto de mira se puso a partir de ese momento en un Capucha Roja llevado al extremo. Aún más, si cabe.
El cliffhanger fue tan inesperado como subversivo y es imposible que el lector, una vez llegado ahí, no quisiera saber cómo continuaría esta miniserie. Ha habido que esperar un mes y lo que se ha ofrecido en este segundo número no es menos interesante.
La primera escena ya da una idea de por dónde irán los tiros. El cómico, uno de los tres jokers, acude a una reunión con su familia. Es una escena de toques surrealistas y oníricos que se destapa y se destruye con facilidad. Puede parecer una escena de relleno, pero sirve para cimentar el tono y el tema: ¿Cuándo se ha perdido todo, cuando se está en plena depresión o lidiando con un trauma, se puede encontrar algo de belleza que permita salir del pozo? ¿O no es más que una ilusión?
Si bien el primer número fue un cómic cuyo mayor interés estaba relacionado con posibles relecturas respecto al universo DC, este abre de verdad toda la profundidad a la que aspira acceder Johns. Por fin el lector se encuentra con todo aquello de lo que de verdad quiere hablar el autor: de la redención y de la superación de los traumas.
Todo ello está personificado en el personaje protagonista de este número: Capucha Roja. La trama principal (desvelar la identidad y el significado de los jokers) pasa a un segundo plano. Sí que hay progresos y avances que señalan directamente al origen del propio Batman y SPOILER a Joe Chill (lo cual haría que la relación entre ambos fuera aún más íntima) FIN SPOILER, pero no es donde está puesta la lupa en este segundo número.
Por el contrario, el foco es Jason Todd. ¿Se puede perdonar a alguien que hizo lo que llegó a hacer al final del primer número? Es esa la pregunta principal. Es un tratamiento de un personaje roto lo que sucede en este número. A la vez que este afronta su trauma cara a cara. Lo cual le permitirá tocar hondo y, con suerte, volver a renacer. Esta vez, en la dirección correcta.
Johns lanza otro mensaje clarísimo y de valor. Las desgracias que verdaderamente hunden a una persona no lo podrá dejar atrás si no es con la ayuda de los demás. Puede parecer obvio, pero en una sociedad tan tendentemente egoísta e individualista es un mensaje totalmente necesario. Al fin y al cabo, las grandes hazañas se logran con un esfuerzo colectivo. También habla de las consecuencias que acarrean las suposiciones, que pueden provocar malentendidos y olvidos. John ha sido capaz de hacer evolucionar a Jason Todd en un solo número más de lo que lo ha hecho en todo su recorrido como Capucha Roja.
Estructuralmente el lector se encuentra una construcción paralela a la que tuvo el primer número. Parte de un crimen a resolver, tiene un desarrollo distinto, un clímax que parece terminar en positivo y un cierre que recupera ese aire enrarecido y turbio. Al fin y al cabo, esta propuesta puede ser leída como una nueva historia de origen de los personajes más perturbadores de Gotham.
Johns como autor está en una posición de poder contar exclusivamente lo que quiere con toda la libertad del mundo. Eso significa que cualquier incursión suya en el Universo DC actualmente supone todo un acontecimiento rompedor. Eso trae consigo, como contrapartida, que sobre sus trabajos siempre hay puestas unas mayores expectativas respecto a los de los demás. Puede jugar en contra de la obra que, en este segundo número, prefiere centrarse en matices, los cuales probablemente resulten de menor interés para el gran público. Todo el mundo tiene una visión de estos personajes y por eso son imperecederos.
Sin embargo, hay que valorar Three Jokers por lo que es y no por lo que gustaría que fuera. Es una aguerrida manera de revitalizar una dicotomía tópica entre dos personajes, de llevarlos más allá. Y de hacerlo de una manera que sea imposible predecir por dónde irán los siguientes pasos, a la vez que se consigue que todo tenga verosimilitud. Una pieza narrativa más compleja de lo que puede parecer en la superficie.
Jason Fabok también está aplicadísimo en este proyecto y se nota. Tomando como referentes clarísimos, el trabajo de Brian Bolland en La Broma Asesina y elementos de Gary Frank, sigue manteniendo un gran nivel. Logra ser perturbador y caótico cuando debe serlo y más contenido, expresivo y emocional cuando toca. Su trabajo, simplemente, resulta muy efectivo a la hora de plantear la densa y oscura atmósfera que este cómic requiere.
El trabajo de Brad Anderson sigue ensalzando los dibujos de Fabok. Salvo por la luminosa escena inicial, no encontramos nada que no estuviera presente en el primer número. Oscuridad a raudales, que choca con los excéntricos colores pertenecientes al Príncipe Payaso del crimen. Una paleta perfectamente identificable que permite la distinción clara de todos los personajes. Naturalista, orgánica e icónica. No estropea lo que ya funciona. Por el contrario, lo ensalza y permite apreciar claramente porque es tan legendario el uso de esos colores. Un trabajo clásico e impecable.
El segundo número de Three Jokers es un acierto por muchos motivos. Logra expandir y plantear temas de mayor trascendencia y calado respecto a lo que se pudo ver en el primer acercamiento. A la vez que da una posibilidad de redención y de esperanza en tan trágica historia. Uno de los cómics imprescindibles y que marcarán un punto de inflexión dentro de la batfamilia. Y, por supuesto, en el Joker.