Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia (@Fandogamia) y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga.
A lo mejor los propios críticos y divulgadores de cómic en España se lo toman como algo residual, pero ejercen verdaderamente una gran influencia en el sector. Nuestra “industria”, precisamente por sí ser un poco de broma y juguete, con tiradas habitualmente cortas salvo en el caso de las cosas más gordas y con más recorrido, es muy susceptible a las opiniones. Si una reseña o crítica consigue que se vendan cinco cómics (cinco, eh, ninguna barbaridad) es probable que esa reseña o crítica haya conseguido aumentar en un 1% las ventas de ese libro. Suma varios comentarios positivos y te sale una venta inicial hasta rentable. Y esto ocurre con frecuencia.
FLASHBACK: yo, mirando la cuenta de Twitter de Fandogamia echado en una tumbona, verano de 2020, un fin de semana cualquiera. Un usuario repara en que nuestra página web ofrece un pack de la serie MONSTER×MONSTER con descuento, un pack que en realidad lleva más de año y medio en librerías y en la tienda online pero alguien se da cuenta justo en ese momento. Lo comenta en la red, alguien secunda diciendo que la serie no estaba mal, que a ese precio vale la pena, otro se interesa, otro alaba las series cortas. El lunes, cuando llego a la oficina, nos han comprado SIETE colecciones completas de esta serie. FIN DEL FLASHBACK.
Ahora imagina que estos intercambios de opinión no ocurren en una conversación informal entre amigos, colegas o desconocidos, sino que eres alguien, un medio, un influencer, un comentarista de tebeos que tiene un público al que dirigirse y que escucha. Al que le importa tu opinión.
Es fácil que un divulgador se reste importancia porque es difícil calibrar, con la nula transparencia que hay en las ventas de cómics, hasta qué punto se puede influir en el mercado. Ni siquiera las librerías disponen de esa información por completo: pueden valorar en todo caso sus propias ventas, que pueden variar brutalmente incluso de una zona a otra en una misma ciudad (o de cómo pongan los cómics en las estanterías). Los distribuidores tampoco tienen todos los datos porque no comparten la información con otros distribuidores (si los hay) y no conocen las ventas directas de la editorial. Los únicos conscientes al 100% de esa realidad somos los editores, que sabemos cuánto se vende lo que publicamos.
Pues confieso desde ya que la aportación de los divulgadores suma ventas.
Y es muy positivo porque hay mucha gente escribiendo sobre tebeos, peña más o menos profesionalizada con sus canales de difusión, que hoy por hoy va desde una web, pasando por un canal potente de Youtube a una simple cuenta de Instagram. Hasta la prensa generalista habla cada vez más de cómics. Hay reseñas y columnas hablando de viñetas por todas partes, para todos los colores. Adelantándose a los propios editores en eso de llegar al público, pregonando desde un púlpito o charlando de tú a tú, llegando verdaderamente a los lectores por su imparcialidad… o por no ser nada imparciales (exactamente como en la prensa de opinión política, económica o social, vaya).
FLASHBACK: yo, en un stand de Japan Weekend Madrid hablando con DNM, colega con quien he compartido mucho de intrigas comiqueras, enseñándome el móvil, hace ya varios años. “¡Pedro, tienes que escribir a este chico! Hace guías de lectura, tiene un Instagram que va subiendo fotos, tiene cosas muy en la línea de lo que tenéis licenciado y hay gente que está preguntándole directamente qué cómics comprar. Tengo su contacto, escríbele y habláis”. Ni yo ni la editorial teníamos Instagram por aquel entonces. FIN DEL FLASHBACK.
Hoy solo hablo de las acciones de la divulgación enfocada a una vertiente comercial y no intelectual o casi académica (qué tebeos leer de lo que se ha publicado ahora, no qué tebeos se publicaron después de la II Guerra Mundial en Japón y sus implicaciones sociopolíticas, que es un TRABAJAZO documental admirable, todo sea dicho) que matizo en dos vertientes según a qué público se dirijan: al casual (un lector no habitual de cómics) o al aficionado (que se deja sus dineros de forma más o menos regular).
Las primeras son esas columnas de opinión en el periódico de papel, los premios de un evento o de un Ministerio, las guías de mejores cómics del semestre, esa clase de cosas. Habitualmente dan para hablar de cómics que ya se publicaron hace un tiempo. Siendo francos, DAN PARA FAJA. Una pegatina con el rótulo de GANADOR DEL PREMIO TAL, mencionado en PASCUAL, de la lista de más vendidos de YO QUE SÉ. Si eres bibliotecario te vienen fetén para saber de un solo vistazo lo más destacado del año, si no compras tebeos todos los meses más de lo mismo. Son muy importantes para abrir mercado a nuevos lectores, pero difícilmente atraen la atención de los habituales, que si no se compraron un tebeo cuando salió es porque no les interesaba y ahora menos, que han salido otros ochocientos cómics desde entonces y no hay pelas para todo. Hacen que los dibujantes amplíen también su currículo y, como editor, lo recibes como un regalito. Puedes pensar que te hacen vender más, pero habitualmente si te llegan es porque el cómic ya ha debido vender lo suyo.
Las segundas son lo que conocemos como crítica o reseña de toda la vida, con más o menos interés o gusto del que escribe, y que pasa a ser un análisis de la obra con breve biografía del autor, contexto si hay ganas o formación, sinopsis, a veces un pequeño o gran destripe, foto y, según el caso, apuntes sobre la edición/traducción y nota del examen. Y acaban teniendo peso. Si los escribe alguien con cierta repercusión o seguimiento, por acción directa. Y, si no, por mera acumulación: si entras en tus redes y ves siete veces el mismo tebeo mencionado por siete cuentas distintas al menos te preguntas con qué demonios te están atormentando. Porque la cosa va de eso: de que se hable del cómic. Si se habla, bueno, algo tendrá, ¿no? La auténtica utilidad de estas reseñas es recordarle a la gente que el libro existe, que es algo mucho más difícil de lo que parece… incluso en el mismo mes en el que se ha publicado.
Esa imagen de los críticos como escaparates de nuestros productos es la que los editores deberíamos borrar de nuestras cabezas. Por eso los cabreos cuanto Fulanito no me ha mencionado aquí o allá: porque no ha puesto la foto. En realidad, la labor de difusión de los cómics para que se vendan bien es NUESTRO PUTO TRABAJO COMO EDITORES. Y de las librerías, que también se llevan su porcentaje. También debería ser trabajo de las distribuidoras, pero hace ya mucho que no espero gran cosa de su parte más que poner la furgoneta y hacer facturas. Los críticos han resultado estar ahí y les hemos acabado viendo como el fin en sí mismo, cuando son un medio, una herramienta más para alcanzar el objetivo real: que se vendan los tebeos. Pero no perdamos de vista que es el editor el que tiene esa labor en primera instancia y, si necesitas publi, te la pagas. Que a tiempo de hacer una promoción por treinta euros en Facebook siempre estás y te dejas de milongas.
ÚLTIMO FLASHBACK: yo otra vez, invitado a unas Jornadas de CÓMIC Y SUPERVIVENCIA organizadas por la APIM en Madrid, año 2017. Ha pasado tiempo y no recuerdo bien del todo el hilo conductor, pero junto a otros editores (de Fulgencio Pimentel, de Libros de Autoengaño y de Autsaider, me parece) nos iban preguntando cosas. Y al debate en torno a nuestros procedimientos con las copias de prensa y nuestro parecer en torno a cómo afrontamos el tema de los críticos, contesto algo como “yo sé que tengo que esperar a que todos los críticos que hay ahora se vayan muriendo porque serán sustituidos por otros más jóvenes que sí que hablarán de mis cómics porque son quienes los leen”. Visto en perspectiva, la verdad es que soy bastante cretino y normal que no hablen de mí en RNE. FIN DEL FLASHBACK. FUNDIDO EN NEGRO.