Tomar el relevo de una obra maestra del nivel de Watchmen es simplemente una misión suicida. Especialmente si se tiene en cuenta de que fue un cómic con el que Alan Moore pretendió destruir el mismo concepto de superhéroe. Paradójicamente, lo revitalizó y el género se empeña en proporcionar argumentos al bardo para afirmar que no se ha avanzado demasiado desde entonces.
Prueba de ello es que más de treinta años después se siga hablando de este cómic como una cima inalcanzable. Obviando fallidos intentos de explorar este mundo como pueden ser Antes de Watchmen o El Reloj del Juicio Final, el año pasado se estrenó la serie televisiva que servía de secuela del material original. Ahí se entendió que no se llegaría a ser más que un Quijote de Avellaneda y se tomaron las decisiones correctas.
Ahora se ha estrenado Rorschach, un cómic que ha tomado buena nota de qué es lo que ha funcionado en la serie. Parte de ser una propuesta pareja e, incluso, complementaria. Se acerca a temas que pasaron desapercibidos en la creación de Damon Lindelof. DC, en este caso, parece que le tiene tomado el pulso y ha escogido al equipo adecuado para seguir dando pasos adelantes con la franquicia.
Tom King es un gran admirador y conocedor de lo que hizo que Watchmen funcionase. Eso se puede apreciar si se observa el cuerpo de su trabajo. Ves ciertos recursos comunes, siendo el más obvio el empleo de las composiciones 3×3. Este autor, con todos los peros que se le quiera poner (incluyendo cuando se le fue la mano en Twitter), es uno de los mayores virtuosos que tiene el mainstream estadounidense. Es alguien que se empapa de la esencia de este tipo de cómics y que siempre logra dar toques sorprendentes a personajes de segunda fila en proyectos especiales con libertad total.
Rorschach supone una gran oportunidad de dejar su impronta en este mundo (con permiso del jugueteo enmarcado en planes mayores que fue Batman/Flash: La Chapa). Lo que aquí propone no es más ni menos que una deconstrucción del personaje y de su influencia.
Este primer número se cocina a fuego lento. El ritmo pausado pretende darle un aire distinto al que tenían los doce números de Watchmen. En parte, recuerda a otros proyectos en los que se ha embarcado el guionista y en parte, no. Se aleja de temas habituales dentro del cuerpo principal de su obra para conducir al lector a un whodunit que busca sorprender.
King ha afirmado que este es su cómic más implicado políticamente. Un reflejo de la crispación y los extremos en los que la población se está dirigiendo últimamente. Todo ello se personifica en este Rorschach que se percibe como una amenaza poderosa surgida de la nada y que, ideológicamente, en apariencia, rema en dirección contraria a la de su predecesor enmascarado.
Aquí vienen algunos SPOILERS para explicar la premisa. Campaña electoral de 2020. Se produce un atentado en un meeting del partido conservador. Rorschach ha participado. El protagonista es un miembro de seguridad que tiene que dar respuestas a lo acontecido y dar con el culpable. FIN DE LOS SPOILERS. El conflicto se presenta en el arranque y es un misterio a resolver. Este primer número ya deja entrever cierto metalenguaje y que pivotará en temas como la identidad o el modo en el que pueden usarse los iconos en un sentido u otro. Se parte de promesas y objetivos muy bien definidos de los que solo se permite atisbar mínimamente cual será el desarrollo. Más allá de eso, el lector se encuentra con una presentación ejemplar que da ganas de ver cómo se desarrolla tan ambiciosa propuesta. Ni más ni menos.
Jorge Fornés sorprende con una aproximación bastante inteligente. Ya a través de sus decisiones estéticas da información de lo que se ha pretendido hacer con este cómic. Al tratarse de desentrañar una mente compleja, la estructura de página simétrica tiene menor sentido. Por tanto, se queda con tres filas, pero modifica el tamaño y el número de las viñetas de cada una de ellas. El artista español, a través de esos mecanismos, transmite un respeto a Dave Gibbons y a la vez intenta traer algo nuevo sobre la mesa.
También resulta imaginativo el darle un aire retro, como de thriller político de los setenta, aunque con una ambientación contemporánea. Se respira mucha referencialidad y un cariño y esmero especial a la par que sigue notándose perfectamente su estilo. Es un dibujo que encaja perfectamente con historias negras urbanas y aquí vuelve a lucirse. Este proyecto lo consolida como uno de los artistas más brillantes del mercado americano.
El cómic viene con colores de un Dave Stewart que cumple su función y contribuye a crear esa atmósfera tan sobria y naturalista que viene acompañada de este tipo de narrativas. Pero ello no quiere decir que no se luzca creando imágenes llamativas por su color. De hecho, resulta sumamente interesante algunos recursos como emplear monocolor para algunos flashbacks.
El primer número de Rorschach es un acercamiento correcto. Tiene lo necesario de Watchmen como para pertenecer a este mundo, pero está lo suficientemente alejado como para tener su propia entidad. Un arranque potente.