En 2017, la Princesa Amazona brilló en la gran pantalla con su propia película, Wonder Woman, más de 75 años después de su creación a manos de William Moulton Marston y H. G. Peter… y siendo el único vértice de la sagrada trinidad deceita que no había recibido el tratamiento hollywoodense. Todo aquel que aún no estuviera familiarizado con la icónica superheroína (bien por sus décadas de historias entre viñetas, o por la inolvidable Lynda Carter en la pequeña pantalla) se quedó sin excusa, para caer ante sus pies. Ese mismo año DC Comics decidió apuntar a todos aquellos que mirasen a sus personajes, quizás, con una mezcla de interés y temor ante la inmensidad de su Universo comiquero, con el lanzamiento de DC Icons.
Esta línea de novelas juveniles, escritas por autores de renombre en el género Young Adult, narraba los orígenes adolescentes de personajes como Batman, Superman o Catwoman, para eventualmente acabar volviendo al noveno arte que les vió nacer. Así pasó con nuestra Diana, protagonista de Wonder Woman: Warbringer, una novela cuyo guión –obra de la autora bestseller del New York Times Leigh Bardugo– adapta ahora la veterana Louise Simonson para, junto al arte de Kit Seaton en su debut para DC, y el color de Sara Woolley, dar forma a la nueva novela gráfica del catálogo de la Editorial Hidra, uniéndose a obras tan especiales como Harley Quinn: Cristales rotos, Teen Titans: Raven, Canario Negro: Fuego o la próxima Mera contra la marea.
Wonder Woman: Warbringer arranca con una nueva reinterpretación del origen de una heroína en constante renovación, de la que los autores suelen mantener más o menos inalterables los pilares fundamentales de su mito, renovando el contexto que la rodea. Bardugo y Simonson se aventuran un poco más lejos… tal y como lo hace su protagonista, Diana, cuando decide abandonar Themyscira para rescatar a la víctima inocente de un naufragio en costas amazónicas. No, ¡no es un déjà vu! La premisa es realmente reminiscente de la base sobre la que se apoya cada historia de origen de Wonder Woman, pero no esperes soldados extraviados, balas o bracaletes (bueno, sí estos últimos): aun corriendo en paralelo a todo aquello que probablemente conozcas, Warbringer diverge en cada detalle y giro de un modo original y moderno.
Partiendo de la mitología griega que siempre abraza a Themyscira y a su hija pródiga, Bardugo y Simonson dan el pistoletazo de salida con un nuevo origen para las amazonas (como hiciera George Perez a finales de los 80 en el espectacular inicio de su definitoria etapa) como una hermandad de guerreras caídas en toda clase de campos de batalla y renacidas, eternas, en la Isla Paraíso. Ese es el estándar contra el que intenta medirse la adolescente Princesa Diana, nacida de la propia tierra e incapaz de sentirse plenamente aceptada entre sus experimentadas hermanas guerreras, y es lo que la impulsa a participar en la carrera a Bana-Mighdall, la nueva prueba de fuego con la que ganarse su respeto. Esta Diana, menospreciada a pesar de la grandeza que se vislumbra en ella, habla del valor de lo ganado con sudor y sangre en contraste a su percepción de sí misma como el maldito regalo de las diosas, que le arrebata su valía dejándola en una desventaja perpetua.
Unas deidades –Hera, Demeter, Hestia, Afrodita, y Artemisa– que crearon Themyscira como regalo a la reina Hippolyta (doblemente bendecida, para recelo de algunas de sus hermanas de armas), pero que no representan el único panteón venerado en la isla: Freyja, Matri, Oya, María y multitud de otros nombres divinos resuenan en las plegarias de esta nueva Themyscira que, aun bajo la gélida paleta de tonos azules que caracteriza esta obra, se siente cálida al acoger en su seno una sociedad que no sólo es multiétnica, sino un auténtico crisol de culturas, reflejo de la atemporalidad de estas amazonas que, en su devota entrega a su hermandad, conservan su individualidad y herencia cultural como nunca antes. Las raíces de cada una de ellas pueden llevar a cualquier rincón del globo, y cualquier punto de la historia, en el que haya habido mujeres librando sus propias batallas.
Ese es el mundo en el que naufraga Alia, una joven que llega a la isla accidentalmente y, sin pretenderlo, rompe su equilibrio. Llamada por el Oráculo haptandra, nacida del linaje de leyenda, la joven está llamada a ser una figura trágica que atrae el caos con su mera presencia… Diana y Alia se encuentran la una a la otra y se observan como seres de dimensiones diferentes, pero las une el haber nacido con un destino escrito en piedra sobre el que no se espera que tengan nada que opinar, sólo cumplir. Su encuentro es el verdadero regalo de los dioses, y fuerza a Diana a dejar de sentirse indigna y afrontar su responsabilidad: detener la guerra.
Un aspecto interesante de las muchas reinterpretaciones de mitos de la Grecia clásica es que brinda a las autoras la oportunidad de comentar, en boca de los propios personajes, un mal que tradicionalmente ha adolecido a las amazonas: la perspectiva masculina de aquellos que han monopolizado la narrativa de la Historia. Una historia que, en las leyendas griegas, pintaba a las amazonas como villanas por la amenaza que su matriarcado presentaba a ojos de hombres machistas, embriagados de poder y, aun así, débiles. Resulta que esa información revisada, esas fake news, también afectan a la educación amazónica sobre la Tierra del Hombre, con lecciones algo confusas sobre la manera contemporánea en la que vemos, hablamos y hacemos la guerra, o los conflictos raciales tan integrados en una sociedad que parece hacer la vista gorda.
Diana descubrirá esos errores de primera mano con Alia como maestra al acompañarla a su hogar, y es aquí donde quedará del todo claro que ambas jóvenes comparten el protagonismo de esta historia. Mitología y herstory, viajes y luchas, todo ello es el rico telón de fondo de una historia sobre amistad, a la que se suma además el elenco de personajes que orbita en torno a Alia, y que no podría aportar mayor dinamismo, contemporaneidad y representación. Jason, el hermano sobreprotector de Alia, Nim, su amiguísima de arrollador desparpajo, o Theo, el bocazas que le hace tilín… esta chavalada neoyorquina es el contraste perfecto para Diana como pez fuera del agua, algo nunca visto para ella. Resultan tan carismáticos en gran parte por los diseños de Kit Seaton, muy cómoda ilustrando sus expresivas reacciones, así como por las caracterizaciones de Leigh Bardugo, que no duda en mostrar a través de sus ojos la experiencia de la juventud negra estadounidense, entrelazada con los machismos cotidianos a los que se enfrentan las chicas.
Son muchas las historias que han optado por regresar a las playas de Themyscira para ver de nuevo a Diana partir hacia el Mundo del Hombre en su misión de acabar con las guerras. No son tantas las que se han atrevido a cambiar la motivación de la amazona para lanzarse a las aguas… o a mostrarla en sus años formativos, viéndola llenar poco a poco la sombra del icono de DC (el ejemplo más magistral sería quizás Wonder Woman: La verdadera amazona, de la escritora y artista Jill Thompson, en la cual Diana dejaba su isla sin que ningún forastero hubiera llegado a ella).
Wonder Woman: Warbringer se atreve con todo ello, creando un matriarcado evocador pero algo restrictivo y agobiante para Diana, y una primera aventura en nuestro mundo que combina con brío elementos de lo más modernos con su base clásica reconocible y multitud de ecos al pasado de la Mujer Maravilla que llamarán la atención de los más versados en su lore. Tomando cada oportunidad posible para idear vueltas de tuerca feministas e inclusivas para un personaje que lo ha sido desde su mismo origen, Bardugo se esmeró en crear una versión lo más actual posible del mito, acercándose a la muchachada y reflejando su realidad, y Simonson se asegura de que todo ello resulte en una experiencia comiquera de las de toda la vida para todo aquel que se inicie en este mundo atraído por el enfoque Young Adult, esperando conocer a la Princesa Amazona por vez primera.
Título: Wonder Woman: Warbringer |
Guión: Louise Simonson (adaptado de la novela de Leigh Bardugo) |
Dibujo y entintado: Kit Seaton |
Color: Sara Woolley |
Edición Nacional: Editorial Hidra |
Edición Original: Penguin Random House |
Formato: Tapa blanda con solapas, 200 páginas |
Precio: 14,95 € |