Gabriel Regueiro (@GabrielRegueiro) es un prestigioso y omnipresente rotulista de la industria del cómic en España responsable de la rotulación de algunos de los títulos publicados en nuestro país, como Verdad o Khalat (Liana Editorial), Hey Kids! Comics o Sección Cero (Dolmen Editorial), Los sentimientos de Miyoko en Asagaya (Gallo Nero) o Epílogo (Nuevo Nueve).
Aquí tenéis enlaces a su portfolio en issuu y su perfil de Linkedin.
La rotulación de cómics ha evolucionado mucho en las últimas décadas. Desde sus inicios en los que el rotulista, mediante el uso de plumas o plumillas, rotulaba directamente sobre los originales; hasta hoy día donde prácticamente todo el proceso es digital.
El papel del rotulista varía según el mercado en el que trabajes; por ejemplo en Norteamérica los rotulistas son los que ponen los globos o bocadillos, les incorporan el texto y hacen los efectos de sonido utilizando onomatopeyas. Aquí, en Europa y más concretamente en España, eso es difícil de ver porque son los propios dibujantes quienes, en coalición con los guionistas, se encargan de colocar los bocadillos y las onomatopeyas. Y pensaréis: «Pues qué fácil, solo hay que poner los textos, eso lo puedo hacer yo».
Puede que en un mundo ideal en el que vayas a rotular un cómic extranjero (la grandísima mayoría porque los autores nacionales se ven forzados a trabajar en mercados foráneos para sobrevivir), tengas la suerte de que te manden los archivos maquetados al mismo tamaño y con las mismas características de las que se van a publicar aquí, con los textos y los dibujos separados por capas, sin onomatopeyas y sin cartelitos ni elementos extraños en las páginas. Entonces sí, puede que lo puedas hacer tú mismo y, si llegara el caso, por favor avísame que yo también quiero ver unicornios.
La amarga realidad es que muchas veces los archivos vienen con los textos acoplados y hay que taparlos para poder rotular encima. Las onomatopeyas vienen igual y, si se han alineado los astros, solo hay que dibujar la apertura de exclamación, pero casi siempre hay que quitarlas, poner encima la nueva y redibujar el fondo; y hay otras veces en las que el remedio sería peor que la enfermedad o en la que la fecha de entrega que te dan es ayer y nada se puede hacer. Luego están las tipografías, que o no te las envían y tienes que tirar de las que tienes compradas si quedan bien, o si no comprar alguna nueva, o que sí vienen pero sin caracteres latinos y «¡Oh, sorpresa, ahora también soy tipógrafo!», y toca retocar la tipografía y añadirle todos los glifos que le faltan y hacer que funcionen entre ellos, claro.
Y hablando de tipografía, la de veces que estoy leyendo un cómic y veo esas «íes» de tres palos cuando solo se deberían usar para el pronombre «yo» en inglés. Podría estar líneas y líneas escribiendo sobre todo lo que hacemos los rotulistas, pero no os quiero aburrir más, ni meterme en el berenjenal de hablar sobre cuando los de arriba delegan tanto que te preguntas: «¿Desde cuándo tengo una editorial?». Que, ojo, implicarse más allá de la rotulación es maravilloso, pero la diferencia entre formar parte de un proyecto a que te encasqueten un marrón huele de lejos. Y que haya dificultades no quiere decir que sea un trabajo tedioso, al contrario, son pequeños retos que lo hacen más interesante. Recuerdo un cómic, con las onomatopeyas hechas a tinta y acuarela, en el que tenía tiempo de sobra y no dejé títere con cabeza… ¡Me lo pasé pipa!
¿A dónde quiero ir a parar con todo esto? A que los rotulistas (a veces simplemente llamados maquetadores) somos ignorados, al igual que los traductores, correctores, impresores… incluso los entintadores y los coloristas. Ya no es solo que los lectores no sepan de nuestra existencia, es que para las editoriales y los divulgadores solo somos un nombre en la página de créditos, bien chiquitito para que el lector no pierda un segundo de más leyéndolo. ¡Eso si tienes suerte y trabajas por cuenta propia! Que en ocasiones los rotulistas internos de las editoriales ni siquiera aparecen en los créditos. Si preguntas a un divulgador de cómics, probablemente solo te sabrá decir uno o dos rotulistas que conozca.
Algo que realmente agradezco es que haya llegado el formato yanki de las Comic Con a España, que tendrá sus cosas buenas y sus cosas malas, pero son los únicos eventos en los que la figura del rotulista ha tenido su propia categoría en los premios que convocan: los Premios Carlos Giménez en la Heroes Comic Con de Madrid y los Premios José Sanchis Grau en la desaparecida Heroes Comic Con de Valencia. Se me debió aparecer la Virgen porque estuve nominado a uno de ellos en 2019, ojocuidao. Pero con esto volvemos a lo mismo, cómo nos van a nominar si nuestro nombre solo aparece fugazmente en la página de créditos, que nadie lee.
Lo que vengo a reivindicar aquí es que se nos dé la visibilidad que merecemos, tanto a los rotulistas como al resto de profesionales. No cuesta nada añadir nuestros nombres a las fichas en las webs de las editoriales o en los datos técnicos en las reseñas. Que no pedimos que se analice nuestra labor y se reciten odas por nuestro trabajo, ni mucho menos, pero que nos den el reconocimiento que merecemos ayudaría, sin lugar a dudas, a que el sector del cómic fuera la piña que está llamada a ser.