Si algo representa Jeff Lemire dentro de la industria americana es el corazón. Ha demostrado ser el autor que mejor sabe manejar las emociones y que siempre logra dar mucha verdad a todas sus creaciones. Tal y como confesó en Diálogos de Cómic, es alguien que terminó bastante quemado de trabajar para las grandes editoriales y que sus intereses, realmente, estaban en otra parte. Posee una manera muy específica de entender este medio que, muchas veces, choca con las imposiciones de las altas estancias.
Y por ello, cómics como este son donde reside aquello por lo que será recordado el canadiense. En su trabajo independiente se deja apreciar su más verídica y honesta cara. Gracias a estos, se ha ganado un compromiso bastante férreo por parte de sus seguidores. Y una de las propuestas más celebradas es, sin ninguna duda, Descender. La historia de ciencia ficción quedó como una de culto y, en el momento en que gozaba de mayor éxito, decidieron acabarla. Y eso dio paso a Ascender.
En la primera reseña de esta serie, se sacó a relucir lo arriesgado que es dar un cambio tan radical. Y que, aun así, logra funcionar por sí misma, con independencia de Descender. Pero dejó al lector muchos huecos respecto a lo que pasó entre el final de una y el inicio de otra.
Y en esa cuestión se centra este segundo arco argumental. Se busca responder algunas preguntas respecto al raccord de los personajes. Y es que este escritor siempre pone el foco en estos. Asimismo cabría destacar como los personajes de categoría siempre son un lienzo en blanco en los que descubrir y aportar características inéditas. Esa versatilidad, al contrario de lo que pueda parecer, no significa que no tengan una personalidad muy marcada. Lemire tiene la habilidad de lograr que sean flexibles sin que se traicionen a sí mismos.
Eso trae la consecuencia de que, evidentemente, la trama principal echa el freno en favor de una necesaria indagación de algunos aspectos que no tuvo tiempo de desarrollar en los primeros números. No solo se construye el puente que conectan los personajes persistentes entre ambas series, si no que se forja el origen de la temible antagonista conocida como Madre. Y esbozar todo tal y como lo hace este escritor es tarea complicada.
Se nota una intención de darle una vertiente trágica a la villana de la función. Busca humanizarla, aunque sin que se caiga en la empatía con el personaje. Sigue teniendo motivaciones oscuras desde el principio, pero se entiende por qué es como es. No se trata de establecerla como alguien que podría ser cualquiera, sino de asimilar sus objetivos y de establecer definitivamente quién es Madre. Ella es mucho más frágil de lo que aparenta, lo cual la deja en una posición inusual de cara al futuro.
¿Quiere decir eso que no se produzca ningún avance en la historia? En absoluto. Se ha logrado un equilibrio entre los avances y las peripecias y los flashbacks. Es más, entran en una correlación directa. En estos números aguardan multitud de sorpresas para un lector que cada vez ve más elementos que le evocan a Descender. Pero se dosifican de tal manera que son satisfactorios. Se deja respirar y caminar por su cuenta el nuevo escenario que aquí se ha planteado.
Gracias a ello, el salto al tiburón que parecía ser en un principio, lo es cada vez menos. Termina siendo un ejemplo paradigmático de ese tipo de obras que desafían constantemente a la par que les proporciona incentivos como para seguir. Y dota a esta narrativa de un matiz impredecible que motiva constantemente a pasar páginas. Además, se tiene la confianza de que no se va a traicionar la verosimilitud. Es un punto codiciado al que pocos guionistas son capaces de alcanzar.
Dustin Nguyen, tras tantos años inmerso en un mismo título, se ha ganado constar en los créditos junto a Lemire como narrador. En el tomo no se especifica distinción alguna entre el trabajo de guion y de tratamiento artístico. Pero también es difícil conocer cuál ha sido la influencia de uno sobre el otro. Lo cierto es que su trabajo es tan inmenso como puede ser el de Lemire.
El ilustrador está en su salsa y se nota que aquí ha gozado con una libertad creativa en el tratamiento visual. Aunque haya un choque estético clarísimo entre Descender y Ascender, el ojo del lector se ha acostumbrado rápidamente. No solo eso, si no que reconoce perfectamente ya las identidades de los personajes y de los mundos a través del color. Además, se nota mucho que ha disfrutado en el diseño de la mitología de Ascender. Por si fuera poco, gracias a su estilo pictórico, logra que esta serie posea una entidad muy especial que se integra con todo lo que se le ponga enfrente. No solo eso, sino que, en este arco, hace la virguería de ir variando de estilo dependiendo de la época en la que se ubique la acción. Cada página merece la pena estar minutos admirándola y siempre se descubrirán matices.
El tomo de Astiberri no se olvida de recopilar las portadas y las biografías de ambos autores.
El segundo tomo de Ascender echa el freno, pero eso no representa que se deje de ahondar en este imaginativo mundo. Es una serie de la que cuanto más se conoce, más estimulante resulta. Una mezcla de géneros que casan mucho mejor de lo que cabría esperar. Un cómic excelso que recuerda que los límites solo están en la imaginación. Puesto que, con ella, no hay nada que temer. Y menos en un mundo hostil donde habitan hostiles brujas y amigables máquinas.
Título: Ascender 2. El mar Muerto. |
Guion: Jeff Lemire |
Dibujo y color: Dustin Nguyen |
Edición Nacional: Astiberri |
Edición Original: Image Comics |
Formato: Cartoné, 136 páginas |
Precio: 18,00€ |