Las series de animación japonesas comenzaron a aparecer en la televisión española en la década de los setenta, ampliaron su cuota de pantalla durante los ochenta y se consolidaron en los noventa hasta lograr que, en la actualidad, el anime sea uno de los géneros más relevantes del consumo audiovisual en el ámbito hispanohablante. Antes del éxito sin precedentes de Bola de dragón (emitida por primera vez en España por TV3 en febrero de 1990), Mazinger Z, Los caballeros del zodiaco o Heidi ya se habían convertido en iconos reconocibles, integrados en el imaginario de una parte de los telespectadores de TVE, Antena 3, Telecinco o las cadenas autonómicas. A la sombra de los primeros grandes triunfos de la animación nipona en el país quedó entonces la libre adaptación de los relatos de Sherlock Holmes que (un todavía no tan globalmente admirado) Hayao Miyazaki había realizado en colaboración con la radiotelevisión italiana.
Es probable que buena parte de los espectadores que la viesen en las emisiones de TVE durante los ochenta y los noventa no tuviesen conciencia de estar asistiendo a algo más que una serie de dibujos animados divertida y muy bien dibujada. Es posible que ni siquiera les sonase (si es que llegaron a conocerlo) el nombre del director tokiota y que la mayoría no asociasen hasta años después de la creación de Studio Ghibli que Totoro, la princesa Mononoke o Porco Rosso compartían creador con aquel detective encarnado por un perro antropomórfico que les sonaba de su infancia o adolescencia. Sin embargo, quizá porque se tratase del último trabajo del maestro para televisión, o porque fuese inmediatamente anterior a la fundación de Studio Ghibli, o porque al talento de Miyazaki se le sumaba el carisma de un icono transcultural y transmedia como el personaje creado por Arthur Conan Doyle…, la serie terminó convirtiéndose en una obra de culto.
En aquel Sherlock Holmes se dieron todas las circunstancias y se combinaron todos los elementos necesarios para que casi cuatro décadas después, muy lejos de Japón, el escritor y guionista Sergio Colomino haya escrito un delicioso libro que estudia la serie y su contexto sociocultural en profundidad y le rinde homenaje (y para que los lectores estuviesen esperando un título como Sherlock Holmes de Hayao Miyazaki, que llega a las librerías con el marchamo de Dolmen).
Como explica Colomino en la introducción, durante años, la serie de animación había sido ignorada tanto por las monografías dedicadas al personaje creado por Doyle como las que se ocupaban de Miyazaki. El propio autor se sorprendió del escaso aprecio con el que contaba la obra incluso entre los miembros del Círculo Holmes, asociación dedicada al estudio y la promoción del personaje de la que entró a formar parte en 2006. Fuera por reivindicarla o simplemente como deuda con mi primera experiencia con el detective, Colomino comenzó a escribir reseñas de cada uno de los veintiséis capítulos de la serie para el boletín de la asociación, textos que terminarían por convertirse en la semilla de su libro.
Sherlock Holmes de Hayao Miyazaki posee las dos virtudes que se le suelen reclamar a este tipo de obra: por una parte, es un objeto de coleccionista valioso para cualquier amante tanto del canon holmesiano como de Studio Ghibli. El volumen, editado en tapa dura y a color, reproduce una cantidad notable de fotogramas de la serie y material gráfico relacionado, como recortes de prensa, cartelería, merchandising… Por otra parte, además de ser un libro agradable de hojear, está escrito de manera que la lectura del texto resulta fluida, salpicada de curiosidades enmarcadas en unos letreros verdes sostenidos por el sabueso Holmes que aligeran la experiencia. Hasta aquí, lo exigible a un libro de estas características. Pero, además, el trabajo de Colomino destaca en su género porque además de lograr satisfacer al fan y de ofrecer una lectura ociosa, disimula en esa aparente liviandad una exhaustividad asombrosa y una gran capacidad para encajar y explicar cada aspecto concerniente a la serie desde su contexto histórico y cultural.
En la primera parte, la nostalgia y la voluntad de encajar la obra en el momento de su aparición se trenzan para ayudarnos a comprender en qué panorama sociocultural comenzó a emitirse Sherlock Holmes en nuestro país y cómo fue recibida. El anime se encontraba en un momento de expansión en España, pero todavía no había alcanzado las cotas de popularidad de las que gozaría a partir de los noventa. Se trataba todavía de “dibujos animados”, en la misma categoría que Los diminutos o Los snorkels, estrenados en el país aquel mismo año, o series populares del momento como David el gnomo. Nada más. Colomino, por ejemplo, recopila un artículo sin firma, aparecido en la edición de La Vanguardia del 24 de enero de 1986, en el que los antagonistas son confundidos con los protagonistas, en el que se menciona a la productora para la que trabajaba Miyazaki (al que no se cita) como una de las empresas especializadas en técnicas de animación que han proliferado últimamente en aquel país y que culmina expresando el deseo de que no se haya tomado en vano el nombre y la popularidad del gran detective.
El autor explica también que, a pesar de que resulta imposible constatar en la hemeroteca el orden de programación que siguió TVE, sabemos que en 1986 no respetaron el orden japonés. El primer capítulo que pudieron ver los espectadores españoles fue el tercero (La pequeña cliente), al que siguieron decimocuarto (Las langostas de coral), el quinto (La esmeralda azul)… Y esto no se subsanaría hasta su reemisión de 1991, cuando la serie se emitió por primera vez siguiendo el orden pertinente.
Además del andamiaje contextual, el trabajo de Colomino destaca por su exhaustiva indagación para encontrar los rastros de la obra de Arthur Conan Doyle en las veintiséis entregas del anime. No hacía falta leer el rótulo en los créditos de la serie que indicaba que se trataba de una adaptación libre para comprenderlo. Bastaba con ver que los personajes eran animales antropomórficos. O que Moriarty, que sólo aparece en uno de los relatos del canon holmesiano, era el antagonista recurrente. O que la serie estaba plagada de imaginativos cachivaches steampunk. Sin embargo, tanto en los seis capítulos que dirigió Miyazaki personalmente como en el resto de la serie, sus creadores evidencian un buen conocimiento de la obra original.
El nivel de detalle en el rastreo de las huellas de Doyle en el escenario es digno de la mirada perspicaz del propio Holmes. Colomino consigna detalles como que, en el primer capítulo del anime (Las cuatro firmas), se envía una uña de oso a un personaje como forma de amenazarlo es un calco de uno de los motivos que el autor británico empleó en el relato Las cinco semillas de naranja. E identifica imágenes como la del animalesco Moriarty, amenazando con un hacha a otro personaje en equilibrio precario en una cornisa, que es tomada de una de las ilustraciones que Sidney Paget realizó para la edición original de La aventura del pulgar del ingeniero.
La obra de Colomino cierra con una indagación sobre el impacto de la serie en la cultura popular y en el coleccionismo, tanto en el ámbito español como en el global. Nos descubre curiosidades como que un grupo de niños cantantes al estilo Parchís, Nins, llegó a grabar un disco, producido por Horus, titulado Sherlock Holmes y que incluía el opening de la serie, así como otras canciones inspiradas en sus personajes y compuestas por Amado Jaén, creador o adaptador de otras sintonías icónicas como las de El inspector Gadget o Dragones y mazmorras.
El volumen editado por Dolmen nos recuerda también que en Italia aprovecharon el tirón de la serie para publicar una adaptación en cómic, que llegaría a los quioscos españoles en marzo de 1986, editada por Fórum y con el logotipo de TVE estampado en la portada. Con todo, el autor barcelonés señala que existen notables diferencias entre la versión animada y el tebeo escrito por Toni Pagot e ilustrado por Franco Oneta, Carlo Peroni o Gino Gavioli: Holmes es menos simpático y tiene arrebatos de mal genio, Moriarty es especialmente violento con sus secuaces y a menudo solicita la ayuda de extrañas divinidades a las que rinde culto… Subproductos que los aficionados pueden conseguir con relativa facilidad en el mercado de segunda a mano a precios sorprendentemente razonables.
Sherlock Holmes de Hayao Miyazaki es un paseo nostálgico por la infancia televisiva de muchos lectores y un maravilloso homenaje tanto a la figura del detective del 221B de Baker Street como a la serie italojaponesa. Pero también la oportunidad de descubrir al guionista del cómic Sherlock Holmes y la conjura de Barcelona en un registro en el que brilla incluso más que en el que ya le conocíamos.