Érase una vez en Francia es un cómic que quizás no suene a mucha gente, ya que pasó algo desapercibido la primera vez que fue publicado en España. En cambio el trabajo de Vallée y Nury es uno de los cómics que más éxito ha tenido en Francia en los últimos años, ganando varios premios entre ellos a la mejor serie en el Festival de Angoulême. Por suerte este mes Norma Editorial lo reedita en formato integral recopilando los tres volúmenes en un único tomo. Es un cómic histórico que permite observar la figura de un hombre judío que fue ascendiendo socialmente durante la Segunda Guerra Mundial.
El cómic relata la vida Joshep Joanovici, personaje real en quien se basan los autores para crear una fábula histórica. Era un judío rumano que en 1905 emigro a Francia. Allí comenzó a trabajar para el tío de su mujer en la chatarrería puesto que Joshep tenía buena habilidad para reconocer el metal. Así, con el tiempo, el protagonista se hizo con el negoció y creó un imperio a partir de la chatarrería. Para conseguirlo actuó fuera de la ley pactando con mafiosos o con comerciantes alemanes pese a que había prohibiciones. Al estallar la Segunda Guerra Mundial continuó comerciando con los nazis puesto que había establecido contactos en Alemania aunque trató de seguir ayudando a sus trabajadores y familiares.
Finalmente cuando la guerra parecía estar decidida a favor de los aliados comenzó a colaborar con la Resistencia mientras trataba de borrar cualquier rastro de haber colaborado con los nazis en el pasado. Después de la liberación de París fue condecorado como un héroe de guerra pero durante varios años un juez se obsesionó con un hecho del pasado y comenzó a investigarle.
Érase una vez en Francia no pretende ser una biografía pese a basarse en echo reales y hay partes del cómic que no están documentadas pero los autores consiguen llenar esos espacios de una manera homogénea. Quizás se pueda decir que más que una novela histórica sea más bien una novela de género negro mucho más parecida a las series de televisión actuales o a las películas de gánsteres como la película de la que toma el nombre. Esta sensación se acrecienta aún más con la aparición de flashbacks que se usan para mostrar momentos importantes de la vida del protagonista como el momento en el que conoció a su mujer Eva.
La historia se muestra fragmentada en distintas épocas de la vida de Joanovici pero gran parte de ella se centra en la ocupación nazi y los años posteriores cuando comienzan a investigarle. Los autores tratan de representar una de las épocas más complicadas de la historia de Francia y lo consiguen de una manera fiel pero sin juzgar lo que ocurrió durante el régimen.
El punto clave del cómic es sin duda sus personajes y en especial su protagonista. Todos los personajes secundarios están muy bien construidos y son muy interesantes, como su mujer o los aliados nazis, pero es sin duda el personaje de Joshep quien da carisma a la historia y actúa como su eje principal. El protagonista solo busca conseguir una buena vida para él y su familia pero los métodos para conseguirlo son muy cuestionables. Es el compás moral y la ambición de Joanovici, siendo capaz de pasar por encima de cualquiera o traicionar sus propias creencias, lo que hacen de él un personaje tan creíble y tan especial. Un personaje que se mueve en el espectro más gris dando bandazos a un lado y a otro mientras la historia avanza. Una vida complicada en un momento de la historia muy difícil que a menudo hace que el lector se plantee que hubiera hecho en su lugar.
El dibujo de Sylvain Vallée se siente clásico pero a la vez moderno y personal. Tiene un estilo propio muy limpio que mezcla un estilo realista con rostros algo caricaturescos, lo justo como para no sacarnos de la lectura pero de manera que hace muy reconocibles a los personajes. El estilo muy tradicional en cuanto a la composición y se puede observar un gran trabajo de documentación tanto en la ropa de los personajes como en lo descriptivo que son sus fondos.
Esta documentación y la forma de narrar del guionista de cine Fabien Nury hacen que la lectura sea casi didáctica. El guion claro, pese a los flashbacks, hace que resulte una lectura sencilla pero no por ello deja de ser interesante y atractiva. La intriga y la tensión son manejadas de forma fantástica por el narrador lo que hace difícil dejar de leer sus páginas hasta haber terminado el cómic.
Y al guion y al dibujo se le suma el estupendo trabajo de color de la mano de Delf, que hace un gran trabajo de inmersión. La iluminación de las escenas resulta clave para trasmitir algunas sensaciones y para reflejar las emociones y sentimientos que el protagonista trata de ocultar.
En resumen, Érase una vez en Francia es un cómic fantástico claro y accesible con una historia muy interesante. Parecida en ese sentido al estilo de Katanga, la conocida obra del mismo dibujante. El lector se encuentra ante un cómic con un estilo europeo tan claro que puede llegar a parecer, y solo durante unos segundos, un cómic genérico. Pero nada más lejos de la realidad. A las pocas páginas queda claro que Érase una vez en Francia está a otro nivel. El trabajo realizado en sus páginas destaca por encima de los demás y queda patente que es una gran obra, interesante y entretenida, dejando claro por qué ha sido tan premiada. Un tebeo de los que el lector de cómic europeo puede enorgullecerse y recomendar sin miedo pues es difícil fallar cuando reúne tantas cualidades positivas.