La Casa de las Ideas ha apurado el mes de noviembre con la publicación de los tres cómics que cierran el primer gran evento mutante tras el ambicioso relanzamiento de la franquicia que llevó a cabo Jonathan Hickman. Esta semana han llegado a las librerías estadounidenses y repositorios digitales Excalibur #15, X-Men #15 y el especial X of Swords: Destruction, en el que el propio Hickman, junto a Tini Howard y el ilustrador Pepe Larraz nos narran el desenlace de una historia épica, bien planificada y espectacularmente contada que, contra lo que cabía prever, ha logrado sostener las expectativas que generaron Dinastía de X y Potencias de X, aunque es otra cosa.
El evento comenzaba en septiembre con la progenie del (más o menos) redimido Apocalipsis asediando la majestuosa torre de Del Di’lorr. Los cuatro jinetes originales se presentaban al lector amenazando con hacer caer primero Otromundo y, después, Krakoa, la (ya no tan) nueva nación mutante del Universo Marvel. Por su parte, el gobierno de Krakoa escuchaba resquebrajarse su unidad ante la presión de una amenaza temible y el doloroso imprevisto de que los protocolos de resurrección empezase a fallar y, por si fuese poco, a Polaris le sobrevenían visiones delirantes relacionadas con el conflicto al estilo de las profetisas griegas. Al mismo tiempo, en la Ciudadela Starlight, Saturnina, majestad omniversal, gobernadora de Otromundo, la luz blanca de ambos reinos, regresaba a las páginas de la principal cabecera mutante escrutando en los arcanos del tarot si los terribles presagios que anunciaban los cuatro primeros jinetes de En Sabah Nur se cumplirían.
El planteamiento narrado en X of Swords: Creation tendía bastantes cabos, y suficientemente distintos, como para que los lectores tomasen la medida de lo que se iba a desencadenar a lo largo de un par de meses y veintidós cómics.
Desde el primer momento, X of Swords se afirmaba sin complejos como una saga en la que la épica fantástica abrazaba los planteamientos de ciencia ficción tan presentes en la obra de Hickman, invocando así el legado de Michael Moorcock y no tanto el de la fantasía tolkieniana o incluso Juego de Tronos (aunque algo de esto sí que hay, especialmente en el juego que se trae Saturnina con los hermanos Braddock), que tienden a traerse a colación cada vez que hay ejércitos armados con espadas y magia chisporroteando en una historia. En esta dirección, sobresale el trabajo de Pepe Larraz, que en distintas entregas del crossover nos ha deleitado con una sucesión de viñetas absolutamente impregnadas de la atmósfera con la que los escritores han querido marcar el relato (bastiones en llamas, pendones ondeando, ejércitos haciendo temblar la tierra a su paso y, por supuesto, muchas espadas) y sin la que la historia no se hubiese sostenido. Y aunque Larraz excele entre la nómina de ilustradores que han desfilado por el evento, sería injusto no mencionar la labor de Viktor Bogdanovic en Wolverine #6 y #7, y X-Force #13 y #14, en los que sigue la estela del español y mantiene la historia dentro de la estética que exigía, algo que no ha terminado de suceder en las entregas publicadas bajo la cabecera de X-Factor o Marauders, donde Carlos Gómez o Matteo Lolli nos han ofrecido un dibujo de gran nivel, pero más limpio, colorista, amable… de manera que no parece pertenecer al mismo conjunto, ni estar comunicando la misma historia.
Tras el planteamiento, el desarrollo del crossover podría dividirse en dos mitades.
Ahora que Jon Favreau ha confesado orgullosamente la influencia que jugar a Dungeons & Dragons ha tenido en su trabajo al frente de The Mandalorian, Hickman y Howard podrían descolgarse con una afirmación similar. Ante la colisión de proporciones halicarnasianas que amenaza con producirse en su territorio entre el ejército invasor de Arakko y las huestes mutantes, Saturnina convence a ambos bandos para que se enfrenten en un mucho más civilizado torneo, representados por un equipo de campeones (del lado krakoano, formado por Apocalipsis, Betsy Braddock, Brian Braddock, Cable, Cifra, Gorgon, Lobezno, Magik y Tormenta), y cuyo vencedor podrá reclamar Krakoa como suya. De manera que la primera parte del evento, en la que veremos a los pupilos del Xavier dispersados por latitudes y dimensiones diversas en busca de ciertas espadas míticas sin las que no se les permitirá acceder a la arena de combate, o al matadero, como vaticinará Polaris, tiene todos los elementos de una buena partida de D&D.
Así, nos traen de vuelta la versión más samurái de Lobezno (erigido gracias al buen trabajo de Benjamin Percy, también en esta nueva etapa, como uno de los emblemas de la franquicia mutante), blandiendo sus garras en una quest en busca de una katana forjada por el legendario herrero Muramasa que lo enfrentará a sus recuerdos y a Samurái de Plata; o a la recién proclamada Capitana Britania teniendo que enfrentarse a sus problemas fraternales y a las intrigas de Saturnina.
La segunda mitad de X of Swords correspondería al desarrollo del propio torneo, donde el tono aventurero se desvanece para regresar a la épica que había prologado el evento…, y acentuar su carga dramática, por momentos tan shakespeariana como algunos de los giros de guion que se producen a medida que la historia se densifica: el hijo que provoca que los padres rompan el tablero, la amada esposa perdida en los océanos del tiempo a la que el doliente marido debe enfrentarse en un combate por el destino del universo… Hay algo de Hamlet, y también de Macbeth, en el crossover. Argumentar la huella del bardo de Stratford en estas páginas sería tan divertido como complejo, y eso nos llevaría a otro artículo. Claro que también podría solventarse reconociendo que probablemente haya algo de Shakespeare en cada gran obra literaria posterior a él, y si esta no lo es (afirmarlo sería exagerar), sí demuestra que hunde sus raíces en ese abono bibliográfico. Luchas por el amor y el odio, la salvación y la muerte, la condena y la eternidad… Y a pesar de todas estas influencias y singularidades, la historia tiene un sabor plenamente reconocible, el que conecta la etapa de Claremont con la de Morrison o Whedon, y que hace más memorable si cabe lo que Hickman está escribiendo. Lo intuíamos y tras X of Swords está claro: desde hace más de un año estamos leyendo una etapa de los mutantes de Marvel que allá por 2050 recordaremos con la nostalgia de las que acabo de mencionar.
De la misma forma que hemos podido reconocer en el gusto por la espada y brujería el trabajo que Howard viene desempeñando en Excalibur, la pluma de Hickman emerge para ubicar el conflicto en las coordenadas políticas que viene manejando desde que le cedieron los mandos de la parcela mutante de Marvel, aunque son aquí mucho más suaves que en las dos miniseries precedentes. La amenaza bélica que se planteaba al inicio del crossover era, además, una prueba de estrés para el frágil equilibrio ideológico sobre el que se cimentaba Krakoa, lo que da lugar a diálogos en los que se revela que el acercamiento de posturas entre figuras ideológicamente tan distintas como Xavier, Magneto o Apocalipsis responde solo a la conveniencia, o a la oportunidad, y que seguirá siendo fuente de conflictos.
Otro de los aciertos del evento ha sido la profundización que Hickman y Howard han acometido en un personaje tan relevante dentro de la historia mutante en Marvel como Apocalipsis, elemento central en la trama del evento. La controvertida decisión de colocar al antagonista que llegó a serlo en términos más absolutos del sueño de Xavier en el mismo bando que La Patrulla X sólo era comprensible si esa decisión narrativa obedecía al deseo de contar una historia que la justificase y el nuevo patriarca mutante ha venido a darse la razón a sí mismo.
Curiosamente, Apocalipsis había quedado en manos de Tini Howard en las páginas de Excalibur y no en las de la serie principal. El personaje no estaba siendo escrito de forma incoherente, pero sí se estaba esperando mayor relevancia y algún movimiento más impactante que el de coronar al también controvertido y peligroso Jamie Braddock como rey loco de Avalon contra la voluntad de sus compañeros (Excalibur #6). Aquí, los estandartes y las espadas ondean alrededor de unos sucesos que vienen desembocados por la larguísima y compleja historia personal de En Sabah Nur y la manera en que es capaz de gestionar la irrupción de su pasado en su presente. Y el futuro de los hombres y mujeres X quedará condicionado por sus decisiones.
Tampoco puede quedar sin mención el desempeño de Hickman no sólo para construir su propio cosmos, introduciendo elementos innovadores y proponiendo nuevos conflictos a los personajes, sino para integrar décadas de tradición mutante en la catedral de viñetas que está erigiendo. Como viene sucediendo desde Potencias de X y Dinastía de X, la larga historia de los hombres y las mujeres X de Marvel va convergiendo en la narración del norteamericano y también en X of Swords se sucederán algunas reapariciones memorables, y se concederá nuevo protagonismo a personajes que llevan tiempo sin merecer la atención de los lectores… ¿Y nuevas cabeceras?
Es más, pese a la centralidad de Apocalipsis en el relato, el evento orquestado por Hickman y Howard destaca también por su capacidad de componerse realmente como un crossover, incidiendo de forma decisiva en las series que lo conforman, marcando su futuro a corto y medio plazo, y concediendo un protagonismo coral a sus personajes.
Apocalipsis al margen, es cierto que Lobezno tiene mayor presencia que, por ejemplo, Ríctor, o que Tormenta cobra muchas más viñetas que, pongamos, Magik. Pero contra lo que en otras ocasiones sucede con eventos de este tipo, son muchos los personajes que los guionistas han sabido convertir en piezas necesarias (en mayor o menor medida, pero necesarias) para que la acción se precipite hacia el desenlace emocionante, trágico, violento… y redondo al que acabamos de asistir en las cuarenta y ocho páginas de X of Swords: Destruction.
En España, Panini Comics ya ha anunciado que el evento llegará a las librerías a partir del próximo 7 de enero.
Señora, sé que lo veis todo, que lo conocéis todo, y que tenéis un completo dominio sobre este reino… Y, sí, vuestras cartas –que añaden su poder profético al vuestro–, pero… La serenidad y la confianza con la que habéis navegado en todo este… caos… ¿Sabías por adelantado? ¿Lo habíais visto todo?
Todo no. Después de todo, esto es el Multiverso…