Nadar: «La culpa, como motor social, es algo que me interesa»

En 2013, todavía a día de hoy uno de los años con mejor cosecha en lo que se refiere a comic nacional, un jovencísimo Pep Domingo (Nadar) sorprendía a propios y extraños con la publicación de Papel Estrujado, una historia sobre la soledad de la culpabilidad y sobre personas que se abren camino. Una historia sobre supervivientes. Una historia dura que le valió, y con razón, con el Premio del público a mejor obra en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona el año siguiente y que entró directamente en todas las listas de «Lo mejor del año». Una historia que un servidor no se cansará de recomendar a los cuatro vientos. Un nuevo talento había irrumpido en el mercado del cómic en España. Un talento sobre el que estarían puestas todas las miradas en el futuro. Ese futuro, según iba llegando, ofrecía nuevas obras de Nadar: El Mundo a Tus Pies, ¡Salud!, y ahora El Cineasta, en colaboración con el guionista francés Julien Frey, publicada por Astiberri en nuestro país en los primeros compases del 2020. Cuatro obras, a cada cuál más distinta en enfoque, estilo, formato y color que conforman una bibliografía fascinante en la figura de uno de los mejores autores de nuestro país. La semana pasada, Pep Domingo asistió a la librería bilbaina Joker a presentar esta obra y aprovechando la ocasión tuvimos la oportunidad de charlar con él sobre su carrera, úlitma hora, sus inquietudes… Sin más dilación, os dejamos con la entrevista con Nadar.

Entrevista a Pep Domingo (Nadar)

Vamos a hacer una entrevista un poco retrospectiva, un poco existencial. ¿Vale?

Venga, a ver…

Cuatro obras gordas. El salto de la primera al a segunda, ¿Lo recuerdas con presión? Porque Papel Estrujado fue, tranquilamente, una de las cuatro o cinco mejores obras de ese año. Esa parte catártica, ese manejo ya maduro del tiempo a tres bandas… Y todo en 400 páginas.

Yo ya estaba haciendo muchas cosas antes de Papel Estrujado. Siempre he estado haciendo, siempre ha sido mi obsesión. Lo que pasa es que salí a la palestra cuando salí. No era novato en ese sentido, pese a lo que pudiera parecer. Y luego, respecto al salto que decías, yo no he tenido mucha presión, la verdad. No creo en esas cosas. Además, después de la primera obra, solo pueden venir cosas que…  Avanzando un poquito a nivel personal. Sentir que avanzas y conquistas y aprendes cosas nuevas. No puedes estar pensando siempre en la presión. Para mí siempre se va para adelante. Hay escollos en el camino, haces cosas que son más malas, pero hay que tirar para adelante. Y ya está.

Cuando decides hacer El Mundo a tus Pies cambias todo. Cambias el formato apaisado, en vez de tres líneas temporales esta vez son tres historias cortas que no las relaciones entre sí, la paleta de colores va a mucho más…

Si, repetir lo otro sería hacer lo normal o lo esperable. En cambio, hacer el formato apaisado… Ahora sí se están haciendo muchas cosas en ese formato

Bueno, acuérdate que aquel año salieron unas cuantas…[Risas]

[Risas] Sí, si, pero cuando yo me puse no tenía ni idea…

El formato apaisado tiene un importante peso en la construcción formal de El Mundo a tus Pies.

Además, me consta que a los libreros no les gusta nada… [Risas]

Sí, sí, sí. Lo sé, lo sé. [Risas] Pero es eso. El otro día una persona me preguntaba, ¿Y cómo te metes un ladrillo como Papel Estrujado? Y al final es una cuestión de novato. De demostrarte, probar tus límites, saber hasta dónde puedes llegar. Demostrarte a ti mismo que dominas el lenguaje que quieres utilizar. Y todavía sigo un poco en esa onda. Han pasado años, pero sigo con ese espíritu de que con cada cosa que hago intento probar cosas nuevas. Veo hasta dónde puedo llegar. Veo qué le puedo dar.  Y en El Mundo a tus Pies era eso: quiero hacerlo a color, a ver qué tal. Obviamente el tema de la perspectiva me gusta menos de lo que me gustaba entonces, lo cual es muy normal entre los artistas.

¿En el sentido artístico o del tema, que era muy de aquella época?

El sujeto o el tema era algo que no podía eludir. Tenía otras historias que eran más sencillas de contar, más amenas para mí, pero en aquel momento estaba pasando la peor etapa de mi vida. Muy, muy mala… Eran muchos factores que era como un grito en el cielo. Eso tiene sus defectos y virtudes. Las virtudes eran que fue una elección muy visceral y auténtica.

La palabra que define muy bien esta obra es visceral, sí.

Si, estoy de acuerdo. Es decir, algo visceral, a veces, cercena la reflexión o la posibilidad de sacarle más punta al tema.

Esas quince/veinte últimas páginas son súper duras.

¡¿A ver cuáles?!

Ese cambio generacional…Cómo la generación de nuestros padres ha sido la generación más privilegiada de nuestra historia y aún así nos critican a nosotros, quienes estábamos destinados a heredar el mundo y nos hemos quedado muy lejos…

Uy, sí, sí. Estaba muy enfadado.

Es una reflexión muy interesante.

Yo creo que sí.

Va a ser vigente para toda nuestra generación.

Claro, claro. Creo que es vigente. Lo que pasa es que fue muy duro hacer ese cómic, realmente. Entonces, le tengo un poco de amor/odio. Como a cualquier cosa que sale de tu corazón y en un momento malo. También me recuerda a momentos muy duros. Pero sí, pese a todo, recuerdo que (perdona, que me está viniendo todo, no lo tengo fresco) tuve mucho cuidado con los diálogos, con qué enseño y qué no enseño, con “esto va a ser demasiado o esto se sale por la tangente”, este tema no viene al caso… Recuerdo tener en cuenta y medir mi ambición en ese aspecto. Pese a lo visceral.

Es algo en lo que he pensado y que hago con mucha frecuencia. Es complicado trabajar con ese otro tú que está vigilando. Pero al final me salen cosas con las que estoy más satisfecho, precisamente, por ese otro Pep, que está detrás cogiendo siempre las riendas y diciendo “no, piénsatelo dos veces”. Pero bueno, a mí me funciona. A otra gente le parecerá una auténtica tontería.

Te llegaste a plantear sacarlo a publicarlo en tres volúmenes.

No, no. Al principio era solo una historia. Muy al principio la historia era una protohistoria y estaba todo ahí, entrelazado.

Era como totum revolutum.

[Risas] Sí, total. Y un amigo me recomendó que hiciera historias separadas y, lo típico, que se relacionen. Y yo le dije: “no, no. Si hago historias separadas, hago historias separadas”. Porque todo el mundo se espera que se relacionen, ¿Sabes? Es precisamente eso. Así te aseguras de hacer algo distinto. Además, a mí el formato relato en literatura y novela (y escribo relatos de tanto en tanto) es algo que me gusta. Me gusta bastante. Y me gusta esta cosa estanca que tienen a veces. Es primero un relato, y luego otro, y luego otro… ¿Y qué tiene que ver? Nada. Simplemente son pequeñas cosas, píldoras de algo.

Y esta era la idea. Pese a todo, comparten un imaginario, un Occidente, una España, por momentos suburbial. También me lo planteé mucho como clases sociales, que era algo que estaba yéndose a tomar por saco. Y era algo que me interesaba mucho, ese discurso de clase. Porque, al final, era algo que ha marcado un poco la estructura de una sociedad, que son las clases sociales.

Sí, claro. Arriba y abajo.

Claro, claro. Y toda aquella destrucción o, vamos a llamarlo, nuevo orden, me interesaba un montón. Sí que me pensé muy bien los temas y cómo tenía que tratarlos. Fue un acierto, al final.

Los problemas de clase y sus relaciones es el tema principal de esta obra.

Fue una generación que no sabe qué hacer con la segunda casa en la playa y la otra que no puede permitirse la primera.

¿Sabes lo que pasa? Por ejemplo, en mi entorno, es como una guerra… Hay gente que ha quedado tocada. Yo he quedado tocado y mucha otra gente. Mi pareja, misma, ha quedado tocada también y hay cosas que ya no se superan. Es como que la gente que ha pasado un momento muy malo en toda la vida, se guardaban el pan bajo el colchón y tenían ciertas actuaciones que te dejan, de alguna manera, amargado.  

A mí, justamente, me ha ayudado a superarlo. Es como…

Una catarsis.

Es un modo de dejarlo atrás y decir: “mira, chico, esto es el nuevo orden y esta es la nueva realidad”. Evidentemente deberíamos luchar para que todo sea más justo, pero ya está. No hay más. Esto de “es que mi padre era…” Toda la Historia lo hemos hecho así. Coger los referentes de antes para construirte tú. Pero ha llegado un momento en el que ya no puedes hacerlo. Y asúmelo. Los mimbres que tenemos ahora son otros y hay que joderse en muchas cosas. Es así.

¿Habría funcionado igual de bien ese cómic cinco años antes o cinco años después, ahora?

Ni idea. Yo creo que no, ¿no? Habría que reescribirlo de otra manera. Hay cosas que sí. Hay cosas que han quedado. Pero no creo que esté ya tan a flor de piel. Ya se han asumido ciertas cosas. La gente que estaba fuera se ha quedado fuera y ya se han casado y han tenido hijos. O sea, ya está superado.

Es curioso, porque siempre copan las noticias los que se han ido fuera, ¿no? Pero la culpa y el remordimiento siempre es del que se queda atrás. Y en Papel Estrujado también hablas mucho de culpa y de remordimiento.

Hablo de algo que me interesaba en aquel momento. A mí la culpa me ha dejado de interesar en los últimos años. Es decir, como idea filosófica. Pero es algo que siempre me ha interesado. Como motor social. Porque la culpabilidad funciona a muchos niveles: domésticos, históricos… Y creo que es un fenómeno que en nuestra cultura judeo-cristiana de orígenes es vital para entender, incluso, como somos y como pensamos. Me interesaba esto que comento. No me voy a extender más en el tema.

Y sí, me interesaba poner la mirada en los que se quedan atras. Me interesaba el discurso intergeneracional, de varias generaciones. A mí me gusta escuchar, a veces, que un amigo o conocido que me dicen “mi padre lo leyó y nos dio un debate”. Un debate que, quizá, no hubiesen tenido nunca. Y eso es muy interesante porque, al final, mi idea era que también hubiera este diálogo. Dentro de nosotros mismos y con la otra generación. Hay una dinámica universal que es como que todas las generaciones precedentes detestan a las que vienen después. Y yo siempre me lo he creído viendo a mi abuelo, que había luchado en la guerra, o a mi padre con la persecución…

Nosotros que estábamos destinados a heredar y gobernar el mundo.

Y ahora yo estoy aquí con la Megadrive. Y me he dado cuenta que, y esto hay que entenderlo, a otro nivel, mi abuelo nunca lo había pasado tan mal como yo. En su vida. O sea, nunca, ¿sabes? Nunca. Hasta esos niveles tan personales… Me alegro un montón, por otra parte. Es un logro de este país. Pero también hay que ser justo con las cosas.

En ¡Salud! hacéis el camino inverso. El que viene aquí.

Era un poco el clima de esa época.

¡Eso es! El cambio de paradigma. Es un espejo.

La mirada del otro. Muchas veces todas las virtudes tienen defectos. O todo defecto tiene un reverso de virtud. Siempre me muevo en este terreno. Si me ves dudar es porque a veces creo que lo bueno y lo malo es lo mismo.

Con ¡Salud!, cuando fui a Galicia, mucha gente me decía: “pero es que esto no es así”. Y yo: “¡Claro que no es así!”. No era así porque es la visión de un francés, precisamente. La visión de alguien que lo ve fragmentado todo. Y eso es lo interesante, precisamente, ¿no? En cambio, también puede ser el defecto, por ende.

Pero sí. Aquí empiezas a trabajar con un guionista. Fue una oportunidad que me dio la editorial. La historia detrás me costó hacerla un poco mía. Así que dije, pues bueno, venga… Me hacía mucha ilusión que me ofrecieran un trabajo desde Francia.

Claro. Es trabajar con ligas mayores.

Era el salto. ¿Podría hacerlo?

Y desde aquí, no desde allí.

Desde aquí. Fue divertido, la verdad. Pero yo estoy siempre buscando. Hay gente súper joven, que los admiro un montón, pero que tienen un estilo muy claro ya. Como si llevaran toda la vida trabajando.

Sí. Una vez más, cambias todo. Tu estilo en ¡Salud! cambia. La paleta la vuelves a cambiar..

Como para mí el dibujo en cómic es una herramienta narrativa pura y dura, entonces intento… Y luego que soy así y ya está. Soy más indeciso, me gusta cambiar más…

Cuando hacéis El Cineasta, se nota que, y es mi percepción, que cada uno tiráis para un lado muy distinto. Me explico: hay unas páginas maravillosas en las que unos personajes están recorriendo el celuloide o cuando tira las hojas y haces como que se van los globos de pensamiento… Hay dos o tres pasajes en los que se ve que tú intentas hacer algo distinto a nivel formal, pero, en cambio, luego, sí que hay mucha rejilla de 2/3/2 o 2/1/2…

Sí, sí sí…

Muy BD. Pero tampoco en BD. Primeros planos, planos cortos.

Entiendo, entiendo.

Imagen de El Cineasta en una de sus composiciones clásicas.

¿Tenías ganas de hacerlo así?

No, en verdad, no. Me lo he pasado muy bien. Pero muchas de todas esas ideas (bueno, la del celuloide, no) eran de Frey, que me cascó en el guion y yo las vi de una manera diferente. Las hice mías en el modo en el que las planifiqué.

La del celuloide, por ejemplo, es brillante.

Bueno, pues gracias. Pero no es algo que me divierta mucho. A mí me gusta cierta regularidad. Suelo comentarlo mucho. Tengo tendencia a no fliparme. No me gusta fliparme. Me gusta que sea la historia la que mande. El rollo de jugar mucho con las narrativas me interesa, pero a otro nivel. Quizá no en el nivel más puramente formal si no a un nivel más de guion. Me gusta algo más estático.

La acción… Es que justo antes lo estabas hablando. Y estaba yo haciendo una apología de que ahora hay como mucha flipamenta y como que siempre tiene que haber acción en las cosas. Como que tiene que haber una cuota de acción, con las viñetas, los planos. Y me cansa porque o no viene a cuento o no entiendo la realidad siempre con acción, con ese tipo de acción.

Así que, bueno, yo tengo esta cosa mía personal como de filias. Cierta estaticidad me gusta, me atrae. Siempre me ha pasado igual. Me pasa en muchos campos. Cierta sobriedad, cierta contención. Siempre me ha gustado.

Eso se puede ver también en ¡Salud! o en Papel Estrujado.

Bueno, en ¡Salud! hay escenas de acción. Y no las disfruto.

Pero encajan en cierto costumbrismo.

Intento hacer que, si hay acción, llevarla a ese terreno. Y seguir jugando con el discurso gráfico. Hay muchas veces que tú estás leyendo un cómic y que de repente hay una escena de acción. Y esa escena de acción está narrada con otros mecanismos. De repente, esa escena de acción tiene otros recursos. De repente, es un tópico, es un cliché.

Yo intento narrar la acción desde donde estás tú. No irte allí porque este plano me vaya a ayudar más. Pero tampoco soy nadie para hablar de acción. Todos los que lo hacen bien, genial. Pero es algo que, a mí, personalmente, no me llama mucho, la verdad.

¿Y cómo aterrizas en este proyecto? Porque al final es la biografía. Bueno, no técnicamente del todo, pero…

No, cuidado, porque Julien te diría “!!!ES UNA BIOGRAFÍA!!!”.

[Risas] Es que este tema es curioso.

Es una mezcla como de novela negra…

Es alguien intentando hacer la biografía de otro alguien y que es imposible. Y tú se la dibujas.

Nos presentó a Julien a y a mí Lucas Varela, que es un amigo en común, un dibujante. Y Julien estaba buscando a alguien para hacer esta historia. Y la verdad es que guay. Julien ya tenía el guion admitido en Futuropolis, la misma editorial en la que estaba. Y a ellos les pareció que yo lo hiciera si me interesaba. Y me mandó el guion y la verdad es que a mí el cine… Soy bastante cinéfilo. O sea, como cualquier humano ahora mismo porque no es nada especial ya. Parece que todo el mundo ve muchas películas.

Claro. Lo típico: “¿Qué te gusta hacer? Pues tomar cerveza con mis amigos y…” [Risas]

[Risas] Claro, claro. Pero no te gusta leer La Celestina. No, no. Ver películas y series, ok. Y, joder, me enganchó enseguida el personaje. La historia es fascinante, realmente. Todo el tema, que es real a mí me atrajo enseguida y dije: “Claro que sí. Vamos a ello”.

La historia engancha. Es un «¿Lo conseguirá o no lo conseguirá?»

Claro, claro. Al final es eso.

Hay cierta ansiedad de, joder, venga, voy a pasar al final. Lo que sí que he leído es que continuáis trabajando los dos juntos.

Voy a hacer el tercero y, con este, voy a dar por cerrada mi etapa con él. Ya se lo he dicho. Ha salido El Cineasta y un mes antes ha salido en Francia el que hemos estado trabajando el año pasado. Y ahora estamos haciendo un tercero que es sobre cine otra vez. Este de en medio no es de cine.

Lo decía antes, que, a base de dibujar mucho, paradójicamente, me ha dado tiempo para escribir guiones puros y duros. O sea, cosas mías. Porque ponerme a dibujar cuando me dedico a dibujar, es muy difícil. Pero escribir, bueno. Así que he hecho mis cosas y ya tengo el tintero llenete.  

Página de Papel Estrujado, en la que se puede apreciar las capacidades narrativas de Nadar.

También está el riesgo de encasillarse.

Claro. Pero fíjate que eso es algo a lo que la gente tiene miedo. Es un fantasma habitual entre los creadores. A mí eso me da igual. Como lo de superarse de una súperobra. Una carrera larga implica altibajos, implica malas decisiones porque eres un humano. Yo no tengo miedo a eso de encasillarse. Luego haré algo que sea diferente y si no lo quieren, pues nada.

Pero con este proyecto, El Cineasta, lo coge alguien de España y dirá “no me suena nada”.

Bueno, Julien está alucinando porque eso también se aplica a Francia. Allí, a Luntz no lo conoce ni el tato. Nadie. Nada. Pero Julien pensaba que era un personaje muy francés. Y resulta que está teniendo muy buena aceptación en España. Y estoy muy contento, la verdad, porque, aparte de esa segunda vida, para mí publicar en mi país es lo máximo. Es lo guay.

Oye, cuándo vas a charlas o a eventos, ¿Cuál es el libro que más te piden que firmes?

Normalmente es el último de turno. Pero es fascinante porque cuando vas a Francia a un salón pequeñito, no en los grandes, pero en los pequeños sí, tienen todo lo que has hecho. Hay gente que viene y se los compra todos. O gente que no te conoce de nada y se compra uno porque, como estás en su pueblo. El cómic es una religión allí y lo hacen sin pensar, sin mirar el dinero. Gente que dice “tú has venido al festival, estás aquí. Pues yo compro tu obra”.

¡¿Las cuatro!?

Sí, sí. Exacto. He firmado un montón Papel Estrujado, que hacía la tira que no firmaba. En Francia. Estábamos con El Cineasta y ¡Venga, Papel Estrujado! Por lo que fuera. Quizá el que menos he firmado en Francia es El Mundo a Tus Pies. Y aquí también.

Pero, en general, aquí en los festivales siempre he firmado algún Papel Estrujado, algún El Mundo a tus Pies,algún ¡Salud!. Pero, evidentemente, tiene preeminencia el último que eh sacado.  Es normal porque mucha gente ya tiene los otros.

¿Te planteas en algún momento escribir para otro?

Esto es algo que he hablado mucho con mi pareja. Siempre me dice “Tú podrías ser guionista de cine”. Y creo que mi punto fuerte es el guion. De hecho, tengo ideas y cosas. Soy creativo en ese sentido. Y siempre me dice “pero envíaselo a alguien. Uno lo dibujas tú y otro que lo dibuje otra persona y ya está”. Pero cuando sabes dibujar, es jodido dárselo a alguien. Hay un punto ahí… Pero quizá lo haga. No cierro puertas.

Es retrasar lo inevitable. Eres muy joven.

Correcto. Pero, ya veremos. Cuando un guionista que no sabe dibujar escribe algo hay una parte que la tienen en blanco. Porque luego tú les preguntas cosas y no habían pensado en eso. Sin embargo, yo entiendo que mucha gente que dibuja, el componente gráfico en la paginación opera de otra manera, en otro nivel. Y tú ves cosas y tienes tu modo de narrarlo idóneo para ti.

Sin embargo, creo que debe ser bonito entregar algo a alguien y que te dé algo completamente diferente, pero muy guay. Que te reviente la cabeza. De momento, no lo tengo en la cabeza, pero, ¿Por qué no? No me cierro a esa puerta.

¿Cuánto hay de tópico y cuánto no? ¿Hay mucha pelea con los editores en Francia?

En mi editorial ni de coña.

¿Porque es pequeña o…?

Creo que eso ya está pasado. Se han roto tantas convenciones ya que es absurdo. Para empezar, que el público de Futuropolis en este caso, pero hay muchas editoriales, no es el mismo público de alguien que necesite ese lenguaje más clásico. Creo que no. De hecho, los editores me hacen negociar con el guionista. Tengo que negociar mucho más con Julien que con mi editor.

Logo de la editorial francesa de Nadar.

¿En qué sentido?

Por ejemplo, Julien narra por secuencias. Philippe Thirault narraba por páginas. Su manera y su impronta está muy clara. Julien narra por escenas. Eso implica que, si es más larga o más corta, yo tengo que meter más. Pero hay decisiones que yo también tengo que negociar más. “¿Esta doble página funciona aquí o qué?” Entonces, siempre hay este punto de negociación. Para bien y para mal. Porque luego también cansa tener que negociar cada decisión que tomas.

Luego, además, yo no soy nada convencional y me gusta ser un poco desobediente. Y ahora me estoy volviendo muy obediente. Precisamente porque, al trabajar en equipo, normalmente, sale algo que narrativamente suele funcionar muy bien porque cuántos más cerebros implicados operar normalmente mejor. Pero es verdad que hay que encontrar un punto medio en el que no sea muy chirriante ni para uno ni para el otro.

Yo, por ejemplo, nunca jamás hago un plano general de una viñeta en el que salga un bocadillo de una ventana. Intento no hacerlas. Pero ahora las estoy haciendo. Pero no pasa nada.

Lo que decías de los editores: no están interfiriendo en Futuropolis. Y me consta que en otras están para lo que están: para que la historia funcione, que lo que está haciendo el personaje se entienda… No discuten planos. Bueno, sí. Si tuvieras quince páginas de un plano detalle, vale. Pero aun así estaría guay.

¿Cuántas novedades publica Futuropolis al mes?

Pues pocas para ser Francia. Creo que son entre diez y doce.

Pocas para ser Francia, efectivamente.

El otro día me dio el dato Futuropolis. Me dijeron que en Francia hay siete novedades al día. Al día. Y que la vida de un cómic en una librería es cuatro o siete días.

Aquí el año pasado, no recuerdo bien, pero creo que fueron 1800 novedades. Allí serían…

Allí es una locura.

Y tú, desde Barcelona, ¿Notas que se mueve?

En eso es diferente.

Eso se ve mucho en redes. Tampoco estás mucho tú en redes, ¿eh?

Sí, hombre. Estoy bastante en comparación con otra gente. El compromiso que tienen aquí las editoriales con su producto no lo tienen allí tan grande, normalmente. El otro día la de prensa de Futuropolis le explicó a Julien: “yo tengo para trabajar con vuestro cómic una semana. Y luego, a partir de ahí, se acabó vuestro cómic para mí”. A efectos de redes sociales y tal, es así. Entonces, bueno, tienen una vida corta.

Aquí hay que hacer un trabajo de presentaciones, de mover el cómic. Allí venderán unos más que otros, pero no es muy normal hacer un trabajo de presentaciones. Es ir a algunos festivalitos pero juegan con eso, con que ya está asumido culturalmente y que los lectores son los que son y los hijos serán los que serán.

Cuando sacáis el segundo, el primero se mueve un poco más. Pero, claro, con siete novedades al día…

Es una estadística bastante brutal, dicho así.

Una última pregunta, por curiosidad, para acabar. ¿En qué países se ha publicado Papel Estrujado?

En Francia y Alemania, aparte de España. Y ya está. Y ladrillacos. La edición más pequeña es la de aquí, afortunadamente. La de Futuropolis es de tapa dura y grande.

¿No te dijeron de dividirlo en dos?

No, porque Futuropolis está alineada con Astiberri. Siempre se han llevado muy bien y tienen criterios similares. Son gente que publica cosas que cuentan con una gran calidad, con un sello autoral fuerte y eso se nota. Van a meter mano hasta cierto punto. Si no, no tendría razón de ser, creo yo.

Pues esto es todo. ¡Muchas gracias por tu tiempo y a seguir petándolo!