Ultramega, los titanes chocan de mano de James Harren

Una plaga cósmica recorre nuestro planeta, transformando aleatoriamente a gente común en gigantescos y horripilantes monstruos que devastan ciudades completas. La única línea de defensa contra ellos la constituyen tres personas elegidas por un poder superior para convertirse en heroicos colosos capaces de plantar cara a esos horrores. Pero las colisiones entre esos ciclópeos seres también se cobran un precio sobre la sociedad, haciéndola cambiar de forma profunda.

A grandes rasgos, Ultramega es un cómic norteamericano de kaijus contra campeones sobrehumanos de gran escala, en la línea del género cinematográfico y televisivo procedente de Japón llamado Kyodai Hero, del cual su exponente más icónico es sin duda el Ultraman creado por Eiji Tsuburaya en 1966. Esta aproximación estadounidense es obra de James Harren, espectacular artista que nos dejase boquiabierto con su labor junto al guionista John Arcudi en AIDP: Infierno en La Tierra y en Rumble. Dadas las hiperdinámicas características del trabajo de Harren y su inconmensurable talento diseñando criaturas tan horrorosas como evocadoras de mítica, se puede decir que este proyecto era poco menos que el ideal para que el autor, que aquí ilustra sus propios guiones, se soltase la melena del todo dando rienda suelta a sus apabullantes inquietudes visuales.  

La narrativa de Harren, como de costumbre, arrebata el aliento con esos encarnizados combates de escala titánica a los que aplica una pátina de ultraviolencia, de porno de destrucción, de gore masivo, con calles devastadas literalmente inundándose de sangre. Hay mucho de Megaman en Ultramega, sí, pero también de HP Lovecraft, de Jack Kirby y sus herederos Walt Simonson y Erik Larsen. Y por supuesto, de Manga: no solo en su variedad Shonen (pasándola unas cuantas vueltas) sino también del Akira de Katsuhiro Otomo.

Y es que Ultramega, tras su primer episodio de más de sesenta páginas tratando la premisa expuesta, da un repentino volantazo en la trama y prácticamente el escenario mediante una elipsis de varios años. La temática pasa ser más bien postapocalíptica a final de esa entrega y en las posteriores, que a lo largo de tres más de unas cuarenta páginas cada una, se centran en otros personajes con otras circunstancias, de menor escala. Es como si el número de debut constituyese la historia antigua y mítica, el world building, del resto del relato que Harren realmente quiere contarnos, con paisajes aquejados por la miseria y no por los choques de semidioses, por monstruos menos colosales, por enfrentamientos entre comunidades.

Es ahí donde se le pueden poner los peros a Harren como guionista: a pesar de que visualmente la obra es simple y llanamente espléndida, y su trama está llena también de virtudes, las transiciones y elipsis (hay una de diez años en medio del primer capítulo, que cuesta un rato ser detectada) pueden resultar algo confusas de entrada en su lectura. Al final todo se entiende, sí, pero no está expuesto de la manera más perfecta. Es como si el autor lo tuviese todo en su cabeza tan claro que se le pasase añadir algunas indicaciones para que su público le acompañase de manera inequívoca en el relato. Eso genera que, al postergar algunas respuestas, en lugar de generarle intriga, se despiste al lector, y que luego las revelaciones le bombardeen apabullando en una medida. No parece que se trate de algo intencionado, de una propuesta narrativa sofisticada que requiera un esfuerzo y no querer dar todo mascado, sino más bien de cierta falta de tablas del autor en ese frente, que honestamente, bastante está dedicando a cambio en lo gráfico. Imperdonable sería, por cierto, no recalcar en ese apartado visual la extraordinaria aportación en el color de Dave Stewart, habitual colaborador de Harren galardonado en varias ocasiones con el premio Eisner

Fuera de eso, el tomo que en España ECC ha publicado en tapa dura a 20 €, que con 208 páginas recoge los cuatro primeros números (y de momento, a espera que Harren reanude la serie, únicos) de la edición norteamericana del sello Skybound de Image, es rotundamente recomendable. Y es que Ultramega no es solo un espectacular e hiperdisfrutable delirio: la acción adrenalínica se alterna con íntimos momentos de caracterización, y subyacen temas como el enfrentamiento entre comunidades que no se entienden mutuamente. La pescadilla que se muerde la cola, el huevo o la gallina, y cómo el mal es catalizado voluntaria o involuntariamente, por quienes en teoría están ahí para combatirlo.