“Geoff Johns conoce este mundo y a estos personajes. Sabe crear expectación y generar algo (o a alguien) nuevo mientras nos muestra a los personajes que siempre hemos amado”. Diane Nelson, presidenta de DC Entertainment, hacía estas declaraciones en septiembre de 2016, fruto de la expectación que estaba generando la línea Renacimiento. El rico universo de ficción deceíta siempre ha sido un arma de doble filo: magníficas historias, pero enturbiadas en una continuidad confusa, cuando no contradictoria.
Resetear está permitido. Renacer es obligatorio. Con esas premisas, Johns estaba cargando una baraja de cartas que llevaba preparando desde hacía tiempo como buen prestidigitador. La aventura fue un evento de altura donde contó con artistas como Gary Frank, Ethan Van Sciver, Ivan Reis o Phil Jiménez. La principal conclusión que pudo sacar el público es que una fuerza oculta había robado una década de continuidad a la comunidad superheroica (Superman, Green Arrow, Wonder Woman, etc.). Con todo, uno de los más afectados sería Barry Allen, el célebre velocista Flash, quien se reencontraba con el antiguo Kid Flash, un alterado Wally West que suplicaba a su mentor y amigo que le recordase.
“Sonríe mientras los salva a todos”, así se presenta a un Flash que logra in extremis preservar a su antiguo pupilo, si bien esa oportuna memoria no oculta que hay muchas otras cosas que le han forzado a olvidar. Es un caldo de cultivo excelente que el guionista de Renacimiento brinda en bandeja de plata para que Dan Abnett y Brett Booth hagan que Wally vuelva a ingresar en los Titanes, mientras va poniendo en alerta a sus camaradas sobre alguien que está tirando de los hilos de todo desde las sombras.
De cualquier modo, Johns iba a dejar claro que la Fuerza de la Velocidad estaba muy bien, pero que haría falta algo más para sacar un rompecabezas que llevaba tiempo orquestando. Las células grises de Bruce Wayne se pusieron en alerta a través de un cliffhanger de manual donde encontraba una chapa con una sonrisa ensangrentada en plena Batcueva. “No están vigilando” es un memorable final que apenas es la antesala de algo más, aunque el caso arrancó mucho antes, un misterio donde los dos mejores sabuesos del universo DC deberían forjar una alianza.
El mensaje de Hermes
El disparo de salida sonó en 2011. Flashpoint fue anunciada con prometidos cruces con otras series. Barry Allen había retomado el manto escarlata del hombre más rápido del mundo y la idea de juntar a un escritor como Geoff Johns con el dibujante Andy Kubert sonaba muy bien. Estábamos en los días donde la línea New 52 estaba a punto de desembarcar en otra muestra de los constantes relanzamientos en DC.
Pero volvamos con Johns. Lo planteado por él tenía reminiscencias al Doctor Who o La dimensión desconocida, dos hitos en ese género de la ciencia ficción que tan bien sientan al bueno e Barry Allen. Sin saber que el Profesor Zoom está tirando de los hilos, Barry Allen se despierta en una realidad distinta a la que conoce, donde Aquaman y Wonder Woman han desencadenado a una guerra que lleva al planeta a límites desconocidos.
Pese a ser una aventura, lógicamente, centrada en Flash, había una referencia evidente a un personaje tan icónico como Batman. En esta divergencia, Thomas Wayne había sido el superviviente del callejón del crimen en Gotham, consagrando su existencia a acabar con el delito, convirtiéndose en El Murciélago. Desde los días de Bob Kane y Bill Finger, resultaba patente el fantasma paterno como fuente de inspiración para el justiciero, pero ahora se iba un paso más allá: el célebre cirujano estaba a apenas un disparo de ser el creador del terror de los criminales por sí mismo, no solamente una musa.
Barry Allen, junto a Marty McFly, volvería a demostrar que es el mejor hacedor de paradojas temporales del universo. No solamente convencería a Thomas de apoyar a su causa para eliminar aquel mundo que no debía existir, también se las ingeniaría para hacer llegar un emotivo mensaje del padre hacia el hijo que no pudo disfrutar y que estaba vivo en la realidad de Flash. Como pocas veces, veríamos a Bruce emocionado al leer dicha carta y confirmando a su camarada como el mejor mensajero del mundo.
En resumen, un bonito epílogo que permitía ver la parte más humana del incansable gothamita, si bien nadie podía imaginar que Johns no iba a contentarse con ese desenlace feliz. Quería llevar tanto a Batman como a Flash al borde del precipicio, dejando constar que Flashpoint apenas era la primera fase de una batalla inclusive más ambiciosa. A la altura de 2015, había firmado Los Hombres del Mañana, una trama de Superman ilustrada por John Romita Junior, en la cual aparecía el misterioso Mr. Oz, una figura obsesionada con todo lo que tuviera que ver con el poderoso kryptoniano.
Apenas un año después, Batman quedaba sumergido en La noche de los hombres monstruo, donde el equipo argumental que entonces tenía los mandos (Tom King, Tim Seeley, Steve Orlando y James Tynion IV) dieron otro trofeo de guerra interesante para la colección Wayne: la máscara del Psicopirata. Todos aquellos hechos, aparentemente inconexos, iban a converger para alterar la vida de una pareja heroica.
Contrarreloj
Con mucha diferencia, Batman es uno de los superhéroes más capaces de mantener el control en el turbulento universo DC. Planes que enmascaran otros planes y una capacidad innata para amoldar el terreno de batalla a sus estrategias, existen pocas eventualidades ante las que no esté preparado. Tom King fue consciente de ello en Batman # 21 (abril de 2017), donde brindó una de las situaciones más comprometidas que jamás ha vivido Bruce Wayne en su santuario, la Batcueva.
Jason Fabok, uno de los artistas que mejor han reflejado la lluvia en una ciudad a la que le gusta estar sucia, regaló una portada significativa para la ocasión. A dos mitades, observábamos a Flash y Batman sosteniendo la célebre chapa, confirmando la curiosidad de miles de preguntas que estaban intercambiando preguntas entre el fandom sobre si aquel final iba a tener continuidad. No solamente eso, las mentes más deductivas de las viñetas iban a aunar esfuerzos en aras de lograr dicho objetivo.
King comprende el carácter meticuloso y casi obsesivo por los detalles de Bruce. Sus trofeos de guerra van desde un dinosaurio a una moneda gigante. También tiene los recordatorios de sus derrotas más duras, como el caso de Jason Todd. El por entonces guionista de Batman acepta el guante de Johns en Renacimiento y su propio trabajo para establecer una pronta conexión entre la chapa de Watchmen (1986) y la máscara del Psicopirata.
La coincidencia no puede ser casual entre verdaderos gourmets de la continuidad. La obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons sucede apenas unos meses después de Crisis en Tierras infinitas, la magna reordenación del cosmos DC a cargo de Marv Wolfman y George Pérez. De hecho, Moore inicialmente había recibido el encargo de usar a los antiguos personajes de la editorial Charlton, apenas empleados en esos momentos por su propietaria deceíta, aunque finalmente las recientes crisis permitieron que los mismos se integrasen dentro de la continuidad oficial, dejando vía libre al genio de Northampton.
El panorama que dejó la dupla Wolfman-Pérez allanó el camino para que artistas del calibre de Frank Miller o John Byrne pudieran empezar de cero y sin décadas a sus espaldas con superhéroes a los que modernizaron muy necesariamente para la década de los ochenta. Irónicamente, el malvado Psicopirata era el único capaz de recordar cómo había sido la realidad anterior, abriéndose las puertas de la locura tras jugar con las emociones ajenas. Es decir, el dueño de la Batcueva poseía dos piezas hermanadas y que son Historia viva del Noveno Arte.
Todavía existía mayor vínculo. Durante la reformulación de 1985, Bruce Wayne fue de los últimos héroes en ver al heroico Barry Alen con vida: “Batman, menos mal…he relajado las vibraciones internas para volver a esta época. En el futuro sucede algo… todo se desmorona… y se deshilacha”. Teniendo en cuenta la dolorosa inmolación en antimateria del velocista para evitar los planes del Anti-Monitor, aunque luego volvería, haber sido un testigo presencial reforzó los vínculos entre El Murciélago y el Hermes de DC.
Ahora, mientras aguardaba a su socio de investigación, Wayne se verá sorprendido por el Profesor Zoom, quien no tendrá problemas en arrollarlo e incluso mancillar una de las paradojas temporales más controvertidas en los últimos años: la célebre carta de Thomas Wayne a su hijo. Usando el partido de hockey entre los Gotham Blades y la escuadra de Metropolis Mammoths como telón de fondo, Batman se las ingenia para arañar tiempo, la prórroga necesaria para que Barry Allen acuda cual séptimo de caballería: un cristal roto con el que atravesar uno de los pies del villano, quien necesita tocar algo sólido en modo vibración para mantenerse de una pieza.
Es decir, estamos ante el arranque de un crossover muy bien llevado que nos exige una brújula de algunas de las grandes sagas que configuraron a ambos personajes. Por si fuera poco, esta primera de las cuatro partes tiene una portada alternativa del añorado Tim Sale, entintando por Brennan Wagner.
Y lo mejor estaba por llegar. Cuenta atrás…
Entre detectives anda el juego
“La mediocridad no conoce nada más alta que sí misma, pero el talento instantáneamente reconoce el genio”. Siguiendo esta máxima de Conan Doyle, Bruce Wayne y Barry Allen estaban condenados a entenderse desde el principio de los tiempos. Joshua Williamson aplica con buen criterio esa premisa para cimentar una interesante alianza de dos miembros de la Liga de la Justicia. Detectives natos, ambos hombres podrían pasarse horas hablando de la ciencia forense.
Justo cuando está esperando a su compañero de armas en la Liga de la Justicia, el paladín de Gotham había sido asaltado por Eobard Thawne, más conocido como Flash Reverso o el Profesor Zoom. Dicho antagonista clásico, surgido de la imaginación tan proclive a la ciencia ficción de John Broome, vio la luz en septiembre de 1963: Carmine Infantino mostraba al raudo héroe escarlata conociendo una versión macabra de sí mismo del futuro siglo XXV, especializada en cometer delitos amparado en sus poderes y convertir la existencia de Allen en una pesadilla, destacando la muerte de su amada Iris West.
The Flash vol. 5 # 21 marcaba la continuación exacta de la investigación tras los sucesos de la Batcueva. La comunidad lectora del velocista se embarcaba en el verano de 2017 dispuesta a ver cómo se recuperaba arqueología mítica de los días de John Broome y Carmine Infantino: la cinta cósmica, un fabuloso invento que permitía a Barry moverse por el tiempo. La declaración de intenciones por parte del guionista y el dibujante Howard Porter era evidente, un claro aviso a navegantes de que había que abrocharse el cinturón en una trama donde las referencias al pasado clásico estarían a la orden del día.
La noche en que Wally West regresó a su realidad, la chapa que había tenido El Comediante (si bien Batman y Flash no pueden saber ese dato), el antihéroe de Watchmen, apareció de la nada en la guarida secreta de Batman. Todo relato de Agatha Christie que se precie debe tener un cadáver a los postres y nuestros detectives superheroicos no son la excepción. Resulta claro que una dimensión o ser capaz de reducir a los huesos a un tipo tan poderoso como Thawne es un peligro a tener en cuenta.
Pese a los esfuerzos de Allen a exponer a un tipo sin poderes a la cinta, pronto comprende que no podrá mantener fuera del caso a su aliado en la Liga de la Justicia. Justo entonces, un accidente hará que volvemos a una realidad que creíamos olvidada… a aquella donde Thomas Wayne se convirtió en Batman para vengar a su hijo fallecido.
Sprints salvajes
Uno de los riesgos de las miniseries y cruces es eternizarlos o derivarlos en múltiples subtramas con calidad heterogénea. Sea como fuere, Batman-Flash: La Chapa es un modelo de coordinación, donde Tom King y Joshua Williamson saben comprometerse a respetar un argumento donde las piezas encajen, además de estar en perfecta consonancia hacia los planteamientos previos de Geoff Johns. Batman # 22 recoge perfectamente el hilo que se había dejado, además de permitir un encuentro entre padre e hijo que dejará muy tocado emocionalmente a Bruce. Es una línea que va a explorar King, ¿y si el héroe del juramento inquebrantable escucha de los labios de su propio progenitor que ni Martha ni Thomas habrían querido su solitaria vida como cruzado? Es un instante poderoso que altera el status quo más sacrosanto en el héroe de Gotham.
Fabok seguirá mostrando un estado de forma admirable con el lápiz, no desmereciendo en lo absoluto la fantástica visión de Kubert alrededor de Flashpoint. La constante alteración del espacio-tiempo permite que Flash Reverso aparezca en todo su esplendor, dispuesto a entrar imbatible en un mundo que ya sabemos es que el Moore y Gibbons nos regalaron en Watchmen. No es consciente, eso sí, que le aguarda un ser azulado que fue capaz de ganar en solitario la guerra de Vietnam para los Estados Unidos.
Ese ritmo vertiginoso concentrado en apenas un par de meses fue un verdadero tanto publicitario para DC. Las portadas alternativas, diferentes formatos y los enigmas que abrían las pesquisas de los investigadores servían como fantástico entremés para la gran aventura que tramaba Johns desde hacía mucho: El Reloj del Juicio Final. Como si fuesen los mejores teloneros del universo, parecía que Batman y Flash estaban dejando expectante al público para un concierto incluso mayor donde el Doctor Manhattan se mediría a Superman. No obstante, evitemos adelantar acontecimientos.
The Flash # 22 cerraba la epopeya de una manera antológica y que recordaba a la Edad Dorada de los cómics. Sobre todo, si atendemos a la cubierta que regalaron Fabok y Brad Anderson: Jay Garrick volvía a presentarse en sociedad. Se trataba del mítico primer Flash, el cual había servido de inspiración a Barry Allen, quien, en un ejemplo de metaficción, tomó su nombre de los cómics que leía sobre este integrante de la JSA. Una creación de Gardner Fox y Harry Lampert que siempre se las ha terminado ingeniando para sobrevivir en el recuerdo popular, justo lo que pretende en el desenlace de esta trama detectivesca con muchos puntos de unión con la ciencia ficción.
Naturalmente, gracias al fascinante concepto de la Tierra 2, el propio Fox pudo orquestar, junto a Carmine Infantino, el ansiado cruce de los dos hombres más rápidos del mundo en 1961. Ese nexo siempre ha estado muy presente para los grandes guionistas que han trabajado con la Fuerza de la Velocidad, destacando al hábil Mark Waid, quien convirtió a Garrick en mentor del mismísimo Wally West durante la década de los noventa del pasado siglo.
“Me lo arrebataron todo, Barry. No sé cómo. No sé por qué”. La despedida de Garrick nos deja exhaustos y sin aire, pese a que apenas han sido cuatro números. De cualquier modo, el crossover ha logrado que estemos ansiosos de más, mientras que tanto Barry como Bruce quedan con muchas dudas y cuestiones que replantearse.
¿El crimen de Nietzsche?
“Comprendo que quieras cerrar el caso, Barry, pero estamos muy lejos de poder hacerlo”. Frente a un cementerio, Bruce confiesa sus peores temores al detective forense. Pese al presunto fracaso, el instinto genial nunca se pierde y Flash especula que quizás el asesino que se les están escurriendo sea un dios. Doctor Manhattan, I presume, murmuran las personas lectoras, conscientes de que King y Williamson han dejado las piezas justas donde las quiere Johns para su cuenta atrás con el dibujante Gary Frank.
Aunque no dejé todas las soluciones, La Chapa es una investigación bien planteada y que, al igual que Zodiac (2007) no depende en nuestra satisfacción final como audiencia que tengamos nombre y apellidos del culpable sin fisuras. Nos hallamos ante una aventura conjunta de dos sagaces héroes que, como los grandes sabuesos del pulp, no tienen miedo en hincarle el diente a un hueso grande y poco apetecible.
La fórmula de mezclar a las dos perspicaces mentes dejó tan buen sabor de boca que llevó incluso a la interesante Batman/Flash: El precio (2019), otro buen ejemplo de tener a velocista y señor de la noche activas en medio de un gran evento: Héroes en crisis. Y es que nunca es mala idea juntarles, algo de lo que también es consciente Johns en su nueva visita, titulada Flashpoint and Beyond.
“Tienes espacio y tiempo, muchos de estos eventos lidiando con ello, Flashpoint y Flashpoint Beyon deben afrontar los viajes en el tiempo”, afirma el escritor, empeñado en indagar en ese Thomas Wayne que recupera las energías perdidas tras cruzarse con Barry Allen, pese al trágico e inesperado destino que aguardaba a su amada Martha. Como en anteriores ocasiones, otra versión de cierto Psicopirata mostrará rincones ocultos del tablero. Sonaba a locura querer tocar el fuego sagrado de Alan Moore con Watchmen, si bien el sacrilegio se hace con tal respecto que incluso el sector más celoso de la crítica habrá de reconocer la nobleza de la empresa.