“Me pregunto qué fue de él. ¿Sigue vivo? ¿Volverá? ¡Desde luego me gustaría saberlo!”. A través de las dudas de un atribulado Johny Storm en las páginas de Strange Tales #114 (noviembre de 1963), Stan Lee y Jack Kirby disimulaban una sonrisa. La aventura que habían narrado lanzaba un cebo que esperaba respuesta en el correo de lectores. La Antorcha Humana acababa de desenmascarar a un falso Capitán América, quien resultó ser el villano conocido como El Acróbata. Con un público cada vez más complacido ante la sensación de universo compartido en la incipiente Marvel, el intercambio epistolar confirmó a los creadores que su legión de fans estaría encantada de introducir a Steve Rogers y su escudo dentro de la nueva continuidad, pese a que el personaje se remontaba a los días lejanos de la antigua editorial Timely.
Para Stan Lee suponía una situación muy especial, puesto que debutó como escritor para el medio con el relato “El Capitán América frustra la venganza del traidor” (mayo de 1941), justo cuando era el chico para todo en la editorial de Martin Goodman. Ahora, quería recuperar al abanderado símbolo de la II Guerra Mundial: “No sabía cómo reaccionaría el público. Por simple diversión, se me ocurrió incluir a alguien disfrazado de Capitán América en una aventura con La Antorcha Humana. Por la cantidad de correos que recibimos, no hubo dudas de que los lectores adoraban al personaje”.
Si para “The Man” era una debilidad, cara a Jack Kirby resultaba una oportunidad única. Junto con Joe Simon, él era el creador de aquel héroe con la cabeza alada que propinó un sonoro puñetazo a Adolf Hitler en la cubierta de Captain America Comics # 1 para despedir el año de 1940. Después de alcanzar el éxito, la pareja creativa acabó enfurecida por los incumplimientos de Timely a la hora de repartir los beneficios obtenidos. Tanto Simon como Kirby abandonaron la editorial. Ahora, el segundo tenía la oportunidad de volver a trabajar con su icono y no pensaba desaprovecharla.
Tales of Suspense
Bajo las tintas de Paul J. Reinman, Kirby puso todo el esmero posible en una de las portadas más icónicas de Los Vengadores: su cuarta entrega, aquel instante donde Iron Man, La Avispa, Thor y El Hombre Gigante rescataban del limbo al Capitán América, quien lució desde el primer instante como el más flamante fichaje. No obstante, tanto el dibujante como Lee no se iban a contentar de tenerle como líder de la escuadra vengadora.
En el contexto de la década de los 60 del pasado siglo, Marvel estaba ganando notoriedad por su novedosa fórmula “superhéroes con superproblemas”, si bien en cuestiones de logística no podía competir contra National Comic Publications, la futura DC. Ello llevaba a medidas de ahorro como reciclar antiguas cabeceras para dar cobijo a la nueva oleada heroica: así, Journey into Mystery albergaba a Thor, mientras que Tales to Astonish hacía otro tanto con El Hombre Hormiga y La Avispa. Siguiendo esa dinámica, el renacido Capitán América hallaría cobijo en Tales of Suspense.
Iron Man llevaba ya un tiempo allí afincado como héroe en solitario, si bien Goodman quería dar luz verde a una atractiva oferta para el público: dos superhéroes compartiendo publicación. Justo un número antes de su debut oficial, Jack Kirby firmaba una poderosa cubierta con Iron Man golpeando el escudo de su camarada. Se trataba la clásica historieta de equívocos que, merced a Kraven El Cazador y el Camaleón, provoca un breve duelo heroico, pero bastó para comprobar que Steve Rogers encajaba como un guante en ese formato de revista.
“¡Dos por el precio de uno!” fue la simple y eficaz promoción de Tales of Suspense # 59 (noviembre de 1964), donde Iron Man presentaba en sociedad a su camarada vengador para que entrase en aquellas páginas. El entintador seleccionado fue Chic Stone, más que habituado a trabajar con los lápices de Kirby. Desde el principio, resultaba claro que Marvel no podía permitirse tener al Capi como mera figura decorativa en la mansión de Los Vengadores, si bien las primeras aventuras tendrían dificultades para sacarlos de esa zona de confort nostálgica con álbumes de recortes de Bucky Barnes o comentando las últimas noticias con el fiel mayordomo Jarvis.
Un hecho llamativo fue la magnetización del escudo del Centinela de la Libertad por cortesía del genio científico de Tony Stark, si bien el purista guerrero terminó quitando esos añadidos, puesto que alteraban el fino equilibrio que necesitaba para hacer sus lanzamientos. Son días donde El Rey de los ilustradores enfrenta al renacido héroe frente a los gánsteres que su trazo hacía tan amenazantes.
En estos primeros compases, el equipo creativo busca usar villanos como El Barón Zemo, cuyo antiguo pleito con Rogers quedará cerrado en las páginas de Los Vengadores, o aventuras de corte propagandístico como Tales of Suspense # 61 (enero de 1965), con una misión del buen capitán en un estereotipado Vietcong. La sensación que deja este periplo es de cierta indefinición que convence al equipo artístico para apostar por la nostalgia de la Golden Age del cómic americano.
Retorno al origen
Conscientes de que buena parte de su público no estuvo en la época de Timely, Lee y Kirby vuelven a narrar en Tales of Suspense # 63 el origen del héroe abanderado. Esta actualización permite una comparativa donde se comprueba la evolución de Kirby, quien siempre había poseído ritmo para la acción, pero que en los sesenta del pasado siglo alcanzó la madurez intratable que le convirtió en el motor de aquella primera época Marvel.
El experimento convence a guionista y dibujante para invocar a la nostalgia, con unos números donde intentan recuperar el sabor añejo de aquellas antiguas historietas de la II Guerra Mundial. Se muestra cómo Rogers conoció a Peggy Carter, mientras que uno de los momentos cumbres llega con Tales of Suspense # 65 (mayo de 1965), donde se recupera a Cráneo Rojo. Villano surgido de la imaginación de Joe Simon y Kirby, pronto captó la atención del público, encantado con un antagonista sin dobleces, firme exponente de la década de los 40. El hombre más peligroso de la Alemania nazi era malvado y disfrutaba con ello, tan simple como eso.
El peligro carmesí tardaría muy poco en meterse en el bolsillo a la nueva generación, pasando a ocupar un lugar destacado en el panteón de los Magneto, Víctor von Muerte, etc. En los premios Alley de 1965, se destacó este regreso como el mejor de cuantos se habían producido en las viñetas. Todo el Bullpen podía sentirse satisfecho de la evolución progresiva de la serie, pero la reutilización de su creación provocaba un sabor amargo en boca de Joe Simon, un sentimiento semejante al de Carl Burgos, autor de la Antorcha Humana original. Estaban usando a sus creaciones y reinterpretando antiguos argumentos suyos.
Los riesgos de una demanda siempre ondearon durante el proceso de desembarco de los antiguos iconos, pero Burgos no se decidió a plantear batalla legal. Martin Goodman jugó, además, una baza muy poderosa en su baraja: contaba con Jack Kirby, cocreador del héroe. Una acción conjunta de sendos hombres habría podido dar serios problemas a la editorial, si bien el dibujante estaba en una fase de eclosión creativa donde la menor de sus preocupaciones era sumergirse en pleitos con sus patronos. Ese tiempo llegaría después. Tanto Simon como Kirby poseían la mirada comercial de chicos de barrio estilo calle Yancy, bastante alejados de las astutas maniobras de los despachos que iban desarrollando las incipientes compañías.
Nada de esto inquietaba entonces los horizontes del monarca gráfico de aquella Edad de Plata, cuya apretada agenda iría complicando que pudiera seguir cumpliendo sus obligaciones con El Centinela de la Libertad. Artistas como Dick Ayers culminaron en varios números de Tales of Suspense los bocetos de un Kirby desbordado, lo cual era mucho decir debido a su disciplina lacedemonia ante la mesa del dibujo. Con algunas aventuras de toque gótico en la Gran Bretaña de la II Guerra Mundial, parecía que el bueno de Steve Rogers no iba a encontrar su hueco en el presente de La Casa de las Ideas, más allá de su destacada posición con los héroes más poderosos de la Tierra.
Con licencia para luchar
Nick Furia era uno de los personajes que más simpatía despertaban en Jack Kirby. Sargento Furia y sus comandos Aulladores, fruto de una apuesta personal entre Goodman y el propio Stan Lee, había permitido a Kirby explorar de nuevo el género bélico sin superhéroes de por medio. Eso sí, Bucky y el Capi no tardaron en dejar su tarjeta de visita. Indudablemente, a un buen gourmet de la acción de alto voltaje como “The King” no le debió pasar inadvertida la buena interacción que propiciaba el idealista Steve Rogers con el rudo y valeroso Furia.
De hecho, la inventiva del dibujante llevó a que Strange Tales abanderase una nueva serie para el firme sargento, aprovechándose el tirón emergente de James Bond. Con el beneplácito de Tony Stark, el antiguo combatiente de la II Guerra Mundial obtuvo la dirección de la agencia de espionaje SHIELD. Indudablemente, una plataforma idónea para que se reencontrase con el Capitán América en un interesante cambio de roles.
Tarda poco en llegar el momento: Tales of Suspense # 78 (junio de 1966) es un trabajo sobresaliente de Kirby, bien reforzado por las tintas de Frank Giacoia. Previamente, se habían dado números interesantes con nombres de la talla de George Tuska o John Romita Senior, introduciéndose conceptos como Los Durmientes o la agente 13 (Sharon Carter). No obstante, ahora Kirby vuelve 100% comprometido por la causa, plasmando a la perfección su matrimonio a la italiana con Furia. Dos tipos condenados a entenderse, pero con metodologías diferentes.
Además, ambos veteranos compartirán villanos. HYDRA y su ideología totalitaria sería combatida, además de su derivada rebelde: IMA (Ideas Mecánicas Avanzadas). Precisamente la segunda es la responsable de rescatar de su búnker perdido en los gases del tiempo a Cráneo Rojo. En apenas un par de meses, casi todos los elementos vertebradores del Capitán América en Marvel ya estaban disponibles.
El final del verano de 1966 será trepidante, puesto que la maldad de Cráneo Rojo permite al villano exhibirse a cada ocasión en una saga que se lee sin una pausa de respiro. Don Heck, uno de los artistas más cumplidores en aquel Bullpen, pondría la tinta a una aventura que culminar presentando un elemento que es imprescindible para entender muchas de las líneas abiertas por Marvel Studios: el Cubo Cósmico, un arma que sirve a Kirby para exhibir su talento para la ciencia ficción. Heck recordaba con admiración aquella fascinación de su colega por dicho género: “¿Sabes quién era un adicto a la ciencia ficción? ¡Jack Kirby! Cuando estaba trabajando, tenía sobre la mesa todos esos libros de bolsillo”.
Con un Cráneo Rojo amenazante y tornado en una especie de macabro rey Arturo, el buen capitán solamente podrá recurrir a la astucia y el engaño para pillar desprevenido en su isla al megalómano villano. Aparentemente destrozado, el prodigioso invento de IMA sirve incluso en sus pedazos más pequeños para brindar un nuevo gran adversario: el Super-Adaptoide.
Indudablemente, Kirby disfrutó al recuperar a la vieja némesis de su héroe: “Cráneo Rojo es el típico hombre amoral. Por supuesto, siento que también tiene sus propias virtudes. Y es despiadado a la hora de llevar a cabo cualquier cosa que haya planeado. Es el tipo de persona que se convierte en nazi y te lleva a ese tipo de situaciones. En resumen, Cráneo Rojo era un nazi”.
Stan Lee también gozaba de esa fórmula: usar a los despiadados antagonistas de la II Guerra Mundial, pero llevándolos a un universo más propio de James Bond. Si bien algunas historietas cortas del Capitán en la Guerra Fría en esta fase pueden sorprender por su ingenuidad y enrojecer por su patriotismo sin fisuras, cualquier lucha del triunvirato Nick Furia-Sharon Carter-Steve Rogers frente a HYDRA resulta trepidante.
Además, Kirby tuvo un don, compartido con Gil Kane, a la hora de ennoblecer a villanos de aparente segunda fila o que terminaban siempre infrautilizados. El Acróbata, El Espadachín o Bartroc se volvieron realmente peligrosos. Duelos en rascacielos y hábiles movimientos de lápiz que reflejaban lo realmente cerca que estuvo El Centinela de la Libertad de morder el polvo ante estos contrincantes. Especialmente el saltarín sirvió al ilustrador para dejar su propia reflexión sobre la violencia. Asqueado por el placer del mercenario francés por la contienda, el Capitán parecía hablar por el Kirby excombatiente de la II Guerra Mundial: “En tu retorcida mente piensas que el combate es un juego. Una especie de noble deporte. ¡Pero no lo es! Es un asunto sucio y sombrío. Y nadie sabe eso mejor que yo”. Un magnífico diálogo, si bien, hábilmente, Stan Lee bromeaba con que dejaba páginas mudas en Tales of Suspense, sabedor de que el arte para las secuencias de enfrentamientos y puñetazos debían permanecer en las manos de su asociado.
Pareja de ases
Es una de las portadas más maravillosas que brindó Marvel en 1998. Patch Zircher colocaba al malévolo MODOK separando a unos atribulados Iron Man y el Capitán América. Dentro de estas páginas, no parece casual que fueran tres guionistas tan afectos a la nostalgia los responsables de aquella aventura: Kurt Busiek, Roger Stern y Mark Waid. Tres escritores que brindaban sin encubrirlo por aquella prodigiosa época donde estos dos poderosos vengadores compartían cabecera. El público que acudía mensualmente disfrutaba de la alternancia de los misteriosos lápices de Gene Colan o la contundencia de Jack Kirby, según a que héroe le tocase copar la cubierta en aquel momento. Ora era El Caballero Negro golpeando a caballo a Tony Stark, ora Steve Rogers ante la diabólica tecnología de los Durmientes.
MODOK había nacido en esta época de febril conexión Lee-Kirby. Durante el verano de 1967, el público descubrió lo peor que podía ofrecer IMA y lo mejor que podía pasarle al dibujo de “El Rey: las tintas de Joe Sinnott para presentar a un desventurado lacayo de la malvada organización que terminó convertido en un ser deforme de asombrosa inteligencia. Naturalmente, el moderno monstruo de Frankenstein tarda poco en aniquilar desde su silla volante a la antigua élite para ser el dueño y señor de esta amenaza para el orden mundial.
Sinnott mantiene la fuerza del lápiz de Kirby, aunque añadiendo un toque de elegancia que encaja como anillo al dedo. La splash page del Capitán América buceando para acudir al rescate de su amada Sharon Carter, dispuesto a afrontar todo el poder de MODOK, es un referente en el cómic de espionaje y la ciencia ficción. Consciente del potencial gráfico, Stan Lee no tiene ningún rubor para aprovechar el formato y dejar cliffhangers de manual, si bien tremendamente efectivos para desear leer la siguiente entrega.
La revolución del 68
Fue un momento de puro Kirby. Para despedir 1967, los compradores de Tales of Suspense pudieron ver una página impactante con el escudo de Rogers destrozando la puerta de un líder criminal llamado “El Pistolero”. Lejos de ser una misión más, las siguientes páginas muestran al vengador luchando como un demonio poseído, afirmando que esta detención es su último servicio como símbolo de su país. Sorprende, como en muchas otras ocasiones harían, la habilidad del tándem creativo para resumir en apenas unas viñetas el shock de la comunidad estadounidense ante el anuncio, explorando las reacciones de diferentes sectores.
Naturalmente, todos sabemos que el Capitán tardará poco en volver, si bien aquí se evidencia uno de los pocos defectos de este retorno del personaje de Timely. “Sería mucho más fácil dejar de ser Steve Rogers”, bromeará un Nick Furia que, involuntariamente, recalca que en todos estos números apenas hemos podido saber nada de la identidad civil del protagonista. Habremos de esperar a autores como Steve Englehart para ver algo del ser de carne y hueso tras el símbolo.
La relación entre Sharon Carter/Agente 13 evoluciona poco durante esos meses, con una actitud presuntamente caballeresca del Capi con respecto a que la joven no se ponga en riesgo hasta límites sonrojantes si los vemos bajo una óptica actual. Eso sí, las aventuras mantienen su elevada épica, siendo el 68 un momento oportuno para la presunta resurrección del Barón Zemo. La investigación, con Sharon simulando ser la letal espía Irma Kruhl llevará a un viaje histórico a Wakanda donde se produce un encuentro donde Steve Rogers se convence de que Pantera Negra sería un maravilloso fichaje para sus Vengadores.
Llegados a este punto hay un cambio de entintador que da un toque mucho más lúgubre a la serie: Syd Shores, viejo conocido de Kirby. Su capacidad para el terror ya nos permite intuir a futuros villanos como el sibilino Doctor Fausto. Un tenebrismo que está presente en la elocuente historieta “El hombre que vivió dos veces”, donde se revela al impostor que ha usurpado el manto de Zemo. Será la despedida del Capitán e Iron Man de Tales of Suspense, fruto de una expansión Marvel que puede inundar el mercado con nuevas cabeceras.
Jack al rescate
La nueva colección del Capitán América llevó su nombre, aunque respetando la numeración que había alcanzado Tales of Suspense. Pronto, un joven prodigio llamado Jim Steranko, únicamente comparable a un tal Neal Adams en cuanto a revolucionar la industria, veló algunas de sus primeras armas con El Centinela de la Libertad y Rick Jones haciendo de improvisado Bucky. Sin embargo, aquellas gloriosas aventuras precisaban de un número intermedio, un poco de gasolina para que Steranko pudiera cerrar su saga con el nivel de dibujo al que había acostumbrado.
Captain America # 112 (enero de 1969) está narrado bajo la óptica de Tony Stark, quien se ve obligado a cerrar los archivos de su camarada vengador tras su pregunta muerte a manos de HYDRA. ¿Quién mejor que su compañero en Tales of Suspense para rendir los honores debidos?
Es menos sabido que Kirby tuvo que acudir al rescate con poco más de un fin de semana como margen. Stan Lee planteaba una historia de flashbacks donde se rememorarían algunos de los hitos más importantes alcanzados por el héroe, aunque sería “El Rey” quien tuvo que hacer marchas forzadas para poner el broche de oro adecuado a la ocasión. Lo consiguió con splash pages espectaculares y un repaso a todos los villanos que había cocreado con Joe Simon, también con Stan Lee y aquella inolvidable galería que dejó en Tales of Suspense y los primeros números del Capitán con su nueva cabecera.
Sobresalían joyas como Los Exiliados, antiguos jóvenes acólitos de Cráneo Rojo que habían crecido hasta convertirse en mortíferos asesinos: Angelo Baldini, Franz Cadavus, Jun Ching, Eric Gruning e Ivan Krushki pusieron en jaque a Steve Rogers, si bien Kirby hizo disfrutar a toda la comunidad lectora con aquellas peleas que coreografía como nadie en la industria: “He practicado boxeo toda mi vida y quería transmitir el poder de la gente que lucha en el cuadrilátero, y no podía hacerlo de forma estática. No es algo que se pueda expresar con palabras”.
Después de ello, se iniciaba otra época de interés con el magnífico Gene Colan y la vuelta del cubo cósmico. Además, Steve Rogers estaba destinado a conocer a Sam Wilson, uno de sus compañeros de armas más fiables. De cualquier modo, el destino todavía le reservaría un último hurra con Jack Kirby a mediados de los setenta con aventuras de pura aventura y tecnología fantástica, rescatando, sin rubor, aquellos maravillosos relatos de suspense.