Como el propio personaje admite en una viñeta de su etapa más reciente, parece que las aventuras del Doctor Extraño se limiten a intercambiar abracadabrazos una y otra vez con Dormammu, el barón Mordo y Pesadilla, con ocasionales escaramuzas hechiceriles que lo enfrentan a Umar, Shuma-Gorath, Mefisto, Drácula y Loki. Mis problemas y logros se volvieron gradualmente… Bueno… Familiares. Repetitivos. ¿Cuántas veces he perdido mis poderes solo para poder recuperarlos luego? He defendido el cosmos de Mordo y Umar una docena de veces ¿Dormammu? ¿Veinte? ¿Treinta?
El diagnóstico de Mark Waid es cierto, aunque no es un mal que aqueje exclusivamente a Doctor Extraño ¿Cuántas veces ha derrotado Spiderman al Doctor Octopus y el Duende Verde? ¿Cuántas veces Batman ha tenido que devolver al Joker a su celda en el Asilo Arkham? Sin embargo, también parece que los lectores demandan tener de vuelta cada cierto tiempo a los villanos más reconocibles de las cabeceras que compran mes tras mes; arcos argumentales con los que no llegarían a conectar si el oponente del héroe fuese un chico nuevo en la oficina, son más toleradas si los enfrentan a rivales con tradición. Es lógico. Más allá del componente puramente nostálgico, por algún motivo Dormammu, el Doctor Octopus o el Joker son antagonistas que han pasado la criba del tiempo mientras que muchos otros han ido cayendo en el olvido.
Con todo, personajes con casi un siglo de trayectoria no han construido su historia editorial enfrentándose solamente a una decena de criminales y amenazas interplanetarias. En el caso del Doctor Extraño, la presencia de elementos sobrenaturales y mágicos en su serie ha ofrecido unos márgenes más amplios a los guionistas que han trabajado con el personaje de lo que permiten, por ejemplo, los superhéroes urbanos. Si de Alan Moore y Grant Morrison hemos aprendido que en la magia cabe todo lo que una mente pueda desear, algo parecido sucedería con las páginas de un cómic de Doctor Extraño. Lo escribía también Waid en boca de su protagonista, Cuando asumí este rol por primera vez, todo era nuevo. Los enemigos a los que me enfrentaba eran distintos a todo lo que el mortal en mí había imaginado. Las maravillas del universo me asombraban… Me asustaban… Me emocionaban constantemente. Y es que a pesar de lo recurrentes que se han vuelto Dormammu o Pesadilla y de que hayan relegado al olvido al resto, la naturaleza mágica del Hechicero Supremo del Universo Marvel ha dado pie a que sus guionistas le escribiesen los adversarios más estrafalarios y bizarros, psicodélicos, imaginativos…, algunos de los cuales te presentamos en este artículo, como si de un gabinete de curiosidades se tratase.
Si por algo destacan las primeras historias del personaje (además de por la extraordinaria capacidad narrativa que exhibe Steve Ditko) es por su capacidad para introducir la psicodelia en un cómic de superhéroes. Ditko y Stan Lee ampliaron los confines del Universo Marvel en las páginas de Strange Tales, explorando fondos con colores que asaltan la vista y formas que ponen en jaque la concepción mundana de la existencia. Supieron pasar por su propio filtro lo que se estaba cociendo en los ambientes del hipismo, el orientalismo, la ufología y la New Age, a veces de forma magistral y otras veces con no tanta fortuna.
Uno de los villanos poco memorables que Ditko y Lee crearon para Extraño fue una especie de proto-Dormmamu llamado Aggamon. En Strange Tales #119, dos ladrones se cuelan en el 117a de la calle Bleecker para robar una gema custodiada por el Hechicero Supremo. Lo que no saben los dos rufianes es que la joya es en realidad un portal de entrada a la Dimensión Purpura, en la que Extraño se adentra para rescatarlos. El singular territorio es gobernado tiránicamente por un humanoide de piel verde que “absorbe” a seres humanos a través de objetos como la gema para emplearlos como esclavos en sus minas de piedras preciosas. Aggamon es un villano megalomaniaco al uso, con la ambición y el ego como motivaciones para el mal, que se expresa de manera arquetípicamente rimbombante. ¡Soy Aggamon el todopoderoso! (…) ¡¿¿Osas dirigirte a mí de este modo??! ¡Necio! ¡No es por nada que me llaman todopoderoso! ¡Te mostraré mi poder!, amenaza al superhéroe. Según nos dejan ver Ditko y Lee, el poder de Aggamon consiste en crear visiones ilusorias. Además, posee un rayo demoledor, con el que intenta desintegrar a Extraño en un clásico pulso entre rayos de energía del que, por supuesto, sale derrotado.
En el número siguiente, Strange Tales #120, pasamos de un enemigo de fantasía interdimensional con toques alienígenas a un adversario que parece surgido de una novela de Stephen King o de los archivos parapsicológicos de Ed y Lorraine Warren: La casa en las sombras. Escribir que los lugares tienen una importancia fundamental en los tebeos de Doctor Extraño es afirmar una obviedad; sin embargo, cuando lo hace contra La casa en las sombras, es la primera vez que el maestro en las artes místicas se enfrenta no contra otro hechicero, ni siquiera contra un ser antropomórfico, sino contra (a priori) un malvado edificio que razona y es capaz de contrariar a los seres que traspasan su umbral. Lo que Ditko y Lee terminarán por revelarnos es que no se trata de una casa encantada, sino que el inmueble ha sido tomado por un ser que vive y procede de otro continuo espacio-tiempo con el objetivo de observar a los humanos, pero que finge ser una casa encantada para evitar ser descubierto. El final, con el Doctor Extraño fingiendo lanzar un conjuro de destierro para que los aldeanos dejen tranquilo al supuesto genius locii y marchándose del lugar al atardecer es pura fantasía.
Otro de los enemigos kitsch del Doctor Extraño sobre el que tal vez jamás habrías leído de no haberte entretenido unos minutos en este artículo es el robot Voltorg. Esta descerebrada máquina de matar con el aspecto propio de un robot de juguete de los años sesenta es el esbirro electrónico con el que el malvado hechicero Yandroth trata de darle pasaporte a Strange en el Strange Tales #166, escrito por Jim Lawrence e ilustrado por George Tuska. La aparición del plateado Voltorg en este tebeo de finales de la década de 1960 inauguraba otra tipología de enemigo a la que, de vez en cuando, el Hechicero Supremo del Universo Marvel debe hacer frente: la tecnológica. Y es que desde que Voltorg tratase de fulminar a Strange con sus electrodos atómicos, diversos autores han optado por oponer una fuerza tecnológica o mecánica a los poderes mágicos del protagonista, trasladando (de forma consciente o no) el debate sobre la oposición entre la magia y la ciencia al noveno arte.
Casi tan naif como Voltorg o Aggamon, pero más relevante para la historia posterior del Hechicero Supremo es Zom, autoproclamado como la encarnación del Poder Místico. Concebido por Stan Lee y Marie Severin, el diseño de personaje no podría ser menos atractivo (aunque posteriormente será redefinido y redibujado con un aspecto más demoníaco e intimidante). Esta entidad es una mezcla deforme entre un yeti y Sloth de Los Goonies. Con un aspecto que, sin texto, respondería al clásico villano bruto y arrasaedificios, Zom es en realidad un ser interdimensional (más adelante, un demonio) temido por magos de la categoría de Umar y El Anciano. ¿Qué he hecho? ¿Qué he desatado? ¡Es indescriptiblemente más peligroso que una docena de Umars!, se lamenta el Doctor. Su primera aparición se produjo en Strange Tales #157 dando continuidad a un breve arco argumental en que la pérfida hermana de Dormammu está a punto de someter La Tierra. Yao le pide a su discípulo que libere a este terrible ser de sus cadenas como último recurso para evitar el triunfo de Umar. El Doctor Extraño obedece y se las ingenia para que Zom se deshaga de ella antes de pensar en cómo hacer él lo propio con su peludo enemigo. Por suerte, antes de desaparecer, El Anciano le da una bíblica pista. Como si se tratase de Sansón, Strange tiene que cortarle un mechón de pelo, pero no porque vaya a arrebatarle su poder, sino porque hará aparecer por primera vez en las viñetas de Strange Tales al Tribunal Viviente, el único ser capaz de doblegar a Zom.
Precisamente, que el poder de este antagonista motive la primera aparición del Tribunal Viviente en las páginas de un cómic del Doctor Extraño nos da una medida del poder que se le supone. Además, si bien la importancia de Zom en el reparto de la serie es relativamente anecdótica en comparación con la de sus grandes rivales, no sucede lo mismo con el juez de los tres rostros, cuyo advenimiento e incorporación al elenco de Doctor Extraño se produce gracias al poderoso Zom.
La filiación mágica de Steve Englehart es menos conocida que la de Moore o Morrison, pero el escritor de Indianapolis también ha frecuentado los salones de círculos herméticos como la Ordo Templi Orientis. Su interés por el ocultismo impregna las decenas de entregas escribió con Stephen Strange como protagonista, en las que podemos leer sugerentes reflexiones sobre la naturaleza de la realidad o de la magia. No en vano, su etapa es considerada, con la de Roger Stern, la mejor del personaje. Sise-Neg (Génesis escrito al revés) es una de sus creaciones más memorables para el reparto del Doctor Extraño. Si para Morrison, en El Green Lantern, Dios es un alienígena malvado que compra la Tierra en una subasta a otros extraterrestres, Englehart jugó con el concepto divino a través de un trasunto. Sise-Neg es un viajero en el tiempo del siglo XXXI cuyo objetivo era absorber toda la magia del universo para generar un nuevo Big Bang y re-crear el universo a su imagen y semejanza. La cruzada de Strange contra Sise-Neg se desarrollará en los números #13 y #14 de Marvel Premiere, por culpa del enésimo plan del barón Mordo para deshacerse de Extraño y convertirse en Hechicero Supremo.
Más allá del interés de la narración (bastante más interesante que los cruces de sortilegios de Strange contra Zom o Voltorg), Sise-Neg merece aparecer en un recuento de los enemigos menos habituales y más pintorescos del Doctor no por su diseño caricaturesco o estrafalario, sino por la reacción que provocó en los lectores cuando se publicó en enero de 1974 y la forma en que Englehart y Frank Brunner torearon el asunto.
Precisamente fue Brunner quien dio a conocer la anécdota en una entrevista publicada en la revista Comic Book Artist. Ambos autores habían estado trabajando en el Marvel Premiere #14, moldeando a Sise-Neg como un trasunto de Dios. Cuando Stan Lee se dio cuenta, previendo la polémica que iba a desatarse, pidió a Brunner y Englehart que escribiesen una advertencia en la que señalasen que el personaje era un dios y no Dios. Los artistas no estaban de acuerdo. Al contrario, les parecía que imprimiendo esa nota en el siguiente número, la historia perdía su sentido. Así que en lugar de redactarla, escribieron una carta firmada por un tal reverendo Billingsley de Texas (donde se encontraban de viaje) explicando cuánto le había gustado el cómic a uno de los chicos de su parroquia. La enviaron a las oficinas de Marvel, donde la leyó Roy Thomas y decidió que, para protegerse de la furia de los puritanos, publicarían la carta del supuesto sacerdote tejano en lugar de la nota que les habían pedido a Englehart y Brunner.
En las últimas décadas, en las que las cabeceras con el título de Doctor Extraño han ido perdiendo psicodelia y colorismo, cediendo paso a expresiones más contemporáneas de lo mágico y lo espiritual, los oponentes como Voltorg o Aggamon son bastante menos frecuentes (aunque es posible que a los lectores del 2070 el Empírikul les parezca igual de ridículo que a nosotros el peludo y deforme Zom). Sin embargo, años antes de tomar las riendas de la serie regular, en la limitada Extraño, Mark Waid nos regaló una marcianada de primera categoría (muy muy parecida a otra marcianada que Peter David había escrito antes en Young Justice, ejem). El cómic comienza con el Doctor ocupando su asiento en la grada de un estadio de béisbol. Sin embargo, el partido que la gente está viendo es una ilusión que alguien está conjurando para mantenerlos tranquilos en sus asientos. Un enfrentamiento deportivo de tipo fáustico en el que Extraño se juega las almas de los espectadores lanzando y bateando contra el equipo de demonios de Tul’uth, un íncubo, alto señor de los juegos y las oportunidades, ilustrado por la eisnerizada Emma Rios. Tul’uth y su equipo de béisbol infernal es probablemente la amenaza más estrafalaria a la que haya tenido que hacer frente el Doctor Extraño en los últimos años (junto con alguna monstruosidad que guarda en su nevera, según nos contó Jason Aaron).
Podríamos hablar de algunos otros giros de guion pintorescos, como la breve etapa del doctor como veterinario, o su adopción de un mordaz y carismático sabueso espectral como familiar mágico. Pero eso será en un artículo sobre los aliados de Stephen Strange que no son El Anciano, Wong o Clea.