Antes de comenzar esta crítica debería comentaros que Christopher Nolan me parece uno de los directores actuales más personales y brillantes de su generación. Pero también es uno de los guionistas más ridículos con los que me he encontrado nunca. Si a Steven Spielberg le solemos criticar por el exceso de azúcar en sus películas, capaz de cargarse el final de un film tan impresionante como La lista de Schindler no con uno, sino con dos finales indigestos, a Nolan le puede dar el doble salto mortal de guion en cada película que hace. Se ha convertido en su marca de fábrica reciente, como los finales sorpresa de Shyamalan en su día o las continuas y larguísimas piruetas visuales de Peter Jackson tras el éxito de la trilogía de El Señor de los Anillos. Todos son genios, sí, pero sus defectos también suelen empañar obras perfectas.
A Nolan el ridículo le puede de lejos, y aunque mucha gente se sorprenda con las continúas piruetas de guion de algunas de sus películas de ciencia ficción más taquilleras, personalmente me suelo reír con algunas ocurrencias que el mismo director y sus fanes consideran genialidades. No existe un final más ridículo para El Caballero Oscuro (2008) como aquel en el que Batman corre en busca de la moto que dejó aparcada a dos manzanas de la escena final, o qué decir del agujero negro que acaba detrás de la librería de la hija del protagonista de Interstellar (2014). Momentos demasiado sonrojantes para dejarlos pasar. Francamente, siempre me imagino aquel capítulo de Los Simpsons donde Lucy Lawless vestida de Xena: La princesa guerrera respondía a todos sus fans sobre los agujeros de guion de su serie con la misma respuesta: “Lo hizo un mago”.
Pero dejando el haterismo aparte y olvidándonos de sus fans más acérrimos y cierto autocomplacencia en los guiones más enrevesados, el director londinense es un maldito genio en lo suyo: en manipular al espectador con el más difícil todavía, en creerse que el cine es como uno de los espectáculos de magia de una de sus mejores películas, El truco final (2006), en regalarnos películas de acción y ciencia ficción con algo de sustancia en su interior, más allá del clásico bueno contra malo. Además, cada película suya se convierte en un éxito de taquilla siendo ampliamente seguida por crítica y público. Introducir elementos complicados en blockbusters veraniegos como Origen (2010) o la ya nombrada Interstellar, jugar con el tiempo narrativo en películas noir como Memento (2000) o Dunkerque (2017), o convertir a un personaje como Batman en un Jason Bourne o Ethan Hunt de primera ha influido a otros cineastas para atreverse a gastarse millones de dólares en películas tan friquis como Vengadores: Endgame, aunque los viajes en el tiempo fueran una tradición de la historia de los cómics Marvel.
Tenet (2020) recoge las dos mejores cualidades de Christopher Nolan: mezclar un film solvente de acción espectacular con un guion de física cuántica como los que hemos podido disfrutar en algunas de las películas de ciencia ficción más interesantes de las últimas dos décadas como son el Primer (2004) de Shane Carruth o Coherence (2013) de James Ward Byrkit. Mezclar ambos mundos, en teoría inconcebible, y salir airoso con una película que visualmente es un punto y aparte en el cine de acción está al alcance de muy pocos creadores. Nolan lo ha hecho.
Tenet es como si la última película de James Bond o Jason Bourne hubiera sido escrito por el Gregory Benford de Cronopaisaje (1980) o el Ray Bradbury de El ruido de un trueno (1952). Un ex agente de la CIA, interpretado con solvencia por John David Washington, que demuestra lo bien que le quedaría el traje de James Bond a un actorazo como Idris Elba, es contratado para buscar y neutralizar a un traficante de armas con acceso a una tecnología futurista llamada Tenet.
(Cuidado que vienen spoilers)
Esa tecnología puede invertir la naturaleza quántica de objetos inanimados y seres vivos, provocando que vayan hacia atrás en el tiempo. El problema es que no existe una máquina que te deposite en un tiempo pasado, la máquina te invierte y caminas pasito a pasito hacia al pasado como si fueras la tecla del rewind o marcha atrás de un VHS. Si conoces donde se encuentra otra máquina Tenet en el pasado, viajas hacía atrás en el tiempo a ese lugar y vuelves a entrar en la máquina para que el tiempo corra otra vez igual para ti. Sí, has viajado en el tiempo, pero de la manera más lenta, pasito a pasito, suave, suavecito.
(Tranquilo, que si no has entendido nada, seguro que cuando esta crítica este colgada en Sala de Peligro, mañana o en cualquier momento de la corriente temporal que más te guste, ya habrá cientos de miles de vídeos en YouTube con las clásicas frases clickbait de “Te explicamos al detalle el final de Tenet” o “15 cosas que no sabías de Tenet”… por cierto, tengo que acabar un artículo sobre “15 cosas que no sabías de Los Nuevos Mutantes”… ¡ups!)
Se ve que está tecnología futurista es tan peligrosa como la bomba nuclear, porque la gente del futuro la utilizan para destruir a la gente del pasado. Para nuestro tatataranietos, toda la humanidad del siglo XXI somos los putos Hitlers que les hemos destrozado el mundo por culpa de nuestra inconciencia ecológica. Como un millón de Greta Thunbergs rabiosas, quieren jodernos vivos exterminando el pasado. ¿Qué les pasará a ellos? Pues aquí nos encontramos con la paradoja favorita de todas las ficciones de viajes en el tiempo del mundo: la paradoja del abuelo. Si viajo en el tiempo para matar a mi abuelo cuando era joven, cómo he podido nacer yo si mi abuelo esta muerto (los físicos tienen mil y una respuestas para esta paradoja, como la existencia de los universos paralelos, las líneas temporales relativas, el retroceso cuántico y cien más que se les ocurren cuando tienen demasiado tiempo libre).
Los cachondos de nuestros tatataranietos tienen a un agente en el pasado que un día apretará el botón de off de la humanidad a medio camino entre el villano de Ethan Hunt y el antiguo villano de James Bond. Es cruel y despiadado, pero también es mucho de contar batallitas al oído al héroe, ya sabéis. Seguramente, éste es el personaje más interesante de Tenet. Un mafioso ruso al que Kenneth Branagh le tiene cogida la medida desde su primera aparición, con un tic muy personal de estar siempre obsesionado con las pulsaciones de su corazón. Pero el arte shakesperiano de Branagh no lo convierte en una coletilla molesta como los villanos protagonizados por Christoph Waltz, siempre demasiado excesivo. Por cierto, el ruso Andrei Sator es uno de los mejores villanos de Nolan junto al fantástico Joker de Heath Ledger.
(Spoiler off)
A Washington Jr, hijo del bueno de Denzel, y el villano protagonizado por Branagh, le acompañan la chica Bond altísima de Elizabeth Debicki (mola mucho como el protagonista, que no tiene nombre, por cierto, está siempre mirando hacia arriba cuando se encuentra con ella) y un sidekick de lujo: Robert Pattinson. El nuevo Bruce Wayne está de diez en un papel de espía efectivo de vuelta de todo que esconde demasiado. También aparece un viejo amigo de Nolan, Michael Caine, recuperando el espíritu socarrón de sus películas de espías de los sesentas; y, personalmente, como soy un chico de los noventa, siempre me emociono al encontrarme con Martin Donovan, el guaperas de las pelis indies de Hal Hartley, en un blockbuster actual.
En definitiva, parte del argumento de la película te lo definen dos personajes. La frase que dice la científica interpretada por Clémence Poésy al principio de la película: “No intentes comprenderlo demasiado”, una máxima que resume a la perfección todo el devenir de Tenet. Nolan, como Cruyff, dice “sal y disfruta”, o un “no te obsesiones demasiado” con las paradojas temporales y goza la película. La otra gran frase es la que el protagonista y Pattinson dicen una y otra vez: “El pasado ya es pasado”. O cómo las experiencias que los protagonistas han tenido a lo largo de su penoso periplo para parar al malo son pistas preciosas para poder salir victoriosos. Eso sí, yo todavía no he entendido los vaivenes temporales del personaje de Branagh. Necesito un power point o uno de esos vídeos de YouTube que comentaba antes en la zona de spoilers. O tal vez que aparezca Lucy Lawless diciéndome que, en realidad, sí, lo hizo un mago.
Bromas aparte, la grandeza de Tenet está en todo su apartado visual, siendo una novedosa película de acción donde la cámara marcha atrás crea coreografías de acción imposible que, tan seguro como The Matrix renovó el cine de acción de los noventas, tendrá escuela en futuros blockbusters palomiteros. El problema será cómo insertar esa nueva forma de rodar en películas que no tiene nada que ver con viajes temporales. Seguro que algún director asiático te la lía parda mañana mezclando Tenet con The Raid (2011) y lo gozaremos muy fuerte.