La Casa Slaughter, el esperadísimo spin-off de la exitosa Hay Algo Matando Niños

Uno de los mayores éxitos del cómic independiente estadounidense de los últimos años ha sido Hay Algo Matando Niños. A priori, parecía una serie más que llegaba a ofrecer una aventura como tantas otras. Pero, con el buen hacer de sus implicados, lograron aportar frescura y conectar con un público enganchado a los misterios de esta carismática propuesta.

Y no es para menos, porque contiene elementos de probado éxito: influencia del manga, carta del misterio, personajes profundos pero directos y “molones”, conflictos generacionales, monstruos impresionantes y un más que evidente aire juvenil. En manos de otros autores, no habría tenido tanta aceptación. Pero se nota bastante personalidad que hace que Hay Algo Matando Niños tenga un aspecto muy orgánico. Toda una joya.

Por todo ello, era cuestión de tiempo que hubiera algún spin-off, como es La Casa Slaughter. Y no es para menos, puesto que hay mucho que se puede hacer con este universo y, sobre todo, con unos personajes de los que se intuye más de lo que realmente se conoce. Y, desde luego, había ganas de más.

Pero para llevar a cabo esta pieza, había que tomar los pasos correctos y por ello, James Tynion IV (responsable de este de universo) contó con Tate Brombal para lanzar un guion nacido de un argumento co-escrito entre ambos. Y no es de extrañar que pensara en él, viniendo de Barbalien: Planeta Rojo, con la que está La Casa Slaughter comparte algo de esa sensibilidad.

Y es que algo que es central y que resulta interesante es el tratamiento del amor prohibido desde una perspectiva gay e interracial. Más allá de estas cuestiones superficiales, se consigue dar la vuelta a ciertos tropos que justifican muchas de los matices que tiene Aaron Slaughter. Y, tan solo por esa cuestión, ya se justifica la existencia de este spin-off.

Aquí se cuenta las aventuras de un adolescente Aaron Slaughter (quien toma un rol absolutamente protagónico aquí) y su formación en la mencionada casa. El amor con alguien rival que, además, hará de mentor está es lo que cuenta este volumen. Pero, más allá de eso, es una forma de conocer mejor a Aaron en la medida que se convierte en el personaje que aparece en Hay Algo Matando Niños.

Este arco es un coming an age que, además, amplia el lore y presenta nuevas amenazas de forma más que notable. El interés del lector se basa en ambas cuestiones y uno sale muy satisfecho. Eso se debe a que el guion es férreo y rico en desarrollo de personajes, con cierta independencia estilística y formal.

Si bien es una presentación (y es un arco que funciona como tal), todavía parece que darán más juego las aventuras de Aaron. Deja la sensación de que se ha quedado lo mejor en el tintero, como en buena serie regular. Por tanto, hay que esperar para formar una opinión clara de qué es y hacia dónde irá este proyecto.

A pesar de todo es uno de esos casos en los que se ha optado por favorecer al lector que venga de la serie matriz. Si bien, en su esencia, quien acceda de nuevas puede llegar a entender los hechos más básicos, se perderá a la hora de asimilar este universo y sus reglas. Por no hablar de que es más gratificante para quien ya conozca a estos personajes.

El arte de Chris Shehan es más que adecuado para este proyecto. Es alguien especializado en el terror, con lo que ya le tiene pillado el tranquillo a aquellos recursos que estas historias demandan. Tiene un estilo cartoon, claro, aunque lo suficientemente sucio como para generar una atmosfera inmersiva.

Además, son muy llamativos los monstruos que aquí se diseñan (aunque no son todo lo creativos que podrían. De hecho, deja ver claras sus referencias). Se incorpora un hábil manejo del suspense y del ritmo de la acción. Sus personajes son expresivos. Entiende el proyecto, a pesar de que no sea capaz de sorprender del todo, tal y como sucedió con la serie original.

La continuidad de Miquel Muerto asegura una coherencia estética en este universo. El colorista español es lo suficientemente hábil para conseguir una linealidad con la serie madre a la vez que este cómic consigue tener sus propios tonos e identidad. Al contrario que la anterior, ya se parte de un terreno más fantasioso, con lo que el color es más libre.

Además, sorprende por el tono que ha buscado darle. Es más oscuro y apagado (que ya es decir), aunque de un modo más sucio, visceral y orgánico. Son colores que transmiten mucho el estado anímico de los personajes a la vez que se consigue enriquecer el dibujo. Es alguien bastante versátil si se comparan ambos trabajos.

El tomo de Planeta incluye, aparte de todas las portadas originales y alternativas, multitud de ilustraciones hechas por artistas de la categoría Gabriel Hernández Walta, Ryan Sook, Jae Lee, Gabriele Dell’Otto, Mike del Mundo o Álvaro Martínez Bueno, entre otros extras. Es una de las series más queridas de la editorial, con lo que la edición va acorde.

La Casa Slaughter es un paso en la dirección adecuada a la hora expandir el universo. Se da espacio a que personajes secundarios tengan su desarrollo y, en definitiva, sirve para enriquecer la experiencia. Cumple como primera toma de contacto, sin grandes virguerías. Aunque sabe a poco y deja al lector con ganas de más.