The Last Days of American Crime, la decepcionante película de Netflix que adapta a Rick Remender

Al terminar The Last Days of American Crime es imposible no plantearse la pregunta de qué es lo que hace que una adaptación sea buena. ¿Se debe valorar que adapte literalmente los acontecimientos procedentes de un material determinado? ¿Una película con valor en sí misma puede ser una buena adaptación, aunque se aleje realmente de todos los elementos de lo que sea adaptado?

Es uno de los grandes debates que se ha dado en las comunidades amantes del cine. Y si algo se saca la conclusión es que, en estos términos, como en tantos otros en el arte, no hay ningún criterio matemático y siempre se llega a un punto estéril, ya que al final todo depende de la subjetividad.

Sea como fuere, una película debe funcionar por sí misma y obviar absolutamente nada de lo que pueda girar alrededor de ella. Y si el filme es lo suficientemente elocuente, hará que se sienta un interés hacia aquello que han empleado como base.

Probablemente el estado neuronal tras el visionado del filme guarde peor aspecto que los sujetos de la imagen.

Cuando uno termina de ver la película que adapta el célebre cómic de Rick Remender y Greg Tocchini no puede evitar llegar a la conclusión que ha visto una película considerablemente fiel a la estructura narrativa. Todos los puntos de giro (salvo por el clímax y ciertas diferencias periféricas) están ahí.  ¿Eso hace que la película sea más efectiva? No se puede responder de forma afirmativa a esta pregunta. Y esta es una buena prueba de ello. En lugar de generar interés, elimina posibles directores.

El gran problema de la película no es lo que cuenta, ya que en el cómic funciona. Entendiendo eso, hay que hablar de la dirección que tiene. Olivier Megaton (apellidado así de forma artística debido a que nació 20 años después de las masacres nucleares de Hiroshima y Nagasaki) es un ejemplo clarísimo de aproximarse a las cosas desde la distancia. Solo alguien que no la ha vivido puede sentir esta fascinación tan fría y errática hacia la violencia.

Su cine se podría tachar con la etiqueta de “intensito”. Todo es tan excesivo que es difícil encontrar la más mínima credibilidad, creerse infinitamente mejor de lo que verdaderamente es, masculinidades exacerbadas y/o sufrimiento que causa esta crisis de la masculinidad, un tono infumablemente serio, por mucho que lo que se cuente pida una forma de contarlas diferente… Son pegas que se le puede tachar a un tipo de cine de acción que nos llega constantemente y que cada vez tiene menos aceptación. Y Megaton, a falta de una personalidad más clara, se enmarca en ello.

Para entender el fracaso de esta película, hay que ver el recorrido de este director. Su cine es muy genérico. No tiene huella. Y sus mayores éxitos han sido secuelas y películas apadrinadas por Luc Besson.

Lo mejor que se puede decir de su cine es que invisible. Sus escenas de acción no tienen nada nuevo que decir y, como mucho, pues su huella no se nota mucho y la película es fácilmente digerible. En el peor de los casos, estas películas son plomizas.  

Desgraciadamente, The Last Days of American Crime es del segundo grupo: una obra que, por mucho que quiera contar y tenga el potencial para hacerlo, aburre. Sí, tiene un pulso y un ritmo en el que pasan mil y una cosas en cada escena, pero si los personajes no te importan lo más mínimo porque no te creen ni sus conflictos internos o externos se termina convirtiendo en algo que terminas viendo más por inercia que por interés.

 

Representación gráfica de lo que entiende Megaton por dirigir.

Por todo ello, sus prolongadísimas dos horas y media de metraje se hacen muy áridas. Más de lo que deberían, tratándose de una película de acción aparentemente subversiva. Termina siendo, de un modo inconsciente, profundamente reaccionaria. 

El montaje es ágil pero no tiene absolutamente nada memorable, es esquemático. De hecho, se puede apreciar que peca por momentos de evidente (al igual que el facilón uso que hace de la voice over, un recurso que solo está presente en el primer acto para verbalizar y explicar el mundo de esta serie. Es cierto que también está en el cómic, pero es otro medio y lo emplea con mayor saber hacer) gracias a lo previsible del todo.

El guion también es mejorable. Establece algunos cambios respecto al cómic, pero tampoco se hacen para lanzar algo mejor. Es más, desvirtúa algunas de las virtudes del trabajo de Remender. No tiene la carga simbólica ni la inteligencia de los recursos de este. Una película que parece salida hace una década, con ese aspecto que llama a una trascendencia tróspida. Fotografía oscura, banda sonora basada en versiones malas de grandes éxitos (irónicamente es una metáfora de esta película: un intento de greatests hits del cine de acción Por no hablar de algunas escenas que llegan con, visto con los ojos de hoy, un aroma a machismo un tanto retrógrado respecto al uso de las mujeres en esta película.

En el cine de acción ya no se pasa todo. Al volver a épocas precedentes, como puede ser la era del kung fu (del cual creo que bebe las coreografías con planos amplios que permite ver claramente los movimientos en películas como John Wick) se hace más evidente las carencias del estilo de planos cerrados y cortes rápidos. Ni tampoco termina de funcionar como thriller ya que esta película no guarda grandes giros ni se tiene el suficiente pulso como para que sorprendan a nadie. No tiene un mensaje claro que tenga que contar, ni mucho menos. Se queda a medio camino en todo.

Parece que el único que está verdaderamente motivado es un Michael Pitt pasadísimo de vueltas al que siempre da gloria verlo actuando (por mucho que sus elecciones sean mejorables). No es así con Anna Brewster que no alcanza el carisma necesario para este personaje ni con un Edgar Ramírez que parece estar en piloto automático.

The Last Days of American Crime es una película de dudoso gusto. Especialmente si lo comparamos con el portento visual de Tocchini El espectador se merece y debe exigir algo mejor.  

P.D.: No se puede terminar de hablar de adaptaciones de Remender sin romper una lanza a favor de la serie de Clase Letal, tristemente cancelada. Es algo que no se debe perdonar ni olvidar. Dicho queda.